Aprendiendo a vivir sin ellos

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LUCÍA MARTÍNEZ

Veo a Polo a través de mi ventana —él vive enfrente mío—.

Polo está con Lisa, abrazándola, mirando algo en la televisión y riendo.

Lisa le pone la mano en el muslo a Polo y le dice algo en secreto.

Polo agarra a Lisa y la besa incontrolablemente. Me siento muy triste, me rompe el corazón verlos así.

Me empiezo a enojar y me acuerdo que mi papá tenía un revólver porque de chiquito él iba a cazar.

Fui a donde lo escondía y lo agarré.

Estaba temblando, estaba actuando impulsivamente y lo sabía, pero no podía hacer nada para cambiarlo.

Ahí es cuando escucho una voz, una voz que me intenta decir algo pero no logro entender. Todo se escucha distorsionado y decido salir de casa para ver si así mejoraría mi audición.

La voz se va escuchando cada vez más fuerte por cada paso que doy más cerca de la puerta. La abro y los vuelvo a ver riendo por la ventana, y ahí es cuando entendí lo que la voz decía: Dispara.

Me levanté agitada, todo había parecido tan real que tuve que chequear dos veces por mi ventana para ver si Polo seguía allí, pero claro que seguía y con Lisa.

Estaba devastada, no podía creer que, de un minuto al otro, mi vida se hubiera convertido en un desastre total.

Mis padres me llamaron porque la comida estaba lista, pero yo no bajé a comer. No tenía hambre, solo quería quedarme en mi cama sola.

Repasé una y otra vez la escena en mi cabeza. Como deseaba que fuera real, que realmente le hubiera disparado a Lisa y que estuviese muerta. Todo lo que más deseaba era que se fueran de este mundo, que no los tuviera que ver ni en el colegio, ni al frente de mi casa, ni nada.

Estaba tan distraída en mi enojo que no me di cuenta de que mi padre había entrado en la habitación.

Papá, con esa voz ronca, me preguntó:

—¿Qué pasa mi niña?

Tenía esa expresión preocupada plasmada en su rostro. Esos ojos azules que yo había heredado daban mucho que desear, no por el color, sino por la tristeza, el temor, el dolor. Su pelo castaño, bien peinado como siempre, estaba mojado lo que indicaba que recién había salido de bañarse por lo que había tenido un tiempo en la ducha para pensar.

La gente decía que yo era un calco de mi papá.

Mi madre no subió las escaleras hacia mi cuarto ya que le costaba mucho por el embarazo, es más, hasta dormía en el sillón del living para no tener que subir y bajar de su dormitorio, pero sabía que ella, al igual que mi padre, estaba preocupada por mi.

Le conté a papá todo, como había llegado a la casa de Polo y lo había visto con Lisa, como me fui corriendo y me perdí, incluso le conté lo de Belén y que casi fue víctima de abuso sexual.

Mi papá se quedó atónito ante lo que le contaba pero intentaba disimularlo, era mucho para procesar, era mucho en poco tiempo, en muy poco tiempo.

— ¡Andrés! ¿Cómo está la niña? ¿Vendrás a seguir comiendo o te quedarás con ella? ¿Está todo bien?— Le gritó mi madre a mi padre desde la cocina.

—Mi amor, estoy con Lucía y está mal, déjame quedarme un rato más con ella y luego te cuento todo—Le contestó mi padre.

Yo, mientras tanto, le seguía contando del sueño que tuve donde le disparaba a Polo. Y le terminé contando hasta de mi ataque de pánico pero le pedí que por favor no se lo diga a mamá.

Los días pasaron y nunca estuve sola, papá siempre estuvo conmigo. Me traía el desayuno, el almuerzo y la cena a mi cama, me leía libros y hacía básicamente todo lo que le pedía, él era un genio.

Nunca vinieron, ni Polo ni Lisa, a pedirme perdón, simplemente no los volví a ver. Ni se gastaron en inventar una excusa, solo no les importó, no les importé.

Le agradecí a mi papá por el sacrificio que estaba haciendo por cuidarme día y noche. Yo lo único que quería era que todo esto fuera un sueño, como me había pasado en clase de literatura, que ahora alguien gritara mi nombre y que nada de esto hubiese pasado.

Pasaba día y noche en Instagram para distraerme pero solo me hacía pensar en ellos dos.

<<Aquellos idiotas, los voy a matar.>>

Sentía un montón de emociones juntas, decepción, desespero, ganas de ya no vivir más, eran todas negativas. Por qué a mí, me preguntaba, pero nunca obtendría una respuesta a esa pregunta.

Me desperté peor que nunca, ya habían pasado siete días, una semana entera. Era el semanaversario, como me gusta decirle a mí, desde que no los volví a ver, desde que me engañaron de esa manera.

Hoy, por primera vez, cuando más lo necesitaba, nadie vino a verme. Y no me refiero a algún compañero de clase, me refiero a mis padres.

Mi papá no vino a darme el desayuno como usualmente lo hacía, y ahí es cuando encajaron las piezas del puzle, ahí es cuando todo cobró sentido, ahí es cuando recordé que más temprano esa mañana, había estado escuchando a alguien llorar, mi padre.

— ¿Qué pasó papá? —Le pregunté preocupada.

—Nada hija, no te preocupes— Dijo sollozando, intentando ocultar su tristeza como siempre lo hacía. —No es nada, solo temas de trabajo.

Yo sabía que había algo más atrás de eso, algo me estaba ocultando y sabía que no era nada bueno.

Y después de insistirle por un largo tiempo, me lo dijo todo, y la noticia me cayó como balde de agua fría.

—Me despidieron de mi trabajo por faltar muchos días— Me respondió con la cara llena de lágrimas.—, pero no es tu culpa, enserio, yo decidí pasar más tiempo contigo que estar en el trabajo. Cada acción tiene consecuencias. Tu siempre irás primero que todo.

Me sentía como la peor hija del mundo, por mi culpa, mi papá había faltado mucho tiempo al trabajo y se había atrasado con la entrega de un proyecto.

Ya no tenía empleo, ahora no tendremos ni hogar ya que mamá había renunciado hace unos meses por su embarazo.

Nos estábamos preparando para lo peor, pensábamos que pronto nos tendríamos que mudar a un lugar más chico si mi papá no conseguía un trabajo con urgencia.

Empecé a buscar desesperadamente trabajos para mi padre pero no estaba encontrando nada.

Al paso de una semana me encontré mirando Facebook, si, ya sé que nadie lo usa pero a mí me gusta, cuando vi una publicación que me llamó la atención, era una oferta de trabajo, se necesitaba un contador en España para una gran empresa y mi papá no pudo negarse. Nunca me habría imaginado cómo las cosas iban a ir en este nuevo continente, en la reconocida Europa.

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¡Lucía va a empezar una nueva vida!
¿Qué opinas? ¿Le irá mejor o peor? ¡Enterate leyendo los próximos capítulos!
¡Gracias a todos los que me apoyan!

Un trago de mal gustoOnde histórias criam vida. Descubra agora