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Desesperación 

KADEN

Iba a golpearlo, iba a molerlo a golpes sin piedad, sin importarme que fuera a golpearme también, solo quería que la soltara. 

Estaba a punto de hacerlo, pero entonces, dos brazos me tomaron por la espalda, tardé en darme cuenta de que se trataba de Seka y Mateo impidiendo que hiciera una estupidez.

—¡Suéltenme ya!—exclamé, estaba lleno de ira, pero ya no era porque él haya agarrado muy fuerte a Fran, era cólera acumulada de años enteros.

No intentaba excusarme con tonterías del pasado, había acumulado mucha ira esos últimos meses, pero no eran solo contra Amiel, él solo fue el desafortunado estorbo en mi camino que me hizo explotar.

Supuse que entre tanto escándalo, los padres de Fran, decidieron salir a ver que sucedía. El portón se abrió de par en par y por el salieron dos personas, de edad avanzada, con el pijama revuelto como si se acabaran de levantar.

—¿Qué sucede aquí?—preguntó el hombre al ver a un grupo de personas molestar a sus hijos en la noche.

—Es ella papá, se junta con estos delincuentes, con este tipo—me señaló y el hombre pasó a mirarme a mi.—Es un criminal, ¡una persona peligrosa!.

—¿Qué mierda dices?, ¡no me ha hecho nada!, ¡Me trajo a salvo a mi casa!, ¡eres tú quien está lastimándome!—Fran explotó y tironeó de su brazo para zafarse, sin embargo, al estar mojada, sus pies resbalaron en la acera y su cuerpo cayó al suelo.

—Francesca... ¿Qué... Son esas marcas?—la madre habló por primera vez. Ella veía directamente al abdomen descubierto de la muchacha, que por la caída había quedado sin camiseta que lo cubriese. Estaba lleno de marcas, circulares y rojas, algunas más que otras. Me quedé mirando por un momento intentando descifrar que eran, hasta que lo entendí. Mi hermana tenía muchas de ellas también, incluso yo las tuve por un tiempo. Son marcas de quemaduras por cigarrillos.

Ella... ¿Se quemaba a si misma?

—Son... ¿Fran?—Amiel habló de pronto, al mismo tiempo en que Fran se levantaba y tapaba sus marcas.

—No es lo que piensan, ¡no es eso!, Lo juro...—la chica mentía descaradamente, pero tanto ella como nosotros sabíamos que nadie le creía.

—Te irás con tu tía, al campo, Amiel, trae su maleta, nos iremos ya mismo—su padre soltó nada más que palabras frías, no estaba mirando a su hija, la estaba ignorando.

—¡No!, ¡Papá no quiero ir allá!—Oi a Fran sollozar, veía sus lágrimas comenzar a salir. Esto era algo privado, teníamos que irnos, pero... ¿Debía dejarla?

—Papá, no creo que sea bueno, solo castígala, no la envíes ahí, en verda—el viejo miró a Amiel y este cerró la boca de golpe.

—Tu madre había preparado una maleta por si algo de esto pasaba, planeaba mandarte al campo por lo que resta de las vacaciones, así dejarías de pensar en estas tonterías, pero ahora veo que es totalmente necesario, ¡estos delincuentes no te hacen ningún bien!

—¡Eh!, ¡no somos delincuentes!—Rasha gritó desde el otro lado de la calle.

—¡Eso!—acompañó Seka.

—¡Cierren la boca!—ordenó Mateo y esta vez tenía razón.

Lo mejor era que se callaran.

—papi no es necesario... ¡En verdad!, ¡no actuaré así de nuevo!—Fran lloraba, no sabía porqué, pero ese lugar debía ser demasiado malo para que ella no quisiera ir con tanta intensidad.

El show de los fenómenosWhere stories live. Discover now