¿UN CRIMEN?

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Una vez que el detective se sacrificó por la patria y masajeó los viejos huesos del doctor (diciéndose a sí mismo que a lo mejor podría abrir un despacho de terapeuta y que a la mera hora le iba a ir mejor que de detective, le apaciguó los dolores al anciano), continuó con su labor y decidió pedirle una hoja en blanco y una pluma al profesor, estaba dispuesto a corroborar un par de cosas, si es que fue empujada o fue una caída accidental, de momento solo tenía cuatro sospechosos, Paula y su hija Melina, José y Esmeralda. Además, la misteriosa desaparición de la morfina que se encontraba en el maletín del doctor.

―Acérquense conmigo, amigos―se dirigió a Samuel y a Javier, los cuales lo acompañaron a los escalones más cercanos y se sentaron. Usó el maletín del doctor para apoyarse y poder escribir.

―Para empezar, Samuel, ¿Por qué vino usted y no una patrulla entera?

―Me avergüenza decirlo, pero es que toda mi legión es una bola de holgazanes y panzones que nomás se la pasan tragando―dijo el Cabo con un creciente coraje―. Me dejaron solo cuidando las pirámides, no puedo con todo―se ruborizó.

―Échese el trompo a la uña, fíjese nomás, por eso nunca he querido pertenecer a la policía, ¿A quién se le ocurre dejar a un Cabo solo para todo un recinto turístico? Bueno, aquí aprenderá mucho, solo espero que no se vuelva usted como los otros.

―Jamás―se llevó la mano a la frente―. Yo repudio eso, entré a la policía para ser un defensor de la justicia.

―Ojalá y todos pensaran como usted, sin embargo, recuerde bien un par de cosas, el poder corrompe, y si usted piensa que puede ejercerlo de manera desmesurada y sin ninguna clase de reparo, caerá en el mismo agujero que la mayoría de la policía nacional. Como dicen, éste país destruye a la justicia, y no creo que estén muy equivocados.

―Intentaré ser mejor cada día, señor.

―Muy bien caballeros, hablo con ustedes porque son los únicos de los que me es imposible sospechar―acotó Cardenal mientras miraba a sus escuchas―. Como he mencionado con anterioridad, tengo fuertes razones para creer que estuvo planeado lo ocurrido.

―Señor, permítame decirle que no vi otra cosa que un accidente―interrumpió el Cabo.

―Es porque no tiene el conocimiento de esta gente que yo tengo―le sonrió y el otro calló―. Ojalá y me equivoque, porque siempre es difícil para mí, tener que darle para sus tunas a alguien, solo rezo porque haya sido un simple accidente, no obstante, no perdemos nada con tratar de escudriñar un poco en esta tela de araña.

―Sí, señor, creo que debería callarme y escuchar―se quitó su gorro y se rascó la cabeza.

―Me parece excelente, me gustaría ver a un detective en acción, me intriga saber qué fue lo que vio que logró llenarle el ojo―dijo Javier.

―Comenzaremos pues―destapó la pluma y escribió cuatro nombres en la hoja de papel―. Ésta familia, sin duda es muy extraña, no se suele ver personas de esta clase en México, y mucho menos en los tiempos que corren, como saben, siempre estamos en crisis, no obstante, no creo que seamos quienes para juzgar la obtención de sus bienes, sean lícitos o no, quién sabe. Desde el primer minuto que subí al autobús con ellos, sentí algo indescriptible, esa sensación de incomodidad que despiden ciertas personas, sabía bien que el viaje tendría connotaciones siniestras o simplemente, serían las peores vacaciones de mi vida. En este tiempo, me he dado a la tarea de estudiar lo mejor que pude a cada uno de sus miembros, conviniendo que todos tienen pleito con todos―sentenció por un momento, sus oyentes esperaron a que continuara―. Por lo tanto, este incidente tiene un gato encerrado que se la ha pasado maullando desde que sucedió, suplicando por ayuda.

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