Capitulo 12

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Los siguientes días fueron completamente diferentes a los que había vivido en ese lugar hasta ahora. Finalmente me atreví a abrir los libros que decoraban las estanterías del saloncito particular de Vassago, puede que en esta ocasión lo que me aventuraba a romper otra de mis promesas —un detalle que prefería olvidar y disfrutar de la relación... fuera cual fuera... que tenía con el demonio— y destrozar algunos de los valiosísimos libros, era el hecho de que necesitaba saber qué suponía ser presentada en sociedad tal y como Vassago había dicho y no había querido dar ningún tipo de explicación, desapareciendo al poco rato, justo cuando recordé que tenía que comentarle lo de la extraña voz en mi cabeza —más que por otra cosa, porque dudaba que fuera a sobrevivir mucho si quien fuera quien lo hacía seguía comunicándose conmigo de esa manera—.

No encontré nada de lo que buscaba, o más bien había pocos libros que estaban en mi idioma, aunque seguí ojeándolos gracias a las ilustraciones que tenían algunos de ellos, la mayor parte sobre dragones o antiguas reliquias que debían haber pertenecido a sus antepasados.

Azebel tampoco se convirtió en la mejor compañía que podría tener. Desde el primer momento que apareció me miró con la misma expresión que solía usar Eisheth, lo que significaba que no íbamos a convertirnos en amigas intimas —si no hubiéramos sido de razas o mundos diferentes, se entendía, por supuesto—, y tras hacerme un repaso de arriba abajo y tragarse su opinión personal, no sólo se limitó a traerme la comida en unas bonitas bandejas, sino que convirtió el baño en una delicia de olores y espumas extrañas, insistiendo en lavarme el cabello —o intentando dejarme calva por la manera que lo frotaba—, tras negarme contundentemente a que fuera ella quien me enjabonara dentro de la bañera.

Comencé a sospechar inmediatamente del propósito de esa absurda dedicación en mi persona desde el primer momento, pero cuando la encontré tratando de hacerme vestir extrañas ropas que distaban de parecerse a lo que estaba acostumbrada a llevar en mi mundo, no tuve ninguna duda.

Pero lo peor fue cuando apareció Vassago y se dio cuenta rápidamente del cambio, del perfume que impregnaba todo mi cuerpo y de mi cabello aún mojado por culpa de Azebel que tras lavarlo se había esmerado especialmente en peinarlo y estaba segura que no se había ido satisfecha del resultado.

Vassago se había detenido en la puerta, completamente mudo y con una ceja levantada, observándome. Yo me había cruzado de brazos, fastidiada, y él había decidido tener la consideración de ser el primero en desviar la cabeza con una sonrisilla burlona en sus perfectos labios. ¡Tan irritante!

Al menos ninguno de los dos había dicho nada al respecto y tampoco ninguno de los dos había intentado explicarle a Azebel que yo no era la amante de Vassago y que podía ahorrarse esos tratamientos de prepararme para la satisfacción personal del demonio.

Tampoco volví a escuchar nada dentro de mi cabeza.

—¿Otra vez aburrida?

Me aparté levemente de la ventana y giré el cuello para ver moverse a Vassago hasta donde me encontraba. Durante todo el día esperaba impaciente esos momentos, cuando el demonio acudía a visitarme. Me gustaba su compañía, incluso aunque su presencia fuera silenciosa. Algunas veces se sentaba y se ponía a leer y muy pocas veces me hablaba de él o de su mundo.

—Azebel no me deja tiempo para eso.

En mi tono se evidenciaba lo que me molestaban las sesiones con la demonio pero Vassago fingía que no se daba cuenta. Se detuvo a mi lado y miró el exterior un momento antes de levantar la mirada hacia el cielo.

—Quiero mostrarte algo.

—¿Algo como qué?

También había aprendido a ser desconfiada.

Desire (Silence 2)Where stories live. Discover now