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La música cura

FRAN

Kaden me miraba extrañado mientras yo reía sin poder contenerme, probablemente no había reído así desde hace años, era extraño, se sentía bien. El simple hecho de verlo todo manchado con restos de papas me hacía reír y no comprendía porqué.

—Genial, ahora te volviste loca...

Logré detener mis carcajadas por fin y entonces noté que aún me estaba mirando, pero está vez me veía fijamente, como analizando cada parte de mi rostro.

—¿Qué pasa?, ¿Tengo algo en la cara?—Pregunté haciendo que él bajara la mirada.

—Me quedé pensando, lo siento...

—Pensando, no sabía que podías hacer eso...—solté la frase como si fuera un chiste pero no pareció hacerle gracia, su rostro era inexpresivo, miraba a un punto fijo sin decirme nada.

¿Debía decir algo más?

—Vi que tenías muchos skates en tu cuarto, ¿te gusta coleccionarlos?—me atreví a preguntar y él levantó la mirada para llevarla a mis ojos.

—Si, de hecho colecciono todo lo que me gusta.

—¿Me enseñarías?—pedí, yo quería aprender desde hace mucho, veía a Amiel hacer trucos y me encantaba, luego llegó Lans, quién dominó el skate en menos de un mes y luego estaba yo, que a pesar de que me enseñaron nunca logré hacer trucos, ni mantenerme en pie más de dos minutos. En mi defensa, era mucho más difícil de lo que parecía, la patineta salía volando siempre, no era mi culpa que no se quedara quieta.

—¿En verdad quieres aprender?—Kaden estaba muy entusiasmado con mi propuesta, había un brillo en sus ojos que no había visto antes.

—Claro, si es que quieres enseñarme...

—Vamos, buscaré un skate para ti.

Lo seguí hasta el fondo de los pasillos, hasta su habitación.

Él entró decidido a escoger una patineta, tardó unos segundos en elegirla y finalmente la tomó.

Salimos del inframundo y nos topamos con la calle, iluminada por faroles a cada esquina, vacía como siempre y bastante fría.

—Bien, primero, súbete, te sostendré para que no te caigas.—dijo poniendo la tabla en el piso. Yo posicioné mis pies donde se supone que debían estar, no sabía que debía hacer, pero conocía las normas básicas. El tomó mis brazos, sujetándome con fuerza para no caer.  Su cabello negro bailaba con el viento de la ciudad. Anteriormente me veía sobre esa azotea, a punto de lanzarme, dispuesta a morir, pero luego estaba intentando aprender algo, teniendo a un chico hegemónicamente hermoso sosteniéndome, todo era irreal.

—¡Si me caigo te mato!—exclamé.

—Calla y aprende, ahora, voy a soltarte, así que debes impulsarte, un poco, no mucho, y luego vuelve a subir el pie a dónde te dije.

—¡Me caeré!, ¡Kaden!, ¡me voy a caer!—el chico comenzó a soltarme poco a poco y yo empecé a tambalear.

—Inténtalo, deja de ser tan cobarde.

Su maldito comentario me hizo enojar, no se si fue por enojo, por orgullo o por demostrar que no era cobarde, la cuestión es que me impulsé con más fuerza de la debida y la patineta salió volando hacia delante, al igual que yo hacia atrás. Sólo vi a Kaden intentar atraparme, pero fue muy tarde, ya estaba en el suelo.

Mis manos sangraban y mi cabeza tenía un golpe que difícilmente podría olvidar.

—Eres pésima en esto.

El show de los fenómenosWhere stories live. Discover now