XXIV - Plan C: Completado

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La vida de Raoul no había cambiado. Él se seguía levantando temprano, iba a trabajar, pasaba el rato con sus amigos, ayudaba lo que podía en casa e iba metiendo ahorros en su cuenta.

Había días más largos, días más cortos, días donde el agotamiento le hacía estar de bajón y otros donde sentía la energía en cada parte de su cuerpo; pero el rumbo era el mismo desde hacía años, y aunque sonara algo tedioso, y a veces se sintiera así, estaba acostumbrado y sí que le gustaba.

Y en esa vida que no había cambiado, lo que sí había pasado en las últimas semanas era que estaba un poco más pegado al móvil, que se iba más a las nubes, y que por las noches echaba de menos a un cuerpo concreto abrazando su espalda. En otras palabras, aunque su rutina no había variado, se había colado en ella un nuevo factor: Agoney.

No es que él hubiera tenido muchas relaciones, pero sí se había enamorado alguna vez, y le había gustado más de un chico, por lo que bastantes cosas que estaba sintiendo las había echado de menos. Poco a poco se había ido creando en su interior una nueva ilusión que ahora que se había permitido sentir a pleno, asumiendo los riesgos que conllevaba pero también los frutos que podría dar, le daba un toque de color distinto a sus días; ilusión que crecía con cada conversación, cada foto, cada risa y cada momento compartido. Y su último impulso para crecer había sido la conversación que había tenido con Agoney un par de días atrás, donde había surgido la idea de que aprovechara su día libre yendo a la ciudad.

A él al principio le parecía raro, cada vez era menos claro a qué ritmo iban y plantarse allí, en su casa, con su familia y en su mundo... sonaba a mucho, pero al final aceptó, esencialmente por dos factores.

El primero fue que Agoney le dijo que tenía que hablarle de algo importante y mejor hacerlo en persona, él entró en modo "ya se ha jodido todo", pero gracias a Dios no le dio tiempo a que llegasen emociones negativas a su cerebro porque el canario le aseguró que era por algo bueno y que creía que le iba a hacer bastante ilusión. Seguía asustado por lo que pudiera encontrarse, pero le ganaba la intriga, esperaba que no le hubiera comprado una estatua o algo así.

El otro factor fue su madre. Ya tenía la curiosidad en el cuerpo, pero aún así le dijo a Agoney que tenía que pensarlo un poco, había seguido algo reticente, ir para sólo dos días sonaba a desesperado, a tirarse con un triple mortal a la piscina; pero cuando le contó sus dudas a Susana, ella le respondió que se dejase de tonterías, que no era la primera vez que se iba un par de días a sitios que estaban a unas horas de allí, y que tenía edad de hacer esas cosas.

Y la verdad era que una vez al año no hacía daño, y joder, sí que le echaba de menos, quería volver a verle y se moría de ganas por seguir besándole, además, tenía algo importante que decirle en persona.

Si habían apostado por aquella relación, si podía llamarla así, tenía que dejar de pensar en lo que podía salir mal, y ese le parecía un gran momento para empezar a hacerlo; así que aceptó y ambos vieron, aunque ninguno comentó, la sonrisa que se les dibujó en la cara cuando le informó por videollamada que allí le tendría.

Que hablando de sonrisas, ese había sido otro cambio, le salían sonrisas estúpidas que provocaban conversaciones con sus amigos que le subían los colores. Sobre todo culpa de Aitana, que no le pasaba ni una.

—Entonces, además de todas sus maravillosas cualidades, también te ha conquistado en el lecho, ¿no? —le había abordado un par de días después de que Agoney se fuese de la granja.

Sabía que, en parte, lo hizo para picarle y que no pensase en el hecho de que la partida de Agoney, pero aunque le dijese que estaba bien, no iba a creerle, así que simplemente cayó en su juego.

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