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La puerta se abrió y Edmund ni siquiera tuvo que darse la vuelta para saber que era Lucy quien entraba a su dormitorio.
"¿Qué? ¿No hay saludos felices para mí?" preguntó su hermana, su voz llena de diversión.
De espaldas a ella, el rey justo puso los ojos en blanco y frunció el ceño. "Vete", refunfuñó en voz baja, molesto porque el dolor sordo en su pecho todavía le molestaba. "Estoy perfectamente bien, Lu. Creo que hoy puedo dejar mis vendajes sin cambiarlos".
"Escuché eso por enésima vez, Ed", dijo, caminando alrededor de su cama para poder ver su rostro. "Han pasado dos días. ¿Por qué estás tan fruncido? ¿No estás feliz de que tu hermana favorita tenga la gentileza de cambiarte las vendas?"
Cerró los ojos y suspiró frustrado. "Realmente no estoy de humor para hablar contigo, Lucy", murmuró, moviéndose en su cama para que su espalda quedara frente a ella una vez más.
Lucy soltó un fuerte chasquido y una vez más caminó alrededor de su cama para ver su rostro. "Esto ha estado sucediendo durante días, Ed", lo reprendió. Caminó directamente a su baño para buscar una palangana, una toalla y vendas limpias, antes de acomodarlos e instarlo a sentarse.
Él, con un ceño de protesta en su rostro, finalmente cedió y pronto estuvo cómodamente apoyado contra su almohada.
"¿Está bien? ¿Qué pasó realmente?" -Preguntó ella, distraídamente desabrochándole el vendaje. Para consternación de Edmund, Lucy no olía a vainilla en absoluto. Para sorpresa de su hermana, su mirada se volvió más oscura, confundiéndola aún más. "Hermione..."
" No lo hagas ", afirmó suavemente, con un toque de amenaza en su voz. " No estoy de humor para hablar ahora, Lu."
Lucy frunció el ceño y miró fijamente a los ojos de su hermano. "No estoy realmente segura de lo que pasó, pero Hermione " - ignoró su mirada oscura - "no me dice en absoluto por qué me rogó profusamente que te cambiara las vendas". Una mirada sospechosa apareció en su rostro. "¿Has vuelto a ser hostil? ¡Querido Aslan, Edmund! ¿No hemos establecido ya que existe una gran posibilidad de que ella sea la Hija de Eva en la gran profecía?"
Él apartó la mirada de ella, sintiéndose ahora un poco amargado. "Todo lo contrario", murmuró en voz baja. Creo que fui un poco... atrevido, añadió en sus pensamientos, molesto porque esa vocecita dentro de su cabeza resoplaba de incredulidad.
"¿Disculpa?" preguntó la valiente reina, pero él se limitó a negar con la cabeza.
