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Los pájaros cantaban extrañamente fuera de la ventana de su dormitorio. Extraño, pensó Hermione mientras gemía y estiraba los brazos. Los pájaros habían dejado de cantar desde que Voldemort invadió Hogwarts. Un sonoro bostezo escapó de la boca de la castaña. Abrió los ojos con sueño y descubrió que al principio estaban desenfocados. Los parpadeó varias veces antes de que sus ojos pudieran ver correctamente un techo tachonado de piedra. Hermione se congeló. Se movió nerviosamente en su cama, solo para aterrizar dolorosamente en el suelo frío e irregular.
Hermione jadeó, se levantó del suelo y miró a su alrededor como loca. Estaba en una casa extraña, o una pobre excusa de una. Había un cálido hogar en el centro de la habitación, pero era demasiado pequeño a diferencia de las chimeneas habituales de Hogwarts. Había ollas y sartenes colgadas junto a la chimenea, de tamaños más pequeños que los que tenía en su casa muggle.
Cuando sus ojos se posaron en la cama que ocupaba anteriormente, Hermione finalmente creyó que algo andaba mal. Se puso de pie lentamente, solo para dejarse caer en la cama demasiado pequeña debido a un dolor agudo que sintió en la pierna derecha. Hermione se inclinó y examinó el vendaje limpio que envolvía su dolorida pierna y frunció el ceño.
Obviamente no estaba en Hogwarts. Era más como una madriguera, una real a diferencia de la casa de los Weasley.
Hermione jadeó ruidosamente y se obligó a ponerse de pie una vez más, buscando frenéticamente su varita. Estuvo en el campo de batalla hace unos minutos. ¿O eran horas? ¿Dias? se preguntó histéricamente, cada vez más frustrada por no poder encontrar su varita mágica.
Ella recordaba la guerra. La muerte de Ginny... Harry... Bellatrix Lestrange . Hermione examinó su cuerpo y concluyó que era corpórea. La había desconcertado, especialmente porque recordaba haber sido golpeada por la maldición asesina por el mortífago demente. ¿Es esto el cielo? se preguntó a sí misma, examinando el lugar de nuevo. Había un montón de zanahorias esparcidas sobre una mesa desvencijada y un reloj de aspecto extraño colgado en la pared. Si esto es el cielo, entonces no es... lo que esperaba.
Una puerta se abrió con un crujido y Hermione se levantó de un salto. Ignoró el dolor de su pierna y cojeó hacia la chimenea. Sin ninguna varita, impulsivamente agarró una de las ollas pequeñas y adoptó su postura defensiva. -¿Hola?- gritó ella, su agarre con el asa de la sartén apretándose. -¿Hay alguien ahí?
-¡Estas despierto!- exclamó una voz chillona. Hermione distinguió una sombra en la pared y sus ojos se abrieron al ver una forma extraña para la sombra de una persona. -Has estado fuera durante una semana, querida. Estaba empezando a preocuparme. ¿Cómo está tu pierna?
