Capítulo 22: Junio, segundo sábado

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Los secretos pueden ser muy interesantes. Y ese halo de secretos que Santiago Arnau tejía a su alrededor lo hacía particularmente atractivo o quizás era su atractivo, lo que me impedía darle peso a sus secretos. En ese punto de la mañana no estaba del todo segura, ni siquiera entendía por qué mi mente discurría en torno a eso y no en torno al marco metodológico de la tesis, a medio construir.

Más allá de nuestros encuentros y las clases, lo que cada uno hacía el resto del tiempo, no era de relevancia. Luego de Rearing Mountain nos habíamos encontrado al menos 1 vez cada semana. Dos veces, esos encuentros habían ocurrido después de clases y un par de veces más en el fin de semana.

El día anterior se había realizado una jornada de capacitación para docentes, que les tomaría la mañana y parte de la tarde, por lo que las clases habían sido suspendidas. Santiago me había escrito para preguntar si tenía tiempo después de eso, pero yo no lo tenía. La boda de la Anto me iba a tener ocupada a esa hora. Le respondí, no volví a saber de él. No había nada nuevo en torno a eso. Lo que ocupaba mi mente en ese minuto, no tenía que ver con las razones detrás de su habitual silencio, si no con la energía que estaba gastando en que no me interesara.

«Sólo no le des muchas vueltas al asunto, Dana»

En época de tesis, no hay mucho tiempo para nada. Y lo que quita más tiempo, resultan ser las relaciones con otras personas. Eso es algo de lo que se te advierte. No te enamores, no tengas un novio absorbente, no hagas la tesis con tu mejor amiga de la infancia, menos con tu novio. Romper esas reglas no sólo puede arruinar el último tramo de tu carrera, si no también tu vida personal. ¿Quién me había dicho eso? No estaba segura, pero era algo que todos los estudiantes de último año, sabíamos.

Maggie ya estaba en la biblioteca, cuando llegué a la junta. Se había acomodado en el final del salón y desde donde yo estaba se veía su cabeza platinada, oculta tras la pantalla del laptop. Revisaba algo con el ceño fruncido.

—¿Todo bien?

Maggie me miró, se encogió de hombros e hizo un mohín pensativo, antes de responder.

—La verdad, no lo sé.

Y considerando que estábamos a más de la mitad del semestre lectivo, su respuesta encendió las alarmas.

—¿Por qué? ¿Tienes problemas con algún ramo?

Rio.

—No, no. Estaba leyendo noticias y me puse en modo drama.

—Ridícula -farfullé y suspiré tranquila, mientras me sentaba—. ¿Sobre qué leías?

—Lo típico; corrupción, nepotismo, qué sé yo —respondió evasiva, cerrando el laptop.

Maggie siempre estaba atenta al acontecer político. Yo no era tan asidua. Sole prefería no enterarse de nada que la pusiera nerviosa.

—¿Y Sole?

—Aún no llega. Estuvo en una cena del trabajo de su marido anoche. Me llamó recién y dijo que viene en camino. Se quedó dormida.

Yo igual me había quedado dormida y había tenido que salir sin desayunar para llegar a tiempo.

—Entonces, —le propuse— ¿Qué tal si te regalo un café y luego vemos lo de la tesis? Tengo hambre y no funciono así.

—Uyyy, ¿andas millonaria?

Reí.

—Bueno, ¿quieres o no?

—¡Si! ¡Me encantaría! —bostezó—. Anoche no dormí bien.

Y a razón de esa confirmación, Maggie y yo dejamos la biblioteca y nos mudamos a la cafetería.

Cuando Sole llegó, seguíamos en "modo desayuno". Nuestros intentos por despertar, habían dado paso a un segundo latte y una media luna rellena de chocolate, que tampoco habían dado resultado.

Le dicen El DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora