Mi cumpleaños

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LUCÍA MARTÍNEZ

Me vestí con unos pantalones casuales y un top negro, no me esforcé tanto, con suerte seríamos 3 personas.

Me puse perfume y me despedí de mis padres quienes estaban muy ocupados trabajando, tan preocupados que ni me desearon un feliz cumpleaños, pero, quizás, ni se habían dado cuenta que eran las doce así que no le di mucha importancia.

Llegué y vi la ventana abierta del cuarto de Polo así que decidí entrar para sorprenderlo pero la sorprendida fui yo.

Música...

Me duelen los oídos.

No me imaginaba que esa iba a ser mi fiesta sorpresa... Creí que me conocían más.

La música dentro de la casa era demasiado fuerte y me pareció extraño.

Vi una silueta por la ventana y pensé que quizás estaba interrumpiendo algo pero cuando Polo se acercó a la ventana y me vio, le gritó a la silueta que se escondiera.

Estaba un poco confundida.

Todo pasó muy rápido.

Cuando Polo se acercó a la ventana, yo lo empujé y fui directo a ver debajo de la cama.

Sí, como estarás pensando, era Lisa.

Lisa me estaba engañando con Polo.

Mi mejor amigo, supuestamente, gay y mi novia estaban juntos, traicionándome, las únicas dos personas que tenía en mi vida las había perdido.

No sabía qué es lo que sentía en ese preciso momento, pero si lo tuviese que describir, era como un dolor fuerte en el pecho y unas ganas de llorar insoportables.

— ¿Lisa?— Intenté murmurar pero me salió cortado por el llanto.

—No es lo que crees—, dijo Polo mientras se ponía de vuelta la camisa bordó que estaba arriba de su cama —te lo puedo explicar.

Mi cabeza daba vueltas intentando asimilar lo que pasaba.

¿Qué hago?

¿Mi vida se acabó?

<<Si se acaba mi vida, se acaba la de ellos.>>

Y, en un impulso, agarré unas tijeras de arriba del escritorio de Polo y le apunté a los dos.

—¡Detente!—gritó Lisa, aterrada por lo que iba a hacer—¡Estás loca mujer!

Me di cuenta de lo que estaba haciendo y dejé caer la tijera al piso, me sequé las lágrimas y salí por la ventana por la cual había entrado.

No sabía qué hacer.

Me puse a correr como una desesperada en medio de la noche, con mis manos agarrando mi cabeza, por las calles vacías, sin saber para donde ir para no sentir ese vacío dentro.

Así, en un minuto, cambié de felicidad a tristeza, de ansiedad por mi cumpleaños a decepción, de amar mi vida a odiarla completamente.

Todos en la calle me miraban pero no me podía importar menos.

Yo corría y corría hacia la luna, mi rimel estaba corrido por mis lágrimas, mi pelo estaba despeinado porque el viento me pegaba en la espalda haciendo que todo mi pelo se vaya hacia delante. La noche estaba fresca y se escuchaba el sonido de los árboles en movimiento.

Después de estar corriendo por lo que pareció una eternidad, me cansé y decidí parar.

Me senté en la vereda y agarré mi celular con manos temblorosas.

Bloquealos...

Tú puedes...

Y lo logré, bloqueé a Lisa y a Polo.

No los quería volver a ver.

No quería escuchar nada más de ellos.

Levanté la vista de mi celular para ver que estaba perdida.

Silencio...

Frío...

Noche...

Solitario...

Totalmente perdida...

Miraba para todas las direcciones y parecía que cualquiera podría llegar a ser la correcta.

Ahí es cuando recordé la historia de mi madre antes de conocer a mi padre.

Ella se embarazó de mí muy joven y sus padres la echaron de su casa.

Mi mamá tuvo que vivir en la calle por unos meses antes de conocer a mi papa.

Ella se las arreglaba para limpiar los platos sucios de los restaurantes a cambio de un plato de comida caliente.

Esa era la clave.

Necesitaba encontrar un restaurante.

Busco mi celular para buscar la dirección al restaurante más cercano.

Lo intento de prender.

No prende.

Mantengo apretado el botón de encender.

Sigue sin hacer ningún efecto.

<<Mierda, no tengo batería>>.

Tenía que pedirle ayuda a alguna persona.

Miro hacia todos lados.

Nada. Nadie.

Voy hasta la esquina y me fijo a mi izquierda.

Bingo.

Una señora que aparentaba unos 50 años, allí, paseando a su perro en esta fría noche.

—Señora, necesito su ayuda—, Le dije temblando. — Me he perdido y necesito direcciones para llegar al restaurante más cercano.

La señora, muy amablemente, me indico como llegar.

Al estar en la puerta del restaurante no dudé ni un minuto en entrar, estaba desesperada por un poquito de calor.

Apenas entré sentí un gran alivio al sentir el aire tibio salir del aire acondicionado desde mi derecha.

Me acerqué a una moza y le pregunté si por favor podía hablar con el dueño por lo que me dijo que si.

El dueño era un señor de aproximadamente 30 años, barba larga y negra, y unos ojos marrones desafiantes. Se acercó a mí y me dio miedo, después de todo él medía alrededor de 2 metros.

Cuando me preguntó qué quería me empecé a arrepentir pero sabía que necesitaba cenar antes de encontrar donde dormir.

Quizás mañana tenga más energía y consiga ir a casa devuelta pero, ahora, tengo que enfocarme en sobrevivir la noche.

El señor me escuchó con atención y me dejó lavar los platos a cambio de comida gratis y luego de terminar todo, él cumplió con su palabra.

Un plato se me sirvió, una pasta con queso rallado arriba que, por primera vez, aprecié.

Después de comer, me dediqué a buscar un lugar donde dormir. Ahí se me ocurrió ir al lugar que nunca cierra: Mc Donalds.

Justo había uno al lado de este restaurante.

Entré y me fui directamente a los baños, agarré mi buso y lo enrollé, convirtiéndolo en una almohada. 

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¡Que vida dura! ¿Será que el destino quiere que ella esté allí a tales horas de la madrugada?

Un trago de mal gustoWhere stories live. Discover now