28. Idiota impertinente

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"Solo me gustaría recordarte que no todas las sensaciones son amoldadas por el pecado".

—Marcela Serrano: El albergue de las mujeres tristes.

Afuera se encontraron con la nieve, las calles cubiertas por un blanco manto que lo abarcaba todo. Se detuvieron en silencio frente a las grandes puertas del hotel, viendo la nieve caer lentamente para finalmente terminar acumulándose en la acera. Jimin no dejaba de sentirse como un espectador, como si esa noche le perteneciera a alguien más. Jamás se hubiera imaginado abofeteando a Yoo, ni siquiera en sus peores momentos, así como jamás imaginó que la navidad pudiera sentirse tan amarga en su paladar, aun cuando a lo largo de los años había reunido una larga lista de sucesos que podrían convertir la navidad en una de sus épocas menos favoritas. Pero ahora el hombre que había intentado con tanto ahínco enseñarle lo valioso que era había comenzado a verlo como a un extraño y lo había lanzado a los lobos hambrientos sin dudarlo. No esperaba que la devoción del mayor fuera eterna, y en las circunstancias actuales agradecía profundamente que no lo fuera, pero no podía evitar sentirse un poco ridículo y humillado.

Sintió que su mano perdía el frío al que estaba acostumbrado y volteó sorprendido a ver a un lado, encontrándose con la mirada preocupada de Jungkook. Solo entonces notó que sus pulmones se vaciaban y que el aire frío de la nevada volvía a entrar y salir regularmente. Sus hombros se relajaron, cediendo a la tensión que hasta hace un momento los mantenía erguidos. Jungkook había entrelazado sus dedos y sus manos, siempre frías, se habían vuelto tibias. Sin poder apartar la vista le dio una pequeño apretón, suave, sin hacerle el menor daño. Al elevar la cabeza los ojos del castaño lo recibieron curiosos y eso lo hizo volverse muy consciente de sí mismo y de la situación, de lo cerca que estaban sus cuerpos, de sus manos entrelazadas, de lo caliente que sentía la cara. 

—Vaya —soltó el menor de pronto. —Tú realmente puedes hacer cosas como sonrojarte.

—Cállate.

 Jungkook rio débilmente e imitó la acción de Jimin; observó sus manos unidas. Para él también era una noche extraña. La relación que existía entre Jimin y su padre lo hacía sentir confundido y a veces fuera de lugar, pero ni lograba sentirse molesto ni lograba juzgar a Jimin duramente, ya no. Porque, lo ocurrido esa noche ¿no significaba que Jimin lo elegía? ¿No significaba que se había acabado y que Jimin le estaba dando una oportunidad? ¿No significaba acaso que Jimin estaba eligiéndolo por sobre su pasado, por muy reciente que este fuera? Porque era él quien sostenía su mano, era él por quién Jimin se sonrojaba y porque le había costado tanto...

Se observó a sí mismo acariciar lentamente la mano de Jimin con su pulgar. El mayor se sobresaltó en su lugar y volteó a verlo, de ser posible, aun más sonrojado y con los ojos abiertos de par en par, pero no le pidió que se detuviera ni parecía que le desagradara. En realidad la caricia en su mano se sentía cálida y reconfortante, y allí donde Jungkook tocaba su piel cosquilleaba y se volvía caliente. Tragó saliva sin dejar de observar al castaño, no porque de un momento a otro sintiera una oleada de valentía, sino porque era incapaz de apartar la mirada del par de agujeros negros en lo que se habían convertido los ojos de Jungkook. Estaba atrapado en la cercanía de sus cuerpos, en el calor de su mano, en el sentimiento tan arrollador que le provocaba la forma en que Jungkook lo miraba, con los ojos oscuros y a la misma vez repletos de luz. Estaba tan atrapado en es pequeño momento que le pertenecía a ambos y luego, sin previo aviso, sus ojos comenzaron a arder ante la conciencia de sí mismo y de lo que había ocurrido, de lo que había hecho. La idea de que nada de eso duraría porque no lo merecía era pesada en su pecho. Era tan tonto. ¿Cómo podía Jungkook siquiera sostener su mano? ¿Cómo podía hacerlo después de todo?

Jimin soltó lentamente la mano del menor y apartó la vista, pero Jungkook siguió observándolo, ahora confundido y un poco dolido. Cada vez que creía acercarse un paso al mayor, ocurría algo y entonces retrocedía dos y se sentía a kilómetros de distancia, como si solo pudiera dar un montón de pasos en falso y Jimin se alejara cada vez más.

SUGAR BABY | Kookmin [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now