VIII - Fase 7: Bailar pegados en un compás propio

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[Este capítulo está libre de angst]

Era sábado, dos días más tarde acabaría su "aventura" en aquel lugar, y Agoney se había despertado media hora antes que de normal con ese pensamiento dándole vueltas en la cabeza, porque le jodía infinitamente que, cuando empezaba a sentirse bien allí, se acabase. No porque no quisiera volver a su vida normal, bueno, al menos no del todo, tenía sentimientos encontrados; pero lo que tenía claro es que si las dos semanas hubieran sido como aquellos últimos dos días, todo habría sido completamente distinto, y mucho mejor.

Primero llegó el jueves, tras el día de la pesadilla con Mimi y Ricky, tras los caballos y la conversación con Raoul y Anastasia, tras una noche soñando con la respiración del rubio a centímetros de su cara, Agoney se encontró con un rostro casi desconocido cuando salió de casa.

Tardó un poco en recordar que era el día libre de Raoul y, como Aitana seguía ocupada, le habían pasado el relevo a Javier, así que respiró hondo y luchó contra sus impulsos de ser, como bien le había dicho el enano rubio maldito, gruñón, bastante soportable, encantador de alimañas y también de personas, un cretino; y es que no era que se sintiese peor, al contrario, ver que el chico a lo largo de la mañana cogía algo de confianza con él le alegraba, pero estaba tan acostumbrado a ser otro que se le hacía muy raro, y él siempre huía a su zona de confort cuando se sentía raro.

Pero lo consiguió, casi del todo, o al menos eso decidió cuando el joven se despidió con media sonrisa, quizás un poco falsa, aunque también mirándole como si acabara de pasar la jornada con alguien que no estaba muy en sus cabales, probablemente por culpa de una cantidad ingente de frases que se había dejado a medio decir para no cagarla. Y las que había dicho soltando una especie de risa después.

Puede que la cara que puso cuando Javier le dijo que le gustaba, y mucho, estar allí no hubiera ayudado. Pero no parecía odiarle, eso significaba que, efectivamente, no lo había hecho tan mal.

El resto del día pasó sin pena ni gloria, salvo por el buen rato que pasó con Mireya y Alfred mientras comían, y después llegó el viernes, y Agoney se permitió un segundo, antes de levantarse, alegrarse porque volvería a trabajar con Raoul.

Aunque no fue así.

Aitana había vuelto y le esperaba con una sonrisa de oreja a oreja, expresión que cambió cuando le observó la cara.

—Sé que no somos los mejores amigos, pero ¿tan poco te alegras de verme?

—¿Eh? No, perdón Aitana —carraspeó, acercándose a la chica y dándole dos besos —, me alegro de que hayas vuelto, espero que todo vaya bien.

—Todo perfecto, ocurrió un imprevisto con mi prima y tuve que ir a ayudarla a su ciudad. Pero explícame esa cara de susto al verme.

—Sólo... que no te esperaba.

—Mejor, ¿no? así no tienes que pasar el día discutiendo con Raoul.

—Ya... a ver, bueno, que nosotros —Agoney se rascó la nuca, no tendría por qué explicarle nada, pero supuso que se alegraría al ver que no se llevaba tan mal con su amigo —, o sea... no está tan mal, quiero decir, hemos hablado y-

—Ya, ya, lo sé —le cortó, mordiéndose el labio para no reírse —, he hablado con él, quería ver qué me decías tú pero a este paso estamos aquí hasta Navidad si tengo que sacarte las palabras fluidas.

—Es un poco raro.

—¿Llevarte bien con otro ser humano?

—Llevarme bien con un chaval con el que sólo había discutido y que se rio ampliamente de mí cuando tuve que trabajar con él.

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