Escena 7: Junio, segundo viernes

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Cuando el río suena, es porque piedras trae.

La abuela de Maggie le explicó una vez que las mujeres suelen ser menos arriesgadas que los hombres. Se espera que piensen mucho las cosas antes de lanzarse al río, que estén muy seguras de que la decisión que toman no signifique grandes riesgos. Maggie había leído una vez, en una revista, que los hombres sólo tienen que estar seguros de una respuesta en un 30% para lanzarse a darla y que las mujeres esperaban un seguro 60% y por eso levantaban menos la mano en una clase.

Su abuela tenía la intención de que ella no fuera así y celebraba cualquier riesgo que tomara. Por eso Maggie no temía levantar la mano y preguntar, cuestionar a un profesor o irse a los golpes. Excepto con la Javi, claro. Es que la Javi le doblaba en tamaño. Y una cosa era ser arriesgada y otra suicida. Pero estuvo muy cerca. Si Mati no le hubiera dado una excusa para retirarse de eso, lo habría resistido con la frente en alto.

Mati, en ese sentido y en muchos sentidos, era su talón de Aquiles. Cuando se trataba de él sus niveles de riesgo disminuían, y la necesidad de seguridad alcanzaba como un 90%

Maggie también tenía la teoría de que, las mujeres tenían una alta tolerancia al ruido mental, y que, si algo le empezaba a generar tanto ruido que no podía acallarlo, el asunto era verdaderamente ruidoso.

—¿Santiago te ha preguntado por Dana?

Mati se removió incómodo, despegó su vista de la película que estaban viendo y le dirigió una mirada de precaución.

—N-no, ¿p-por qué lo haría?

A nadie la respuesta le habría parecido convincente. Maggie que estaba en su faceta desconfiada, no era la excepción.

Mati lo sabía. Lo supo en cuento encontró esa mirada, clavada en la suya. La mirada de tener algo entre manos y no querer soltarlo.

En vista de que la conversación parecía importante, pausó lo que miraban.

Maggie tenía la espalda apoyada contra el reposabrazos del sofá. Se había sentado con los pies sobre el sillón unos 15 minutos atrás y desde ese extremo le miraba.

—Bueno, te sacó la historia de Dana con su ex ¿o no?

Mati rio más aliviado de que ese fuera el tema.

—Bueno, eso no fue tan así —explicó—. Creo que sólo estaba interesado en molestarte a ti. El asunto no era sobre Dana. Ya sabes cómo es. Quería poner una calificación intermedia por la asistencia a las clases de desarrollo del trabajo. Al final lo de Dana se lo conté para que las dejara en paz.

Maggie se tomó un segundo para evaluar esa respuesta.

—¿Y eso lo calmó?

Asintió enérgico.

—¡Ufff! —fue la respuesta que consiguió.

—¿"Ufff"? —preguntó desconcertado—. ¡"Ufff" no!, ¿qué pasó?

Maggie ocultó la punta de sus pies bajo las piernas de Mati, esperando así aplacar el frío que le estaba ganando y darse tiempo de ordenar sus ideas.

—Nada, es sólo... No sé... Tuve esta conversación, hoy en la tarde, con una compañera y me insinuó que Santiago tenía un interés especial por Dana. Y no sé qué pensar sobre eso.

Maggie había pasado a buscar una fotocopia para una prueba de epistemología que tenía el miércoles y se había encontrado en la cafetería con Alicia, una chica de Administración que era su compañera en Análisis. Se saludaron, porque además Ali era una frecuente en los bares y tocatas, donde Maggie pasaba algunos fines de semana y un par de veces habían coincidido ahí.

Le dicen El DemonioUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum