Capítulo 18 🎬

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El rugir de la moto, el viento en mi cara y sus brazos en mi abdomen me hacen sentir vivo

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El rugir de la moto, el viento en mi cara y sus brazos en mi abdomen me hacen sentir vivo. Quiero que esta tarde sea perfecta para ella y lo he preparado con mucho esmero. Debo admitir que el viernes en la fiesta la pasamos genial, y luego ella intentó seducirme y a mí me costó horrores negarme, pero estaba borracha, eso es suficiente motivo para no dar un paso.

No sé si ha de recordar lo sucedido, no pienso preguntarle nada. Solo quiero regalarle una tarde, un momento inolvidable donde pueda cumplir un poco esos sueños tan sencillos que tiene. Ser una chica normal.

Bajamos de la moto justo frente a la costanera, la estaciono y ella me mira expectante.

—Vamos a dar un paseo —digo y asiente.

El sitio está lleno de personas que se distraen, es sábado de tarde y el día está perfecto. Hay gente caminando, niños jugando, chicos patinando... todos están en lo suyo, sin embargo, todos voltean a mirarnos cuando pasamos a su lado. Dos locos con máscaras verdes caminando por la costa.

—¿Por qué tienen máscaras? No es Halloween —dice una niña pequeña que se acerca a hablarnos.

—¡Ana! ¡Déjalos! —regaña su madre llamándola.

—Somos marcianos —digo y la niña abre los ojos—, no son máscaras, es nuestra piel... Venimos en son de paz.

—¿Van a secuestrar humanos? —inquiere la pequeña—. ¿Es lindo Marte?

—Muy bonito —responde Oriana—, no vamos a secuestrar a nadie, solo estamos de paseo.

—Bueno, pues que se diviertan.

La madre la vuelve a llamar y la niña se aleja risueña.

—Los niños son tan sencillos —dice Oriana mientras mira donde la pequeña llega junto a su madre—, no se complican, todo es tan fácil para ellos...

—Sí, es cierto...

—¿Tú fuiste feliz cuando niño? —inquiere.

—Sí, tuve una infancia bonita en el campo, jugábamos todo el tiempo... sin preocupaciones, días eternos... —recuerdo y ella asiente—. ¿Y tú? ¿Antes de que tu mundo colapsara? —pregunto.

La miro, solo puedo ver sus ojos, pero brillan, parece emocionada.

—Sí, fue corta mi infancia, pero fue bonita... —admite.

—¿Quieres que juguemos una carrera? —pregunto y ella me observa—. Dale, el primero que llega al muelle gana —insisto.

—¿Qué gano si gano? —pregunta.

—Lo que quieras... —respondo y aunque no puedo ver su boca, sé que sonríe—. A la cuenta de tres —digo y ella se alista—. Uno, dos y tres...

Largamos a correr como dos locos en medio de la gente, el muelle está como a unos veinte metros, no es demasiado, pero hay muchas personas y tenemos que esquivarlos.

La vida NO es una película 🎬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora