DECLARACIÓN DE PAULA

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I

La mujer llegó caminando a pasos lentos, como los que daría alguien que no quiere llegar. Las manos a medio cruzar y apoyadas en su vientre. Como era de esperarse, su cara expresiva denotaba un gran nerviosismo.

Cardenal se levantó e intentó hacer una reverencia (ya le empezaban a doler los huesos, nomás conque no empezara como el doctor y sus reumas, todo estaba bien). Le indicó que tomara asiento. Miró por un segundo a la entrada al recinto de las pirámides, el doctor estaba en gran charla con los paramédicos.

―Nombre y profesión, por favor.

―Paula Quezada, soy costurera―dijo con seguridad.

― (Paula...Paula, mmm, Quezada, P.Q, ¿será?) Excelente. Antes de preguntar cualquier cosa relacionada con lo que nos atañe, ¿tiene algún lugar en el vestido donde pueda guardar algo?

Ella, dubitativa, dejó entrever que se trataba de una mujer de palabras limitadas, que casi le tenían qué pagar para que dijera las cosas. Contestó firme y llanamente:

―No.

―Uy, no se vaya a quedar muda por hablarme un poquito, no le voy a cobrar por letra―sonrió de manera forzada, no le gustaba reírse solo de sus propios chistes.

La vacua presencia mostrada en los ojos hundidos y ojerosos de la mujer, lograron de alguna forma, hechizar a los que los observaban, como si entraran a un trance donde el nerviosismo general floreciera. Al detective se le quitaron las ganas de seguir haciendo chistoretes, cambió de actitud, a una todavía más agresiva, ¿ah, no quiere hablar? Le van a llover preguntas como granizos del buen golpetazo que le causarán, nadie se resiste a éste buenazo.

―Disculpe señor, supongo que mi hija ya le contó todo lo que deseaba conocer, la hostigó tanto que los ojos se le llenaron de lágrimas―dijo con indignación, y a manera de reproche, expresando un claro: Si yo no regaño a mi hija, ¿por qué lo habría de hacer un pelafustán como usted? O al menos, así lo sintió Cardenal.

―Ahora resulta que se molesta si alguien le carga tantito la mano a su hija ejemplar, qué risa me da, y también, de modo que cuestiona la utilidad del interrogatorio.

―No creo que esa sea la actitud con la que deba proceder un funcionario de la ley―dijo con acritud, una que nunca se le había visto.

― (Ésta vieja me va a traer de los pelos) No soy como cualquier funcionario de la ley, señora, soy EL funcionario de la ley y emisario de la justicia, así que yo procederé como a mí se me dé mi fregada gana, ¿comprende? Aquí ya a su hija la interrogué, todos coludos o todos rabones.

―Pues a ver de dónde saca la información, porque de mí, no lo creo―aunque intentaba hablar con firmeza, su voz titubeante exponía una falsa tapadera de valor y dejaba destapado la verdadera forma de ser suya, la que al principio fue conocida.

César mantuvo la calma, así como su silencio y comenzó a inspeccionar ciertos patrones, un tanto sencillos en los distintos parecidos que madre e hija tenían. Quiso empezar a escudriñar toda la información que obtuvo de Melina, necesitaba comprobar su veracidad, y sabía muy bien cómo hacerlo. Su primera reacción fue mirar al pecho de Paula, para comprobar lo del monedero, sonrió por lo que vio, cosa que se malinterpretó a ojos de la observada.

― ¡Igualado!―gritó ella y soltó un guamazo con dirección del rostro del detective. Lo presintió y esquivó haciéndose para atrás.

―Melina mencionó algo hace rato que resultó ser verdad, un punto a favor para ella, usted también tiene la costumbre de guardar las cosas en el pecho―dijo con tranquilidad. La mujer se cohibió, adquiriendo una coloración rojiza en las mejillas―. De todos modos, me habría dado cuenta, aunque nadie me lo dijera, Melina lo hacía, Mercedes vi que lo hizo también y por consiguiente, usted debería de hacerlo, además, noté que usted usa una copa mucho más grande a la talla de su pecho, justo para los fines antes mencionados, su manera de sentar dejó expuesto ese detalle, por lo que su negativa de mostrarme lo que oculta, resultó ser inútil―sentenció y miró a Samuel―. ¿Acaso hay en su monedero algo que no quiere que vea?

MUERTE EN LAS PIRÁMIDESWhere stories live. Discover now