Capítulo 2

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—Bueno, ¿y dónde está tu bella amiguita? —preguntó Minjeong, mientras dejaba de prestar atención a lo que estaba haciendo para mirar a Rachel.

—Berlin se la ha llevado de compras. Se han hecho íntimas, después de compartir la bañera esta mañana —dijo Rachel, con una sonrisa.

—Bonita imagen —repuso Minjeong, al mismo tiempo que se levantaba y se limpiaba las manos.

—¿Cómo se llama? —preguntó Rachel, señalando la escultura.

El deseo nos deja una mancha espantosa —dijo Minjeong, entre risas—. No lo sé. Yo sólo hago las putas esculturas. Es mi agente la que se inventa esos títulos tan estupendos.

—Anda, había olvidado lo bonitas que son estas esculturas. Y grandes. Me resulta un poco raro verme a mí misma esculpida en metal, a tamaño real, cara a cara.

—Ése es el poder y el atractivo que tienen, querida. Y ya que hablamos de eso, ¿este verano también posarás para mí? —le preguntó Minjeong, cogiéndole un rizo de pelo. Se miraron y Minjeong la atrajo hacia sí—. Te he echado de menos —susurró.

—Eso me lo dices cada año —dijo Rachel.

—Ya sabes cómo son los amores de verano —respondió Minjeong, mientras la abrazaba y disfrutaba una vez más del roce de sus cuerpos. Rachel era la única mujer con la que se permitía esa clase de lujos.

Rachel se apartó con delicadeza. Se acercó a la ventana y contempló la calle. Era un ir y venir de cuadrillas que montaban carpas y de artistas caprichosas y pérfidas que exponían su mercancía. Las cuatro bolleras californianas estaban levantando otra carpa: dos rubias, una pelirroja y una morena. Para todos los gustos.

Rachel giró sobre sus talones y vio a Minjeong limpiándose la arcilla de las uñas con una espátula.

—Min, ¿por qué nunca te has buscado otra novia?

—Después de que me partieras el corazón, las otras mujeres no son lo mismo —contestó, mientras terminaba de limpiarse la uña del dedo meñique.

Rachel sacó una Coca-Cola de la nevera. Minjeong, igual que ella, no bebía mucho, pero en otros tiempos sí lo había hecho. Había tenido un verdadero problema con la bebida después de que Seohyun se marchara. A veces Rachel se preguntaba cómo habrían sido sus vidas si Seohyun no se hubiera interpuesto entre las dos.

¿Habrían seguido siendo amantes? Parece que el primer amor nunca sale bien, pero a ellas no les había ido del todo mal para ser la primera vez que se enamoraban. Cada una había descubierto los delicados secretos de la otra con un deleite reservado a los amantes inexpertos. Rachel ya no sentía casi nunca ese deseo. Y no se podía decir que el deseo no hubiera estado presente en aquella primera relación: había habido días en que no se cansaban la una de la otra, días en que todo lo que hacían y todos los lugares a los que iban no eran más que una excusa para follar. Era una sensación maravillosa.

Pero entonces se hicieron mayores. Rachel se fue a una universidad de la costa este y Minjeong se fue a París a estudiar. Durante un tiempo, se escribieron cartas preciosas y pasaron un verano más juntas, pero después todo cambió.

Las cartas se fueron espaciando. Hubo alguna que otra infidelidad y el consabido arrepentimiento. Y después apareció Seohyun. Un verano, Minjeong no volvió a casa y tampoco le dio a Rachel ninguna explicación sobre lo que ocurría. Empezó a imaginar cosas y sus sospechas se confirmaron. Minjeong volvió a casa con una novia nueva, una pareja, una amante adulta, una mujer bellísima llamada Seohyun, y le suplicó a Rachel que lo entendiera.

Durante dos años, sus vidas se convirtieron en un caos absoluto. Rachel no volvió hasta que recibió una llamada urgente de su madre, en la que le decía que Minjeong se había vuelto loca. Seohyun se había metido a monja, alegando que le resultaba imposible conciliar el amor que sentía por ella con sus principios religiosos.

Minjeong se mostró mucho más destructiva que nunca.

Y después llegó el silencio, la vida tranquila y la creación de bellísimas esculturas que surgían de la angustia, del odio hacia sí misma y de un amor incombustible que ni la lluvia más intensa podía aplacar. Después de todo aquello, Rachel y Minjeong volvían a ser amigas.

—No digas mentiras, que no te pega. Seohyun te curó.

—Y ahora me dirás que, como pasa con los vinos de buena calidad, ya va siendo hora de que alguien abra la botella, ¿no? —dijo Minjeong, con una mirada burlona en sus ojos de un azul radiante.

Rachel sonrió.

—¿Sabes? A veces me gustaría que nos hubiéramos conocido más tarde, que el nuestro hubiera sido el segundo o el tercer amor de cada una. Me habría gustado ser tu mujer.

—Hubieras sido una mujer excelente —dijo Minjeong, que estaba junto a ella, mientras le agarraba la mano—. Pero ya no tendremos una segunda oportunidad, ¿verdad? Hay demasiadas cosas entre nosotras. Y, hablando de novias, ¿dónde está la tuya?

—Por ahí, en alguna parte —suspiró Rachel.

—Deberías probar con esa amiguita tuya tan guapa —le sugirió Minjeong, mientras bebía un trago de la Coca-Cola de Rachel.

—¿Karina?

—Sí. Parece muy simpática. Un poco delicada, pero bueno, siempre se te ha dado bien cuidar de las chicas frágiles.

—Imposible. La novia de Karina, Mihyun, la tiene muy controlada.

—Bueno, ya sabemos que en un verano pueden pasar muchas cosas, ¿no?

—Sí, vale, pero vendrás a la cena, ¿no? A las seis. Y, hablando de Karina, quería que me ayudaras con una cosilla. Karina necesita una amiga, alguien que no sea yo, que le alegre un poco la vida. He pensado que se pueden llevar bien. Ella no va a trabajar este verano y tampoco quiero que se pase el día en casa como un alma en pena. Quiero que se distraiga y, por lo que yo sé, a ti te ha dado por encerrarte otra vez. Les irá bien a las dos.

—Yo he estado trabajando —dijo Minjeong y extendió los brazos para señalar un montón de esculturas.

—Trabajando demasiado y encerrándote. Te conozco, Min. Patinas y esculpes, y las dos cosas las haces para huir de tu cuerpo y de tu mente. Necesitas ampliar horizontes.

—¿Y crees que hacer de canguro de tu amiguita va a espantar mis males?

—Vale la pena intentarlo —dijo Rachel, mientras se alejaba hacia la puerta—. A las seis, no te olvides. Supongo que ya has arreglado las cosas con Lutz.

—Pues claro. ¿O es que piensas que me iba a escabullir en plena noche para largarme sin pagar? Sí, he pagado los daños. Entiendo que ella también estará en la cena...

—Exacto.

The Flight Of The Senses // Winrina //Where stories live. Discover now