XX - Fase 1.3: Mano a Mano

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Para Agoney aquello de que la gente no se despertaba con el gallo era, con toda seguridad, una farsa, porque no era posible ignorar ese tremendo ruido que, afirmaría hasta la muerte, sonaba particularmente estridente a las seis y media de la mañana.

Pero ese día no iba a ponerse de mal humor, porque tenía una cita. Una cita con Raoul.

Aunque hacía bastante que no tenía una cita como tal, nunca era algo que le hubiera puesto especialmente nervioso, estaba seguro de sí mismo y sentirse así le daba confianza a la hora de enfrentarse a una prueba de si le gustabas a alguien o no, porque las citas, en cierto modo, eran algo así.

Esa ocasión, sin embargo, tenía algo distinto. Confiaba en sí mismo a pesar de estar en un proceso de autodescubrimiento, pero ya sabía que le gustaba a Raoul, y que cada segundo que pasaba cerca de él le provocaba cosquillas por todo el cuerpo y que aunque seguía teniendo miedo de fastidiarla y perderle de forma definitiva, sentía que estaba haciendo las cosas bien.

En conclusión, no estaba nervioso por el hecho de tener una cita con Raoul, tenía muchísimas ganas y podría incluso saltar de alegría, pero no quería que fuese una más; no era una prueba para saber si se gustaban, pero ellos sí que seguían en "periodo de prueba", y él se volvía a la ciudad en unos días; así que quería que fuera especial, y aunque no tenía del todo claro qué planes eran los de Raoul, esperaba que no distaran mucho de los suyos.

Y la verdad era que no lo hacían.

Aunque no lo había pensado mucho y más bien le había salido como impulso mientras charlaban por la noche, Raoul sí quería una cita y sí quería que fuese especial. La veces que habían quedado había sido o para hablar de sus problemas o de forma casual, si querían intentar ser algo se merecían una cita en condiciones, aunque estuviera preparada a último minuto.

—¿Ya está la tortilla, mami?

Susana sonrió a su hijo mientras cerraba el tupper y se lo entregaba.

—Me alegro de que le hicieras caso a tu hermano y hablases con él, me gusta verte ilusionado con alguien, sobre todo después de estos días.

—Sobre eso, siento haberos preocupado.

—No pidas perdón, cariño. —Le consoló acariciando su pelo con cuidado de no despeinarle. —Ahora disfruta, ¿vale? Ya hemos pasado por mucho como para andarnos con miedos.

—¿No te da miedo que te roben a tu pequeño hijo?

—Mi pequeño hijo es mayorcito para saber qué tiene que hacer y dónde tiene que estar.

Antes de que pudiera contestar, sonó el timbre de la casa. Raoul miró la hora, las diez exactas, lo de que fuera puntual era algo que le sumaba puntos, no iba a negarlo.

» Venga, que te esperan, ¿lo tienes todo listo?

—Sí, esto era lo último. Gracias otra vez.

Fue al salón para guardar el tupper en la mochila, revisar que, efectivamente, lo tenía todo, y dirigirse a la puerta de su casa.

—Buenos días —saludó cuando vio a Agoney al otro lado.

Tenía las manos en los bolsillos, en un gesto despreocupado pero con una expresión en la cara que dejaba al descubierto cierto grado de timidez que Raoul sólo había visto en él cuando estaba cerca de su familia.

—Hola —correspondió el saludo con una sonrisa y avanzando un paso más—, ¿me vas a decir a dónde vamos?

—Uy, pero qué ansias, chico. Vamos al coche.

Raoul pasó por su lado agarrándole de la mano mientras con la otra cerraba la puerta de su casa y comenzó a andar hacia el vehículo, estacionado unos metros más abajo.

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