Capítulo 11 •Inesperado•

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Alessia Russo

Ante la repentina e inesperada confesión de Allan, me quedé estupefacta.

Trato de buscar las palabras adecuadas para responder, pero no encuentro ninguna, mientras tanto, Allan se mantiene pacientemente observándome con una ligera sonrisa.

—Eh... yo. —tartamudeo.

Observando sobre los hombros del pelirrojo logro percatarme de que el señor se aproxima a nuestra mesa cargando consigo ambos helados.

«Muchas gracias, señor de la salvación, es usted muy oportuno»

—Con permiso. —dice al acercarse. —Aquí tienen su orden, si desean algo más no duden en llamarme.

Nos entrega a cada uno nuestro helado correspondiente y aprovecho la oportunidad para alejar mi vista de Allan. Cabizbaja comienzo a detallar minuciosamente cada partícula del cono que se encuentra envuelto por mi mano.

—Entonces, ¿Tienes algo que decir? —pregunta Allan, sacándome de mi pequeño trance.

—Claro. —le doy una probada al postre. —¡Está delicioso! —digo sonriente, esperando que funcione mi distracción y cambiemos el tema.

—Bien, si no quieres hablar al respecto, te entiendo y respeto tu decisión. —me dice y lo observo bajar su cabeza, coger una cucharada de su extraña mezcla de sabores y llevárselo lentamente a la boca. —Ah, y disculpa si te incomodé, pero sentía la necesidad de decírtelo.

—¡No!, no me incomodaste, es solo que no sé muy bien que decir. —respondo apenada.

—Entonces no digas nada. —levanta su mano y la coloca sobre la mía, proporcionándome leves caricias con su dedo pulgar. —Solamente disfruta el momento. —sonríe, para luego regresar nuevamente su mano hacia su helado.

Le devuelvo la sonrisa y al igual que él, me concentro en comer antes de que se derrita.

Me siento nerviosa, pero a la vez feliz. Ahora que Allan me aseguró que si le gusto, me doy cuenta de que el sentimiento es mutuo.

Pero no quiero hacerme ilusiones con él, pues desde que nos conocimos me ha dejado muy claro que sus intenciones no son tener una relación amorosa, y sinceramente, en este punto de mi vida no necesito a alguien únicamente para un rato.

La mano de Allan acercándose a mi rostro me saca de mis pensamientos, haciendo que me sobresalte al sentir el contacto de sus fríos dedos sobre la comisura de mis labios.

—Tienes helado aquí. —dice mirando descaradamente mis labios.

Pasa su dedo suavemente sobre el área y luego se limpia sus manos con una servilleta.

La ausencia de su tacto dejó cierto vacío, causando que inconscientemente llevase mi mano hacia el mismo lugar donde hace segundos se encontraban las suyas. Mientras me toco para verificar que ya no hay ningún rastro de helado sobre mi rostro, clavo mi mirada sobre la suya sin apartarla.

—Comes como una niña pequeña. —ríe.

—Si, eso creo. —digo forzando una sonrisa.

Me percato de que parezco una tonta aún con la mano en los labios y rápidamente la devuelvo a la mesa.

«No pareces una tonta, eres una tonta»

Sin darme cuenta, ya ambos terminamos de devorar nuestros helados, y el señor nuevamente se encuentra a un lado de la mesa, levantando la basura y limpiando mi desastre.

—¿Van a desear algo más? — nos pregunta amablemente.

Allan me mira, esperando a que yo responda.

En alguna calle de VeneciaWhere stories live. Discover now