diecinueve.

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Yelena era una mentirosa, una buena mentirosa.

Se había casado con una mujer cuyo vínculo fue su primer amor de secundaria, siempre había deseado tanto una vida plena con ella, ¿por qué pasar el tiempo con otra chica más joven? Ni siquiera ella lo podía haber imaginado.

Amaba a su esposa. La adoraba.

La primera vez que lo hizo se sintió repugnada de sí misma. Una chica menor que ella por 11 años, se dejó llevar por las miradas y toqueteos traviesos en clase.

Llegó tarde a casa esa vez, y su esposa ni siquiera lo notó.

Esa noche se dio cuenta de que una vez que le quitas la pureza a una chica se vuelve adictivo.

Juventud e ingenuidad.

Fueron las palabras para ti cuando cruzó su mirada profunda en tu dulce rostro. Perfecto para una mente retorcida como la de Yelena. No podía evitarlo, el aliento se escapaba de sus labios mirando aquella falda corta y esa dulce expresión.

Su amigo ni siquiera fue un obstáculo para cogerse a su dulce novia.

Eras increíble para ella, en todos los aspectos. Tan inocente cayendo entre sus brazos que sentía por primera vez culpa, alguien con tanta inocencia no merecía pasar por esto, lo sabía.

Pero... Yelena no pudo evitar estar un poco enamorada de ti.

Su mente se sintió tan agobiada.

Quería que le pertenecieras, quería que fueras solo suya, quería ver tu rostro cada mañana después de tener un sexo romántico... Fantaseaba contigo.

No podía lograr todo eso contigo, no en esta vida.

¿Puedes ir más rápido, cariño? Muero por acostarme junto a ti... — la voz somnolienta de su esposa interrumpió sus pensamientos perdidos.

Yelena solo sonrió forzadamente, pensando en lo absurdo que era pensar en una niña.

Claro. — Su voz profunda tenía el mismo efecto electrizante en la mujer azabache.

Yelena sintió como las pequeñas y delgadas manos de su esposa se deslizaban por su muslo derecho, con intenciones claras. Un pequeño jadeo se escapó de sus labios cuando sintió una presión extra, pero enseguida tomó esa sonrisa desvergonzada y lasciva.

¿Enamorarse de una niña de dieciséis años? Ella tenía una esposa la cual veía todos los días, no la cambiaría por un simple capricho.




..




Tu mirada vacía miraba la nada en la habitación. Tu pecho se sentía oprimido, y ni siquiera podías respirar sin soltar los jadeos de llanto.

Las lágrimas se desbordaban de tus inocentes ojos.

Te sentías sucia.

Te sentías utilizada.

Te sentías abandonada.

Tu cuerpo temblaba por el frío de la habitación, tu voz quebrada en el teléfono donde tu madre estaba en línea.

¿Pueden venir aquí? Por favor... — trataste de luchar por mantener tu voz calmada, pero solo salió un hilo de voz débil y suplicante.

Escuchaste a tu madre preocupada a través del teléfono diciendo palabras sin sentido en tu distorsión eufórica en el que te encontrabas. Luchaste por salir de la cama y encontrar un atuendo decente entre lágrimas, pero solo viste el fondo oscuro y profundo de tus ojos viendo por última vez la habitación fría.

Cuando despertaste estabas en tu habitación.

Sasha junto a ti, sujetando tu mano, su rostro enseguida se fijó en ti hecha un desastre.

Por un momento pensaste que todo esto era una terrible broma, un sueño. Pero los recuerdos rondaron por tu mente, recuerdos crudos. Tus ojos se llenaron de lágrimas contenidas, apretando el agarre de la castaña.

Adelante, llora pequeña. — Sasha te sonrió con esa dulce sonrisa, acariciando con calidez tu mano, como si fueses algo frágil que adoraba. — Sé cuanto te duele, (N).

Te dejaste caer frente a ella, las lágrimas volviéndose a derramar entre tus suplicantes ojos. Sasha estuvo para ti en ese momento, llenándote de una calidez tan sincera como sus promesas.

Oh nena, te habías enamorado perdidamente de alguien mayor que solo te utilizó para satisfacer sus crudas fantasías.

El pulgar cálido de Sasha recoge tus dulces lágrimas, de la misma forma en que ella solía hacerlo.

Yelena...

La amarías hasta el final de los tiempos

Dear Teacher┃Yelena. Where stories live. Discover now