Capítulo 24

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Ya habían pasado dos días, Emiliam dio su conferencia, en cuanto a Solange, se fue al departamento. Ninguno había mencionado nada sobre aquel beso. Sol seguía yendo al restaurante a trabajar. No había podido platicar con Agnes; ya que salió de la ciudad y apenas volvería. Solo a ella le confesaría que era la pianista. Pero, tenía miedo de que lo tomara mal, aún peor, llevaba días sin saber de Charles. En cuanto a la familia de Martín, le había encargado a Daniel investigar sobre ellos — digamos, que un amigo de su padre era investigador — parecía todo un desorden, sin embargo, a la vez, todo estaba bajo control. Aunque, el remordimiento que sentía Solange era más fuerte, trataba de evitar a Violeta como fuera. No podía verla a los ojos después de lo que paso con Emiliam.

Sol entraba al bufete, miraba a todos lados, no sabía si se encontraría a Emiliam, ya que este no ha venido a trabajar. No era tan irresponsable, como para votar todo, por un beso. Le había confesado sus verdaderos sentimientos y eso no era el verdadero problema, más bien, era que ambos tenían pareja e incluso ella estaba casada.

Iba rumbo a su oficina, pero por algún motivo, decidió irse a asomar a la oficina de Emiliam, algo le decía que estaba ahí. Sol siguió su instinto y empezó a caminar para la oficina de Emiliam. No había nadie en el piso, era la hora de la comida. Abría la puerta, algunas cosas estaban tiradas y el desorden era terrible. Emiliam estaba sentado en el suelo, recargado en una pared y con un bote de helado, que no paraba de comer.

— Emiliam, —susurro Solange. Entro y cerró la puerta—, pensé que no vendrías hoy.

— Tengo que, no puedo dejar el trabajo por más mal que me sienta. Ni eso puedo decidir — dejaba el helado aun lado e intentaba ponerse de pie —, ¿por qué entraste?

— No he sabido nada de ti, me preocupé.

— Vaya, bueno puedes ver que estoy bien y no me he cortado las venas. Sol no hace falta nada, sé que lo nuestro no da para más que una amistad. Sé que debo casarme con Violeta tarde o temprano, así, como tú con Daniel y está bien, lo acepto. Seremos muy felices todos, aunque por dentro te desee —, parecía algo enojado, casi a punto de tirarse a llorar —, ¿no?

— Emiliam, eso suena horrible. No quiero algo de esta manera, sé que no es lo que quieres...

— Obvio que no, pero casualmente, la chica que quiero no me quiere a mí. — Después de interrumpir a Sol, se acercaba a ella y la ponía contra la puerta. — Necesito que me digas, que no me deseas tanto como yo a ti, que no quieres dejar todo por esta locura.

Sol no podía hablar, volvía a sentir ese nervio de tenerlo cerca de ella. No sabía ni que responderle. Si era atractivo para ella, eso no lo podía negar. No obstante, el amor por Daniel era lo más importante para ella, habían superado tantas cosas que no podía tirarlo todo a la basura.

— Emiliam, no puedo hacer esto. No está bien, para nadie y no es lo correcto. Creo que lo mejor, es que no vuelva acá y no vuelva a las fiestas. Mucho menos sea la dama de honor de Agnes. No quiero confusiones entre nosotros.

— Solange, yo quiero más. No quiero que huyas. — él empezaba a pasar las manos por los muslos de ella —, puedo sentir que lo deseas tanto como yo y eso no tiene nada de malo.

Era cierto, Sol podía sentir el cuerpo de Emiliam muy cerca del suyo. Aunque, el sentir sus manos subiendo por su muslo, hacían que ella menos pudiera responder y solo mordía su labio inferior, tratando de contenerse, sabía que estaba mal, para este punto no podía negar que quería lo mismo que Emiliam. No sabía cómo terminaría todo esto, pero lo que si sabía era que ya no podía contenerse más. Emiliam lo sabía y no dudaría en aprovechar la oportunidad de llegar a más.

Las manos de Emiliam se detenían e iban a la cabeza de Solange, ambos se morían por repetir aquel beso, sin decir nada, volvían a besarse, era más apasionado que la ocasión anterior, ahora si sabían lo que ambos querían y no iban a desaprovechar la oportunidad de estar juntos. Emiliam, empezaba a bajar de manera lenta el vestido de Sol y besaba sus hombros de manera lenta, hasta que poco a poco empezaba a quitar su brasier e iba hasta sus pechos, para pasarles la lengua, hasta morderlos. Sol no podía evitar soltar unos gemidos y tirar de su cabello.

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