El reconocido cantante, Jeon Jungkook, harto de la fama y la farándula, sólo desea escapar por un momento.
A causa de un error por parte de su GPS, terminará en un pequeño pueblo olvidado, donde logrará encontrar la respuesta a varias incógnitas, de...
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"Fueron tus ojitos cargados de galaxias los que me enamoraron por completo.
Me atrajo tu mirada, tu pelo desordenado, tus pies descalzos y el sonido que estos hacen al tocar el suelo cuando bailas al ritmo de las tormentas, incluso cuando pareciera que el mundo se fuera a acabar en cualquier momento.
Me atrajeron tus manos, aquellas que me invitaron a bailar a mí también.
Entonces, te mueves y danzan las gotitas de lluvia, danzan nuestros cuerpos, y mi corazón.
Pero he notado que no muero de amor cuando te veo, claro que no.
Mas bien, vivo.
Vivo para disfrutar de la hermosa sensación de tus dedos entrelazados con los míos, Y para recordar esos ojitos café, que me mantienen despierto por las noches donde me abraza tu ausencia y el vacío,
Imaginando un escenario donde el mundo se viene abajo,
¡Y yo sólo bailo contigo!"
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Era la tercera vez que esa pobre muchacha lo regañaba suavemente.
¿Y cómo no lo haría? Ella no podía cumplir con su trabajo porque no era capaz de maquillar a alguien que no dejaba de llorar.
Jamás había visto al mismísimo Jeon Jungkook tan devastado. La joven formaba parte del staff del cantante desde hace años, y nunca lo había notado derramar ni una sóla lágrima. Quizás, aquello se debía a la famosa frase que el padre le repetía una y otra vez: "Los hombres no lloran"
¡Pero Jungkook no era un hombre de los que no lloran! ¡Era un viajero! ¡Y quería volver a casa!
Cuando no se ahogaba en sus propios sollozos, el pelinegro balbuceaba el ritmo de una dulce canción de amor; la misma que había escrito apasionadamente, y le habían tirado a la basura cuando la mostró en su disquera.
