¿Quién era la propietaria de esa melodía enigmática?
¿Por qué sus manos parecían tan naturales sobre aquel piano prohibido?
La curiosidad y el atrevimiento inundaban el ser de Mura. Sus pensamientos eran audaces pero también contenían un gusto culpa...
Lo primero que rumor al llegar a la academia, fue el escándalo en la fiesta que hubo en casa de Zack. Hablan de como deje a ese chico en ridículo y de cómo Zack paro todo en segundos.
Lucrecia. Lleva dándonos un sermón desde que llegamos, hace más de una hora y nadie le dice nada.
—Ahora pueden irse a sus salones.
¡Al fin!
El auditorio menor se desocupa en segundos y Nora aparece frente a mí.
—Mura...
— ¿Cómo estás? —Me preocupa que aún no quiera contarme lo de la fiesta—. Vamos por un café.
Ella me sigue y yo la abrazo por el hombro para hacer que desaparezca toda esa tensión que se había creado. Después de un capuchino por fin rompo el silencio.
— ¿Todo bien?
—Dilan y yo estábamos normal...—empieza y no la interrumpo—. Él se levantó al baño y a por unas bebidas, luego llego Valerio y me saludo, comencé a buscarte con la mirada pero ya sabes cómo es tu hermano, comenzó a tirarme la onda en broma o eso creo...—agacha la cabeza—. Luego llego Dilan todo histérico y pues me grito que era una perra y una cantidad de insultos posibles más. Valerio le dijo que se callara y pues, Dilan solo comenzó a golpearlo.
Ella se le baja una lágrima y me acerco a abrazarla.
—Ya, tranquila.
—Yo sé que Valerio no quería pelear, él me dijo que esperaba que solo lo golpeara una o dos veces, pero cuando se dio cuenta estaba en suelo siendo atacado por ese idiota—solloza—. Lo siento, no pensé que Dilan fuese así, llevábamos saliendo poco pero no había actuado así, sabes que odio liarme con chicos problemáticos.
—Está bien.
— ¿No estas enojada?
—Contigo no. Pero con ese idiota sí. Y más con Valerio, ¿Cómo puede dejarse dar una golpiza así? —mire la hora en mi teléfono y quedan cinco minutos para mi clase.
—No lose...—Note que se puso nerviosa pero ya yo iba un poco tarde—. Creo que fue porque yo le dije que odiaba las peleas...
—Nora... Eso no se llama pelear, se llama defensa personal—la regañe.
—Lose, y lo siento. Ya hable con él. Solo que...—sonó la campana.
—Al salir me contaras todo y no te escaparas de mí, ¿De acuerdo? —la señale.
—Tonta.
—Tonta tú.
Me despedí y fui directo a mi clase.
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