Prólogo

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Me senté en el piso del baño. Todo estaba oscuro.

Miré mi reloj: 3.56am.

Había llorado tanto que mis ojos ya estaban secos y sentía un gran ardor en ellos.

Las gotas de agua se escuchaban caer, una por una, de la canilla que estaba rota.

Mi cabeza seguía sin tomar la decisión. Cada gota que caía era una razón más para hacerlo.

Kevin...

Lisa...

Mamá...

La brisa fresca de la madrugada me daba en la cara desde la ventana que tenía enfrente mío, la ventana por la cuál planeaba hacerlo. No aguantaba más, ya no tenía motivación, ya no recordaba para qué existía.

Kevin...

Cuando lo conocí...

La primera vez que lo besé...

Cuando me dijo por primera vez que me amaba...

Tiro un jarrón de rosas al piso y lo escucho romperse en mil pedazos mientras no paro de llorar. Intento apagar mis emociones para que dejen de hacerme daño pero era en vano.

El bar...

Su cara pálida...

Sus ojos verdes tan apagados pidiendo a gritos mi ayuda...

Cuando se desmayó...

Un grito desgarrador abandonó mis pulmones.

Escuchaba en mi cabeza una y otra vez las palabras de los doctores:

"Hicimos todo lo que estaba en nuestras manos pero no fue suficiente, lamentamos su pérdida"

Doctores...

<<¿A qué me hace acordar?>>

Lisa...

Lisa quería ser doctora...

Me invade el recuerdo de la última vez que la vi, como le grité diciéndole que se vaya de mi casa, que ya no la quería ver más. Ella me había hecho mucho daño pero no podía evitar extrañarla.

Pienso en cómo había caído en depresión por su culpa, como había deseado que estuviera muerta, pero ahora que lo estaba, sentía que faltaba parte de mí.

Las lágrimas caían sobre mi rostro, dejando largos caminos rojos en mis mejillas, seguidas de un ardor intenso en ellas.

En un mar de lágrimas, llega el recuerdo más fuerte.

Mamá...

Veo a mi Mamá tirada en el piso...

Grito y grito pero nadie se acerca a ayudarme.

Llamo a la ambulancia...

RCP...

Desesperación...

Ansiedad...

Esperanza...

"Hora de muerte: 23.50"

Tiré fuerte de la cortina de la ducha y se rompió, cayendo todo al piso.

Me dolía no haberle dicho cuanto la quería más veces. Me dolía no haberla abrazado por última vez y de no haberle agradecido por todo lo que hizo por mí.

Si hubiese sabido cuál sería mi último abrazo con ella, no la habría soltado nunca.

Intentaba apagar mis emociones a toda costa pero, por primera vez en tanto tiempo, no podía. Esta fue la primera vez que dejé que fluyan mis emociones.

Continué llorando, sentada en el piso, con las manos abrazando mis rodillas, llevándolas a mi pecho.

Me miro en el espejo, apreciando la última vez que me vería, y en mi desespero de terminar todo, me acerco a la ventana.

Miré para abajo, estaba alto y me daba miedo, pero sentía un alivio de que todo por fin terminaría y dejaría de sufrir. Di un paso adelante y salté.

Un trago de mal gustoWo Geschichten leben. Entdecke jetzt