Duele

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Septiembre, 2014

Debe ser difícil despertar un día y darse cuenta que ha sido infeliz desde hace tanto tiempo que ha olvidado qué significa esa cosa a la que llamaban felicidad y porqué todos parecen tan obsesionados con alcanzarla.
Debe ser muy difícil mantenerse cuerdo después de analizar el recuento de sus memorias hasta esa justa mañana con la intención de encontrar el momento en que todo se volvió gris y vacío. El momento en que empezó a doler, y ya nunca más se detuvo.

Ayer es hoy, y hoy es siempre. Lo que convierte a los recuerdos en situaciones ficticias que no tienen lugar en el ahora y, sin embargo, son la razón de todo. Los recuerdos son lo que componen la memoria, la memoria surge de la experiencia y la experiencia se obtiene de la vida. La vida, eso que nunca se termina de entender porque la paradoja de estar en ella mientras uno se cuestiona, es asfixiante y pierde sentido por sí mismo.

Sin embargo, aún en la infelicidad y el sinsentido, es preciso aceptar que los recuerdos son lo único que realmente nos pertenece cómo humanos y que el hecho de ser humanos es que podemos recordar que existimos.

No se puede avanzar del hoy, esperando el mañana, sin todos los ayeres qué ya no existen, pero que nos hacen existir.

Hay un chico, en algún lugar del mundo y del tiempo, que está en medio de su cama y cierra los ojos pensando en la versión suya del pasado que creyó conveniente escabullirse de casa para ir a ver una película con ese amigo suyo al que su familia no soporta. Le cuesta creer que eso no ha sido más que un par de meses atrás, pero se sienten cómo recuerdos de hace varios años. Y la nostalgia lo golpea como un respiro en medio de la nada. 

Jimin.

"Jimin, ¿te gustan las películas de Ghibli?"

El rubio asiente aunque no tiene idea de lo que habla el otro. Se quedan de ver en el parque a medio camino de su casa a la del chico, Jimin ha comprado dulces y golosinas que lleva en su mochila. Su amigo lo asusta por la espalda y luego de una risa genuina ambos caminan hasta la casa del menor, con las manos metidas en los bolsillos porque le tiemblan demasiado y no quiere que el otro se dé cuenta.
No hay nadie más que ellos dos. El chico vive con una tía que pasa todo el día fuera, así que se sientan en la sala de cine improvisada de la estancia y se tiran en los cojines del sofá mientras comen lo que han comprado.
A Jimin le sorprende que la película que tanto empeño tenía su amigo por ver era una para niños, pero le divierte aún más ver que el chico se emociona con el filme cómo si fuera un niño pequeño.
Al voltear y ver al chico a su lado riendo con las situaciones de la película, con una expresión tan sincera y pura que da paz, Jimin decide atesorar ese recuerdo como uno de los más preciados. Un atisbo de felicidad.

"No estás viendo la película". El chico de cabello oscuro dice sin quitar los ojos de la pantalla.

Jimin se avergüenza y trata de mirar de nuevo los dibujos, pero simplemente no puede concentrarse y menos cuando siente la mano del chico sobre la suya.

"A mí también me pasa contigo"

El corazón le retumba en el pecho, ¿es acaso lo que cree que es? No, no puede ser eso.

"¿Qué cosa?" La garganta se vuelve estrecha y el aire parece más difícil de pasar a sus pulmones. Jimin está seguro de que su pecho va colapsar cuando su amigo aparta la vista de la película y fija sus ojos en los suyos, acercándose lentamente a él.

La noche de las luciérnagas ―NamMin°Minimoni―Where stories live. Discover now