Capítulo 3 •Croissant y chocolate•

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El melodioso sonido de los pajaritos en mi ventana causaron que despertara del profundo sueño en el que me encontraba, miro mi reloj y son las 9:30 de la mañana.
Estiro mi brazo hasta una pequeña pero linda mesa de noche que se encuentra del lado derecho de mi cama, logrando alcanzar mi celular, al mirarlo no puedo evitar entrecerrar los ojos debido al fuerte brillo de la pantalla, luego de acostumbrar mi vista a la luz procedo a escribirle un mensaje a mis padres deseándoles buenos días, aunque sé que aún no responderán pues con la diferencia horaria deben estar aun durmiendo. Esta diferencia también me está afectando un poco a mí, siento que no he dormido nada, pero aunque sea en contra de mi voluntad, debo comenzar mi día.

Me levanto de la cama y tomo rumbo hasta el baño, una vez dentro comienzo a peinar un poco mi cabello, el cual se enreda con mucha facilidad, dejo el peine a un lado y me siento en el inodoro para hacer mis necesidades, luego, entro a la regadera y me doy una ducha rápida, cepillo mis dientes y salgo del baño.

De vuelta en mi habitación, me dedico a secar cada gota de agua que escurre por mi cuerpo, comienzo por mi cabello, recorriendo mi torso, luego mis piernas y finalmente termino en los dedos de mis pies. Me coloco un poco de crema hidratante y un delicioso perfume con olor floral.
Maldigo para mis adentros cuando recuerdo que no tengo elección de ropa, ya que mi maleta no está conmigo, así que debo ponerme la única ropa extra que traje en mi maleta de mano, no es para nada el outfit que escogería para mi primer día recorriendo la ciudad, pero que más da, no tengo otra opción.
Luego de buscar la ropa, me poso frente al gran espejo situado junto a la puerta de mi habitación, me coloco un brasier negro con unos panties a juego, unos shorts de tiro alto color azul oscuro, una camiseta de tirantes color naranja y termino con unas zapatillas converse blancas.

Esto no combina en nada, es la ropa más horrible del mundo, espero que Dios se apiade de mí y no permita que me cruce con ningún chico extremadamente guapo, amén.

Tomo mis audífonos, algo de dinero y por supuesto mi celular, luego camino hasta la puerta y salgo del departamento.
Me coloco mis audífonos encendiendo la música y con mi playlist en aleatorio emprendo mi camino.
El día está soleado y extremadamente hermoso, perfecto para pasear y conocer.

Ya llevo recorridas unas cuantas calles cuando me topo con una linda abuelita sentada afuera de la que supongo es su casa, tomando una taza de café o al menos eso parece, le dedico una sonrisa que con gusto me devuelve. Me agradan mucho las personas de la tercera edad, no sé si tengo espíritu viejo o tal vez sea producto de la ausencia de mis abuelos, pues por desgracia solo estuvieron en este mundo hasta mis dos años de vida.

Detengo mi caminata, ya que siento como mi estómago comienza a rugir, los síntomas de mi mala alimentación comienzan hacer acto de presencia pues anoche no cené bien y aún no he desayunado. Desbloqueo mi celular y busco en el mapa algún sitio cercano donde pueda comprar algo de comer, consigo un lugar a muy pocos metros de distancia, tiene muy buenas reseñas, así que me dirijo hacia allá.

Dos cuadras después, logró visualizar mi lugar de destino, es un lindo café no muy grande, decorado con muchas plantas y con un toque vintage, al entrar se siente un ambiente muy acogedor, mis oídos se alegran al escuchar la música instrumental que se reproduce en un suave tono por las bocinas del lugar, y el olor a café y a pan recién horneado inunda mis fosas nasales haciendo que mi estómago ruja con más intensidad.
Me acerco a la vitrina donde una simpática rubia me dedica una sonrisa.

—Buongiorno, benvenuto al mocca café, come posso aiutarti? —me dice amablemente la chica. Mi italiano aún no es muy bueno, pero pude entender lo que me dijo: "buenos días, bienvenida a mocca café, ¿en qué le puedo ayudar?"

—Eh, bu... buongiorno, mmm. —no sé bien cómo responder, siento como mis mejillas se enrojecen de la vergüenza, al parecer la chica también lo notó porque me hizo una seña que interpreté como "espera".

En alguna calle de VeneciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora