Capitulo 13

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Algunas veces me he preguntado qué fue lo que me impulsó a terminar en aquel mundo. ¿Mi desesperación por volver a ver a Belial? ¿El deseo de transformar en algo más mi tediosa vida, una vida que no encajaba en los estándares que se me exigía? Ahora todo aquello parecía muy lejano. Independientemente de muchas cosas que me molestaban, detallitos que conseguían despertar en mí una vena homicida —algo que trataba de controlar, sobre todo con la demonio—, estaba donde había querido —aunque sin Belial, un detalle difícilmente posible de olvidar—, pero más que viva o satisfecha, a medida que el tiempo pasaba, lo que me sentía era agotada. Tantos altibajos en mi humor me estaban matando. Ya no sentía la misma necesidad arrolladora de volver a ver a Belial, la necesidad aplastante de que sin él mi vida no seguiría existiendo, convirtiéndome en una muerta en vida. Durante mis días allí había conseguido calmar, no, más exactamente paliar mis deseos de pertenecer a otro mundo, a cualquiera de ellos, era como si la obligación de estar encerrada en esa habitación, sin más compañía que la de la silenciosa demonio —a quien había dejado seguir enjabonándome el pelo hasta el punto de admitir que hasta yo lo veía diferente—, y la de Vassago, alguien a quien había empezado a odiar únicamente porque me gustaba. O puede que lo odiase porque sabía que lo que sentía por él no eran más que las hechizantes emociones que le producían a cualquier humano.

Pero daba igual como me sintiera; tanto si quería irme, como si no. Después de esa noche que para mi se planteaba terrorífica, tendría dos días para disfrutar al fin de ese mundo, de empaparme de sus costumbres y dada mi reacción por Vassago, imaginaba que terminaría enamorada de todo demonio que se cruzara en mi camino —pero aún tenía que sobrevivir a esa noche para preocuparme por mi dignidad ante aquella desagradable situación—.

—¿De verdad me puedo poner esto?

Cogí el vestido que la demonio había traído y había dejado sobre la cama, tratándolo con tanta delicadeza que temí que si yo lo tocaba pasaría igual que con los libros; que se desharía.

—Lo ha pedido Vassago especialmente para ti.

Esos eran los detalles que hacían que odiara a Vassago.

La demonio me lanzó una mirada de evidente reprobación, ya fuera por mí, ya fuera porque no veía bien que yo fuera a llevar un vestido así —y siendo honesta, ni yo misma me sentía segura de cómo iba a quedar con algo tan fino y delicado—, o, tal vez, por ambas cosas.

—Es hora de que comiences a prepararte.

No puse ninguna objeción por una vez, temía no ser capaz de ponérmelo correctamente entre tanta capa de tela y permití que la demonio lo metiera por mi cabeza y cayera al suelo con un ruido agradable, rozándome las piernas desnudas con el tul de seda y seguí inmóvil mientras ella terminaba de acomodar los pequeños tirantes de un tono oro oxido, del mismo color que los adornos en satén que se entrelazaban en tiras en toda la falda y los extremos del corpiño, un color que resaltaba con el marfil de toda la base del vestido y las capas también de tul de seda que se encontraban en el interior.

—Es... bonito —murmuré, deseando acercarme al espejo de pie alto que Azebel había traído antes de acercarme el desayuno y ver cuanto de espalda quedaba al descubierto.

—Espera.

Me giré para ver como la demonio se acercaba a la cama y cogía la caja de madera lacada en negro que había dejado con la misma delicadeza que el vestido y la abrió, sacando varias cadenas, pulseras y demás abalorios del mismo color oro oxido que los adornos del vestido y me quedé embobada mirándolos mientras se acercaba a mí y comenzaba a colocarme las pulseras y los anillos frunciendo cada vez más el ceño.

Desire (Silence 2)Where stories live. Discover now