XII - Recalculando

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No había luz, no había ruido, no había movimiento; el colchón se hundía bajo el peso de su cuerpo y las sábanas se le pegaban a la piel, era raro.

Empezó a escuchar el ruido de la calle que se colaba por su ventana amortiguado por la persiana bajada; voces lejanas, coches, niños jugando, perros ladrando... sin abrir los ojos se sujetó la cabeza, frotándosela para mitigar el dolor que sentía, respiró hondo un par de veces y empezó a separar los parpados.

Su cuarto, tan blanco como siempre aún en la oscuridad, le dio la bienvenida; sus libros en la estantería, su televisión, las cosas de la universidad, fotos de su familia, de sus amigos, de sus viajes... Estaba en casa y de resaca, por un segundo imaginó que todo podría haber sido un mal sueño producto del alcohol.

Se incorporó dispuesto a ir a buscar una pastilla para el malestar y su pie chocó con una de las bolsas de equipaje que no había acabado de vaciar. No había sido un sueño.

Dos golpes sonaron en la puerta de su habitación antes de que pudiera ponerse a pensar.

—Adelante.

Una cabeza asomó por el hueco que dejó la madera al abrirse, después el resto del cuerpo de aquel hombre vestido de uniforme.

—Buenos días, señorito, su madre me ha mandado con una pastilla y un vaso de agua.

Agoney se frotó los ojos y se incorporó para acercarse a Julián. Pensó en las veces que ni si quiera le había saludado, diciéndole sin si quiera mirarle que dejase las cosas en la mesilla, o cuando directamente le había cerrado la puerta en la cara porque había decidido que le molestaba su presencia. Hizo una mueca de desagrado.

Ricky podría tener razón con lo de las ovejas y los lobos, pero eso no tenía por qué implicar seguir siendo un cretino, al fin y al cabo.

Extendió los brazos para recoger lo que el empleado le ofrecía y le dedicó una media sonrisa mientras se tragaba el dolor de cabeza.

—Muchas gracias, Julián.

—Su padre ya salió y su madre está a punto de irse, si quiere cualquier cosa estamos Raquel y yo.

—Perfecto, pero no creo que haga mucho hoy, estoy bastante cansado. Sentarme a ver películas no suena mal plan.

Julián, algo sorprendido porque Agoney parecía volver a tener un mínimo de confianza para hablarle de su vida y no con monosílabos, le devolvió la sonrisa y se marchó para que pudiera terminar de despertarse tranquilo.

Agoney se tomó la pastilla y fue hasta la ventana para subir la persiana, el sol incidió en sus ojos y tuvo que cerrarlos, era prácticamente verano y cada vez se notaba más. Cuando se acostumbró a la luz natural se miró al espejo, llevaba el pijama puesto; recordó que cuando llegó a casa tuvo suficiente fuerza como para pedir a Raquel uno de los tes de Ana, que algo sí le había ayudado, y por eso no se había tirado en la cama vestido y todo.

Después cogió su teléfono y, viendo la escasa batería que le quedaba, lo puso a cargar sin leer los mensajes que le habían llegado, sabiendo que la mayoría serían fotos de la noche anterior. Se sintió un poco culpable por haber dejado en visto a Nerea, su compañera de clase, pero no entendía como entraba ella y el resto de su pequeño grupo en su vida, a lo mejor debía preguntarle a Ricky qué animal les tocaba, pensó con cierta ironía.

Suspiró y salió de su cuarto para ver si podía tomarse aunque fuera un zumo sin que su estómago lo rechazase.

—Hola, Ago —le saludó su madre mientras terminaba de meter la cartera en su bolso—. Me voy corriendo, que he dormido un poco de más, pero creo que llego para comer, así que luego nos vemos, y me vas a contar qué tal en la finca, no te intentes escaquear. —Se acercó a él, dejando un rápido beso en su mejilla.— Adiós, cariño.

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