XXIII - Fase 4.3: Reafirmarse

589 86 174
                                    

Noemí era, para Agoney, como la señorita Rottenmeier de Heidi.

Estricta, firme, y con convicciones muy bien asumidas; de pequeño habría añadido "bruja" a esas características, unos años después lo había cambiado por "consecuente con sus pensamientos" a los cuáles les había ido encontrando mucho sentido. Ahora mismo volvería a cambiarlo por "la primera persona que hizo que empezara a tomar malas decisiones en la vida", porque sí, fue ella la que le había comprado como regalo de cumpleaños un bonito viaje en crucero y le había dicho que allí encontraría a gente con la que tener una vida como la que alguien como él debía llevar.

Y bueno, puede que también volviese a añadir aquello de "bruja", porque le daba miedo como estaba mirándolos y su primera intervención no había sido para nada acertada a sus oídos.

—Hola, tía.

—Mi niño, pero mira que arrugado vas, normal, a saber lo que te han hecho hacer en ese horripilante lugar —farfulló mientras se acercaba a él y le daba manotazos para alisar su camisa.

—Se ha arrugado por cosas que he hecho por mí mismo, créeme.

"Y mejor no te las cuento porque tampoco quiero que te dé un infarto en nuestro salón" —pensó rememorando por un instante la noche anterior, tragándose la sonrisa que acudió a él.

—Tu tía ha venido porque se ha enterado de que te mandamos a ayudar en el negocio familiar y no le parece bien.

—No le mientas, he venido porque le has mandado a trabajar de granjero. Para ayudar en el negocio familiar podría haber hecho muchísimas otras cosas, en una oficina o desde casa, pero tratando con gente de su mismo nivel o, como mínimo, siendo quien dirigiese el asunto. Pero le habéis obligado a ir a un lugar asqueroso a presentarse como si fuera un esclavo.

—Tía... Sé que al principio suena raro, pero no es todo tan... así como lo ves.

—¿Perdona? —preguntó asombrada porque su sobrino no estuviera dándole toda la razón.

—Que es verdad que primero fui obligado y pensaba lo mismo que tú, créeme, pero después de estar allí estos días...

—Te comieron la cabeza. Le comieron la cabeza al crío —se dirigió esta vez a su hermana y su marido—. Pero bueno, vosotros estaréis encantados, porque es lo que lleváis haciendo desde que es un bebé, metiéndole ideas para que nunca se sienta como quien realmente es.

—Noemí, ya hemos tenido esta conversación muchas veces.

—Sí, y para nada han servido. Con lo que me alegré yo cuando dejó de ser amigo de esos criajos hijos de mi servicio, que manda narices, y encontró un buen círculo... ¿Ahora qué? ¿Vas a dejarlo todo e irte a ser un hippie? Espero que no, y que tus amigos de verdad te hagan recapacitar.

—Tía, ya soy mayorcito para saber lo que tengo que pensar sin que nadie me lo dicte.

—Ay, cariño, pero todos somos débiles y podemos dejarnos manipular... Estarás traumado con lo que hayas vivido en ese lugar, es normal; pero mira, te vas unos días a Milán con las chicas esas y el moreno fuertote, recuerdas lo que es la buena vida, te centras en lo que eres, y se te pasa. Seguro que a ellos les encanta el plan.

—Es que ya no somos tan amigos.

—Bueno... —el comentario no pareció desestabilizarla, apenas se encogió de hombros antes de continuar hablando— Pues te presento a otros, tengo a muchos amigos con hijos de tu edad, y a lo mejor incluso encuentras a alguien especial...

Volver en tiTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang