Capitulo 10

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El infierno no era como lo había imaginado. Después de cinco días dentro de ese día interminable, sin que un atisbo de oscuridad me marcara la noche o el momento habitual de descanso, mi cuerpo había terminado cediendo al cansancio, o puede que simplemente lo hubiera hecho al aburrimiento. En aquel lugar era imposible averiguar en qué momento del día me encontraba. La luz ni siquiera menguaba un instante a lo largo de lo que suponía era un día completo o mis conocidas veinticuatro horas. En cinco días había comenzado a distinguirlas algo gracias a las puntuales comidas que Vassago traía para mí, todas ellas en preciosas bandejas ornamentadas y donde me seguía imposible averiguar qué ingredientes contenían los llamativos y delicados platos con aquellas extravagantes decoraciones.
—¿Qué es lo que tiene? —Había preguntado el primer día, revolviendo la comida con el tenedor.
—Es sólo comida.
También había descubierto que Vassago no era muy hablador; al menos no conmigo, y tenía esa insufrible capacidad para dar por hecho que nadie discutiría sus palabras, incluso aunque no respondiera realmente una pregunta. Y también descubrí que yo tenía la capacidad de dejar correr las cosas, no insistir —ni siquiera cuando deseaba golpearlo con algo—, por lo que después de cinco días seguía sin saber lo que realmente estaba comiendo —y deseé con todas mis fuerzas que fuera algo que mi conciencia humana pudiera soportar—.
Vassago no comió ni una sola vez conmigo.
—¿La hora?
Tras cinco días de aburrimiento y haber descartado la intención de pasar horas ojeando algunos de los antiquísimos libros de la biblioteca del demonio, tal vez porque la primera impresión, cuado un extraño polvillo salió de las primeras hojas del único libro que había tomado entre mis manos de llamativa cubierta negra, como si las hojas comenzaran a deshacerse entre mis dedos, no había sido la mejor, me había dado cuenta de que no tenía nada que hacer en un lugar donde mi acceso quedaba restringido fuera de una habitación —amplia, sí, pero no dejaba de ser una habitación después de todo—, que realmente eso no era lo que yo había querido y pretendido al pedirle a Vassago que me llevara con él.
—Sí, ¿qué hora es?
Vassago dejó la bandeja sobre la mesa y se apartó, sólo dos pasos hacia atrás. Siempre hacía eso. Levanté la mirada hacia su rostro.
—¿Te refieres a la hora humana?
Me encogí de hombros.
Era increíble que aquel hombre siempre tuviera esa expresión tranquila, como si nada fuera capaz de perturbarle. ¿Sería así? Lo había visto sonreír maliciosamente, un instante, pero Vassago no me había dado la oportunidad de tener otra conversación como aquella.
—Me da igual. ¿Qué hora es aquí?
—Aquí no hay horas.
—¿No hay horas?
—No.
—¿Y cómo sabéis qué momento del día es? —¿De verdad no tenían relojes?
Vassago no se dio prisa en responder.
—¿Qué importancia hay que sea un momento u otro? Lo que se ha de hacer, se hace sin importar el momento.
Le devolví la mirada.
—Ya...  de alguna manera es una respuesta que me recuerda mucho a las de Belial.
—No se trata de si te recuerda a él o no, señorita Brooks...
—Alisson.
—... es la única respuesta que se podía dar.
—¡Como no!
—Hoy estás especialmente elocuente, señorita....
—Me aburro —solté. Si seguía escuchando el señorita Brooks ya no sólo iba a volverme loca, sino que iba a terminar cometiendo un asesinato, o puede que lo único que consiguiera fuera cometer suicidio dadas las diferencias visibles en cuanto a fuerza y poder.
—¿Qué esperabas al venir a mi mundo?
¡Oh, sí, sí! Era mi culpa por haber sido irracional e infantil y haber pisoteado mi orgullo para encontrarme atrapada en un mundo sin hacer absolutamente nada.
—¿Fiestas desenfrenadas y caos infernal?
Vassago enarcó una ceja. Seguía tan inmóvil como una estatua.
—Si era lo que esperabas, siento decepcionarte, señorita Brooks —¡ya lo hacia por molestar! —, eso se encuentra más fácilmente en tu mundo que en éste.
Hice un mohín y revolví la comida con el tenedor.
—Al menos podrías comer conmigo —protesté.
—Tengo el deber social de comer con mi familia.
—Tu familia...
—Sí, en este mundo también tenemos familia. Imagino que Belial te habrá puesto al corriente.
—Hm —acepté, separando la comida hacia los bordes del plato—. Me dijo algo, supongo.
—La familia de Belial también está aquí.
Detuve el movimiento del tenedor y levanté la cabeza para mirarlo. Era evidente que había conseguido llamar mi atención. E imaginaba que el demonio lo había dicho para conseguir eso. Vassago era, de alguna manera, escalofriante.
—También me dijo... algo de eso.
—¿Pasaste mucho tiempo con él?
—Algo.
No el suficiente que me hubiera gustado... Suspiré y bajé la mirada hacia el plato.
—¿Puedes responderme a la pregunta sinceramente, señorita Brooks?
Hice una mueca y continué separando la comida hacia los bordes. Sinceramente... ¿qué creía que había estado haciendo ese tiempo cuando abría la boca?
—Claro.
—Me gustaría conocer la verdad de lo que esperabas conseguir o encontrar viniendo aquí? Te avisé que Belial no estaría.
—¿Alguna vez...? Puede que no, pero... ¿alguna vez te has sentido como si no encajaras en el lugar donde estás?
—¿Encajar? —Pude notar como Vassago se cruzaba de brazos—. La culpa de que pienses así la tiene la presencia de Belial.
—No —Levanté la cabeza—. Me sentía así antes de conocerlo a él. Mi existencia pareció tener un significado cuando supe que no sólo habían humanos a mi alrededor... ¿cómo decirlo? Hizo que me hirviera la sangre, que mi monótona existencia tuviera un significado, una finalidad...  Sentí la adrenalina recorriendo mi cuerpo por primera vez... Me sentí feliz y completa.
Me sentí viva al fin.
Vassago me miró con la misma expresión durante unos segundos, sus fríos ojos fijos en mi rostro, la misma postura rígida, con la espalda y la cabeza erguida y esa mirada hermosamente imperturbable que no dejaba adivinar lo que estaba pensando.
—Eres una humana increíblemente extraña —dijo al final, sin que su tono tampoco dejara ver si hablaba en serio o bromeaba.
—Me lo tomaré como un cumplido.
—Ni siquiera sabía cómo pretendía que fuera, señorita Brooks.
—Ja, ja.
—Como comprenderás, me resulta increíble que haya un humano agradecido porque existan monstruos a su alrededor.
Lo miré sorprendida unos segundos e hice una mueca pero no pude evitar sonreír y me aparté el pelo, dejándolo detrás de las orejas antes de bajar la cabeza.
—No deberías estar tan acomplejado —musité, tratando de disimular la sonrisa—, monstruo es una palabra muy fuerte, en realidad no estás tan mal.
—¿Oh? —la voz de Vassago no cambió—, ¿eso sí debería ser un halago... señorita Brooks?
¡Lo había estado haciendo por molestar todo ese tiempo! Levanté la cabeza fastidiada y le lancé una de esas furibundas miradas capaces de retroceder a un orco —ahora que lo pensaba... ¿esos también existían?— pero lo único que cambió de la expresión impertérrita del demonio fue la manera en la que entrecerró suavemente sus ojos. Me crucé de brazos molesta.
—Lo de mi nombre una norma, ¿eh? —gruñí—, puedes irte al infierno.
No necesité volver a mirar a Vassago para darme cuenta de lo que acababa de decir. Cerré con fuerza los ojos y maldije mentalmente. ¿tan difícil era mantener la boca cerrada?
—¿Dónde...?
—Ya, ya, lo sé —le interrumpí, levantando una mano y pretendiendo sacudirla frente a su cara para que dejara el tema. Me había dado cuenta yo sola de lo que acababa de decir, no necesitaba ningún comentario burlón para hacerme sentir más miserable.
—¿...crees que estamos?
—¡He dicho que ya lo sabía!
Y cometí el peor error de mi vida: levantar la cabeza, abrir los ojos y mirarlo.
 Estaba sonriendo.
No era nada especial; no es como si no hubiera visto sonreír a un demonio antes y Belial tenía la facultad de hacerme olvidar de la función de respirar con frecuencia, pero no había contado con que esa sonrisa apenas perceptible en sus labios consiguiera alcanzar la impertérrita mirada helada de ese hombre y mucho menos con que mi corazón comenzara a latir de esa manera.
Bajé la cabeza azorada y continué moviendo la comida sin probarla.
—Tengo que irme.
No respondí. Me limité a seguir escuchando los fuertes latidos de mi corazón mientras Vassago pasaba cerca de mí y su esencia me impregnaba al punto de marearme. Sólo cuando dejé de oír sus pasos y la habitación se quedó completamente en silencio, me aventuré a levantar otra vez la cabeza y aparté el plato con la comida sin tocar.
Aquello era malo.
Me levanté sin ganas y me acerqué a la puerta, haciendo el mismo movimiento con la mano que tantas veces había visto hacer a Vassago y me sorprendí al comprobar que la puerta se abría sin ningún problema, sin que algún extraño conjuro mágico lo impidiera o un simple cerrojo tradicional bloqueara mi salida fuera de ese cuarto.
No lo pensé, posiblemente si me hubiera tomado unos segundos a pensarlo nunca me hubiera atrevido a salir de esa habitación, pero no le dediqué ni esos escasos segundos a pensarlo. Estaba disgustada, aburrida y me sentía demasiado inquieta como para no hacer nada.
Asegurándome de que no hubiera nadie por el extraño corredor cubierto por una eterna alfombra de color ocre, me aventuré a sacar algo más que mi cabeza de la habitación y casi di un vuelco cuando la puerta de la habitación de Vassago se cerró a mi espalda. Giré el cuello y miré asombrada el extraño relieve que marcaba toda la superficie de la puerta desde ese lado. De alguna manera pensé en el colgante que Belial había perdido una vez, la piedra que Vassago me había arrebatado en Francia y gracias a la que había podido volver a verlo... Aparté rápidamente la cabeza y me centré en la pared del otro lado. No era el momento de comenzar a deprimirme ni a divagar en mis pensamientos. ¡Estaba en el infierno! Sonreí como una tonta al pensar en ello y tras sacudir la cabeza comencé a caminar por la cómoda alfombra, alejándome de la puerta.
El corredor era interminable. Por más que andaba no parecía tener un final, una bifurcación a la derecha o a la izquierda, unas escaleras a un lado o al otro o qué se yo, al menos un agujero en el suelo donde poder meter la cabeza y ver algo diferente. Sí, comenzaba a agobiarme en ese lugar; hasta hubiera matado por un reloj en el que consultar el tiempo que había dedicado a andar. Ni siquiera había otra puerta, sólo la habitación de Vassago y ese largo pasillo iluminado por las simétricas lámparas que caían de un techo que mis ojos no alcanzaban a ver.
Sentía curiosidad y de alguna manera, el miedo que había sentido al comenzar a caminar, parecía haberse disipado, como si ya hubiera perdido la esperanza de que alguien fuera a aparecerse allí y verme. No sólo era un lugar extraño, sino que me hacía sentir terriblemente sola. Comenzaba a añorar el jaleo de Frenys y eso hacía que todo pareciera aún más terrible.
Me detuve de golpe y miré a mi espalda. ¿Eso había sido un ruido? Intenté escuchar con más atención, dándome cuenta que el silencio que reinaba en aquel espacio cerrado era absoluto. Genial, ya comenzaba a escuchar alucinaciones. Me giré de nuevo y miré al frente, al mismo paisaje que me recibía si me daba la vuelta y suspiré, decidida a seguir un poco más antes de regresar. Total, tampoco es como si tuviera algo mejor que hacer en la habitación.
"¡Humana!"
Me quedé completamente inmóvil. Esa voz otra vez atravesándome la cabeza como si fuera un cuchillo. Lentamente me llevé la mano a la cabeza y la apreté con fuerza.
"¡Humana!" repitió la voz, obligándome a sentir de nuevo como algo me destrozaba la cabeza.
Me encogí de dolor, esta vez apretándome la cabeza con las dos manos y me apoyé bruscamente en la pared, golpeando mi cuerpo mientras esperaba a que el dolor desapareciera. ¿De verdad había pensado la primera vez que era una casualidad? Me hubiera echado a reír si no me hubiera estado martilleando de esa manera la cabeza.
Vale, de acuerdo, alguien de aquel mundo sabía que estaba allí aparte de Vassago. No había otra explicación...
No tuve tiempo de seguir reflexionando sobre mi recién descubierta habilidad de comunicación —o la habilidad de alguien más, ya que era alguien quien ponía las palabras en mi cabeza, no al revés y ya puestos, también podía añadir lo que molestaba que lo hiciera—, de la nada —literalmente, ya que no vi nada por lo que pudiera haber salido, ya que estaba segura que había atravesado simplemente la pared, justo al lado donde yo me encontraba apoyada—, apareció una chica que me miró con la misma cara de sorpresa que debía estar poniendo yo, aunque por la graciosa manera en la que ella mantuvo la boca abierta, observándome sorprendida en sus bonitos ojos almendra, imaginaba que la forma de la expresión sí debía ser bastante diferente. Dudaba que yo pudiera ofrecer una imagen tan hermosa en ese mismo estado. Ese era uno de los motivos en los que se agradecía no tener un espejo en la pared de enfrente.
Y también fue ella la más rápida de reacción, cerrando sus labios y enderezándose con una elegancia inhumana. Yo también lo hice, pero sin la misma rapidez —y sin la misma gracia—, y cuando traté de pensar en algo para decir y explicar mi presencia en ese lugar —algo bastante difícil, por cierto—, la chica volvió a desaparecer —literalmente también—, por el mismo lugar por donde había aparecido —la pared—.
—No... —puede ser.
Miré un segundo el lugar donde la chica había estado y apartando las manos que aún seguían en la cabeza —y de las que ya me había olvidado completamente—, comencé a tocar vacilante la pared en busca de, tal vez, algún mecanismo secreto que activara la puerta —o lo que fuera— sin encontrar absolutamente nada. Después  miré hacia el camino que había recorrido desde la habitación de Vassago y maldije antes de comenzar a correr hacia allí.
Una vez. Sólo me había aventurado fuera una vez en ese extraño pasillo y había tenido que ocurrir algo así. Ya ni siquiera me preocupaba el hecho de que alguien me estuviera torturando mientras se comunicaba conmigo atravesándome la cabeza con lo que parecían ser alfileres hirviendo, sino que otro demonio me había visto y prefería no pensar en lo que iba a ocurrir cuando comenzara a gritar que había un humano en ese lugar... Un pensamiento aterrador pasó por mi cabeza en ese momento. ¿Qué era lo que hacían normalmente con los intrusos en ese mundo?
—¿He sido demasiado amable contigo, señorita Brooks?
Aunque no hubiera reconocido su voz o la forma de tratarme, su aroma me rodeó intensamente, mareándome. Contuve la respiración y me detuve de golpe, completamente congelada, sin atreverme a darme la vuelta y comprobar que la mirada de Vassago era tan peligrosa como lo parecían sus palabras.

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Capitulo corto, que no me va a dar tiempo de subirlo antes de irme a la cama como he prometido xD Aviso que la historia está sin revisar, a lo que me refiero es que posibelemente algunas cosas cambien, incluso habrá cosas que quite y añada. Sólo es un borrador de la historia, pero avisaré cuando haga los cambios :)

Muchas gracias por leer, votos y comentarios ^^

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Desire (Silence 2)Where stories live. Discover now