Capítulo 2: Marzo, segundo lunes

16K 926 98
                                    

La tienda de comida rápida, donde pasaba la mayoría de mis días se llamaba "Ricos y sabrosos". Lunes, miércoles y viernes tomaba el turno de la mañana de 7:00 a 15:00 horas, martes y jueves de 15:00 a 20:00 horas.

Me pagaban lo mismo por cualquiera de los turnos, pese a que los martes y los jueves trabajaba menos horas. Los horarios punta eran a las siete y media de la mañana, 13:00 horas y 18:30. Fuera de esos horarios, tenía mucho tiempo para estudiar.

Habría sido un trabajo ideal, si mi cabello no hubiera olido siempre a fritura. Un precio a pagar por ganar bien y por tener un trato digno. Mi jefe, era un hombre mayor agradable, que me trataba con más gentileza de la que sentía merecer.

—¡Vieja de...! —gritó Lina por el altavoz del celular. Las palabras se le atoraron en la boca—. Uff, ohhmm, respira, respira Lina... uno... dos...

—See, yo igual me sentí así, pero...

—No, Dana, no puedes permitirlo.

Lina ya había recuperado la calma frente a la primera impresión y ahora ocupaba su certeza habitual, para aconsejarme.

—Todas estas cosas tienen solución. El error es de la universidad. Ella tiene la obligación de hacer algo para repararlo. Que mueva su... pequeña humanidad y llame a alguien que lo arregle a nivel central.

Suspiré resignada.

Ya había descargado mi horario y los primeros archivos de contenido.

Análisis Cualitativo de la Estadística

Código A5S9A203A118

Lunes de 19:00 - 20:30 (SALA 203)

Jueves de 22:00 - 23:30 (SALA 118)

Docente: Santiago Arnau

—Si estuviera allá... ufff.

Sonreí con nostalgia. Si hubiera estado, habría ardido el infierno. 

Pero no estaba.

—Al menos habría sido divertido. Podríamos hacer la tesis juntas.

—Pucha Dana, lo siento. Sabes que...

Reí para distender el ambiente.

—No seas tonta, Lina, tienes que hacer lo que tienes que hacer. Yo estaré bien.

—Así espero...

No se oía convencida.

—Tú dedícate a aprender tus asanas o como se le diga... —Lina soltó una carcajada— y yo pasaré este ramo. La estadística nunca se me ha dado mal y este año tengo menos ocupaciones en mi cabeza.

Mi amiga se tomó más tiempo para responder. Si la conocía bien, estaba preparándose para preguntar por algo que le incomodaba.

—¿Has sabido algo de Paula?

Tema complicado.

—No mucho. Le envié un par de mensajes en verano. Fue mas bien escueta. Estaba muy ocupada con las actividades de grupos juveniles. Mi último mensaje no lo contestó.

—Mmm... —suspiró—. ¡Qué ridícula! Si el problema es conmigo, no sé por qué se las agarra contigo.

Hay cosas en la vida que son difíciles de revelar, porque explicarlo significa un ataque al orgullo personal. Paula y el término abrupto de nuestra amistad, era uno de esos temas. Lina estaba convencida de que ese asunto tenía que ver con la pelea que ambas habían tenido, antes de que ella se volviera a su ciudad natal de manera definitiva. Yo sabía que no era así.

A decir verdad, podría haber seguido alimentando esa idea, pero no creía que Lina mereciera cargar con una culpa que no le correspondía. Ya cargaba con suficientes culpas que no le correspondían.

—No es eso, Lina. No tiene que ver con la pelea de ambas. Es algo entre nosotras, que se venía arrastrando hace tiempo.

Lina me devolvió un suspiro de comprensión.

—Me imagino hacia dónde va el asunto. ¿Es por el tema de los ex?

—Seee...

—No pensé que fuera tan grave. O sea, me había dado cuenta que te mosqueaba, pero...

—Es que, a veces, más que su amiga, me sentía su cruzada personal para redimirse o... no sé cómo explicarlo.

—Te entiendo, Dani.

Había un segundo tema que estaba segura que Lina quería tocar, pero ya había sido suficiente catarsis por un día.

—A lo que nos convoca —zanjé.

—¿Cómo vas a pasar Análisis?

«Qué buena pregunta»

—Más importante que eso —señalé.

—¿Más?

—He escuchado que el profe es guapo. ¿Qué sabes de eso?

—Sexy, escuché yo, jojojo.

—Al menos, recrearé la vista —retruqué y levanté las cejas repetidas veces, pese a que mi amiga no me veía.

La campana de la puerta sonó, anunciando un cliente.

—Viene alguien, hablamos después.

—¡Hablamos!

Lina cortó.

En uno de mis primeros trabajos como cajera, la dueña del local me sometió a un intenso entrenamiento la primera semana. Aparte de explicar lo básico de la contabilidad y reposición de productos, me enseñó a sonreír a todo evento. Ella decía que las sonrisas atraían más clientes que la publicidad más agresiva. Y tenía razón.

—¡Buenas tardes!

Sonreír extensamente. Eso pensé que tendría que hacer, si quería sobrevivir al semestre. No sabía, en ese minuto, qué tan difícil resultaría el proyecto.

 No sabía, en ese minuto, qué tan difícil resultaría el proyecto

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Le dicen El DemonioWhere stories live. Discover now