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Había pasado exactamente una semana y Hermione Granger estaba innegablemente aburrida.
Babbity siempre se iba al bosque a buscar comida, dejando a Hermione sola para entretenerse. Los mimos incesantes del Conejo también la avergonzaban un poco de que alguien la estuviera sirviendo. Era como el P.E.D.D.O de nuevo, pero esta vez, era un animal parlante el que la estaba sirviendo.
Por lo tanto, un día, Hermione decidió ofrecerse como voluntaria para recolectar los cultivos necesarios para la ensalada de Babbity.
-Oh, no te molestes, cariño- dijo el Conejo, saltando para preparar sus cosas. -Y además, tu herida aún no se ha curado por completo
-Estaré bien, Babbity- intervino la castaña, poniéndose de pie y cojeando hacia el Conejo. -Puede que todavía esté cojeando, pero puedo arreglármelas solo. Solo por favor, permítanme recoger nuestra comida esta vez. Ya lo han hecho por mí durante mucho tiempo y siento que me estoy convirtiendo en una carga para ti ya
-Tonterías, yo -
-¿Por favor?- preguntó Hermione, dándole una pequeña sonrisa.
Babbity suspiró y saltó hacia la joven. Luego sonrió, se dio unas palmaditas en la mejilla y dijo: -Está bien, está bien. No hay necesidad de lucir tan adorable. Dios mío, querida niña, ¡nunca he conocido a un ser tan increíblemente terco en toda mi vida aquí en Narnia!
Hermione rió y se enderezó. Se puso la capa que Babbity le había dado una vez y agarró la cesta de la mesa. -Volveré pronto- dijo como despedida. -Te prometo que tendré cuidado
-Hay Telmarinos rebeldes y bestias salvajes, Hermione- advirtió el Conejo, un poco preocupado. -Solo sé rápido y estarás a salvo
Hermione asintió y con eso, salió de la pequeña madriguera.
El bosque era hermoso. Contrastaba mucho con el Bosque Prohibido, que era lúgubre y aterrador. Este bosque en el que se aventuraba ahora parecía más brillante y más alegre.
Los árboles se erguían altos y orgullosos, con arbustos y pequeñas flores esparcidas por sus costados. Hermione recordó que en este mundo, hasta los árboles se movían; de hecho, recordaba que les había ayudado contra el ataque de los Telmarinos. La castaña pensó que probablemente estaban dormidos o dormidos. Era una buena señal que Narnia no estuviera amenazada por ninguna fuerza maligna.
