El reconocido cantante, Jeon Jungkook, harto de la fama y la farándula, sólo desea escapar por un momento.
A causa de un error por parte de su GPS, terminará en un pequeño pueblo olvidado, donde logrará encontrar la respuesta a varias incógnitas, de...
"Ese maquillaje que cubre las imperfecciones de su rostro se asemeja al pequeño castillo de polvo y mentiras debajo de las alfombras...
Pero era una mansión grande, y nadie tuvo tiempo de notarlo"
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El hombre insultó al televisor frente a su rostro entre gorjeos con aliento a alcohol barato, ya que no tenía los medios suficientes para darse lujos como solía hacerlo antes de que ocurriera el segundo peor incidente de su vida.
El primero había sido engendrar un hijo tan idiota con su mujer.
Además, el partido de fútbol estaba teniendo un resultado fatal, y de hecho, el equipo contrario había metido su tercer gol frente a sus narices.
"Lo único que me faltaba. ¡Tengo un maldito hijo bastardo y debo lidiar con más desgracias!" Se quejó revoleando una botella de alcohol en dirección al televisor, aunque estalló en el suelo antes de llegar a destino.
De inmediato mandó a su mucama a limpiar, y entre gruñidos llenos de furia, gritó el nombre de su mujer, pero ella no podía atenderlo en esos momentos, pues su cuerpo estaba tropezando con los muebles de una casa que no era suya, besando unos labios que no eran los de su marido.
El hombre cambió el canal cuando el horrible partido finalizó, y al encontrar la noticia que expresaba que el famoso cantante, Jeon Jungkook, aún continuaba desaparecido, apagó el televisor para volver a gritar el nombre de su esposa, con la sangre hirviéndole a través de las venas que llevaban alcohol en sangre.
"¿Tú puedes creer que ese idiota aún no vuelve? ¡He gastado mucho de mi dinero para encontrarlo y el muy cretino no aparece por ningún lado!" Sus gruñidos se dirigieron a la pobre mucama que limpiaba desesperada ante el miedo de recibir un castigo, dedicándose a asentir, sumado a su lista de temores, el hecho de contradecir al hombre y perder su empleo.
"No le importa su familia. ¡Su madre tuvo que dejar de trabajar para encargarse de llevarlo a sus clases de canto! ¡Es un maldito desagradecido!" Se quejó mientras golpeaba el sillón en el que se encontraba con los puños cerrados.
Pensó de nuevo en su mujer; En realidad ella no había dejado de trabajar para atender a su hijo, más bien, se había dedicado a explotarlo hasta la última consecuencia.
"¡Todo lo que he gastado para que triunfara y así me paga!" Gritó volviendo a nombrar la pérdida de dinero al tratar de encontrar al joven; Dinero que realmente no era suyo, pues pertenecía al sueldo de su hijo.
"Se ve que los golpes de la última vez no han sido los suficientes para corregir al malnacido..."
Se levantó de su sillón aún tambaleando, con la visión doble y un nulo sentido del equilibrio. Salió de su casa para caminar unos cuantos pasos hasta golpear la puerta de la casa contigua como si su vida dependiera de ello, utilizando la misma fuerza que probablemente hubiese concentrado en los golpes que le podría dar a su propio hijo en esos momentos.
