Capítulo 13

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Helena me recibió a las afueras de su residencia. 

Como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, también portaba una sudadera. Casualmente, hacía juego con la mía. Ella tenía las manos dentro de los bolsillos, una maleta pequeña se entrelazaba a su codo derecho.

Me mostró dos boletos y sonrió con timidez.

—¿Lista?

Relamí mis labios, con repentina inquietud.

—Sinceramente, Heli, no estoy segura de esto. Nuestros padres...

La rubia no cambió su expresión; sabía que le diría eso.

—¿Confías en mí? —preguntó.

Sentí que el aire se escapaba de mis pulmones.

—Creo que lo he dejado en claro cientos de veces. 

Asintió, limpiando una diminuta gota que se deslizaba sobre mi barbilla.

—Entonces, no te preocupes. Tengo todo bajo control, te prometí un viaje que cambiará tu perspectiva del mundo y eso te daré.

Mi amiga esperó a que me tranquilizara un poco, luego ambas emprendimos el camino hacia la central de autobuses. El lugar no estaba lejos, pero tomamos rutas secretas para llegar en un par de minutos.

A pasos presurosos, seguimos los letreros, entregamos los pases y abordamos uno de los grandes vehículos estacionados. La bara metálica del bus era fría al tacto, lo que ayudaba a dispersar lo brotes de adrenalina que se extendían en mi organismo.

Ocupamos los asientos traseros, cubiertos con tela azul. Las personas fueron subiendo, inmersas en lo suyo. El chofer miró que todo estuviera bien y arrancó.

No presté mucha atención al paisaje, lo que no era tan común. Mi mente podía definirse como un completo caos; miles de pensamientos se mezclaban, no lograba distinguir si estaba nerviosa por el acto "inmoral" que cometía, por los reclamos de mis padres que se quedaron en mi cabeza, o por la revelación que Helena soltó horas atrás.

Lo verde de la ruralidad fue disminuyendo al pasar de los minutos, reemplazándose por edificaciones imponentes, terminadas o en construcción.

Llegamos en la tarde, sin contratiempos.

Me estiré al bajar de los escalones, Helena exhaló con calma, cerrando los ojos y disfrutando del viento helado. Rotó sobre su eje, parecía una diosa que admiraba su creación.

Finalmente me atrapó mirándola y casi me ahogo con mi saliva.

Ella sonrió, y andando una junto a la otra, corrimos a tomar un taxi. El hombre que nos brindó servicio era amable. Se veía de unos cuarenta años, con rastros de barba, cejas pobladas y una gran boca. Un colgante púrpura adornaba su cuello.

No indagó los motivos de lo que hacían dos chicas solas en medio de la gran ciudad.

Nos dejó a menos de un kilómetro de la casa de playa. Descendimos del auto, le pagamos y recorrimos el último tramo a nuestro esperado destino.

Helena abrió la puerta, que cedió sin problemas. El sitio tenía un aura nueva. Tal vez estaba al tanto del porqué nos encontrábamos allí. Tal vez comprendía que algo había cambiado.

—Le dejé una carta a mis padres —dijo la rubia, colocando su maleta en un sofá de la sala —. No te preocupes por la reacción de los tuyos, mamá es muy convincente.

Decidí creerle.

Subimos las cosas a la habitación que siempre utilizábamos, le dimos algo de vida a los cuartos restantes y escribimos una lista de las cosas que debíamos comprar.

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⏰ Last updated: Feb 02, 2022 ⏰

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