Capítulo 12

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Minjeong echó un vistazo por la ventana. Llevaba rato contemplando los bosquejos que había hecho de Karina y que ahora colgaban de la pared, pero no acababa de decidir cuál quería esculpir. La primera obra en la que su modelo fuese Karina era sagrada y quería estar segura de hacerlo bien. No sería sólo una escultura más, sino la mujer a la que amaba. Y con desesperación, según estaba descubriendo últimamente. Tragó saliva ante la dura tarea que tenía por delante. Tenía la sensación de que esculpir todos los rasgos de Karina iba a ser un proyecto que duraría una vida entera y rezó para que se le concediera tal deseo.

Por su parte, Minjeong, en lugar de trabajar, estaba pensando en lo mucho que echaba de menos a Karina, que se había ido a Grover's Corner con Berlin y Rachel. Habían ido a comprar el regalo de cumpleaños de Katherine y otras cosas que necesitaban para la fiesta. Berlin estaba planeando una fiesta sorpresa para celebrar el cumpleaños de Katherine y había decidido que Rachel y Karina fueran sus ayudantes. El día se le antojaba interminable y Minjeong se recordaba a sí misma una y otra vez que debería estar trabajando.

No lamentaba haberse enamorado, aunque había sucedido tan deprisa que ni siquiera había tenido tiempo de pensar en ello. Suponía, sin embargo, que así debía ser el amor. Lo malo era que su novia no era una novia, sino una amante que tenía una mujer por ahí.

Rachel le había dicho a Minjeong que, si Karina no regresaba a Nueva York, podía dar por terminada su carrera académica. De eso ya se encargaría Mihyun. Pero Karina le había confesado a Minjeong que no quería terminar su doctorado. «De momento — pensó Minjeong—, pero... ¿Qué pasará más adelante?»

El futuro incierto atormentaba a Minjeong. Estaban a mediados de agosto y dentro de seis semanas habría que tomar todas las decisiones. ¿Era justo pedirle a Karina que echara por la borda tantos años de estudio, su carrera? Y, a cambio, ¿qué obtendría? Una artista loca que vivía como una vagabunda en un bloque de obra vista que estaba en ruinas.

Minjeong no podía quitarse de la cabeza la sensación de que quizás ella sólo era un pasatiempo de verano, pues no se sentía capaz de superar el hecho de que Karina la dejase. Sin embargo, quizás era eso lo que Karina necesitaba: saber que una mujer había enloquecido por ella. Apoyó la cabeza en la ventana. «¿Por qué las cosas buenas siempre llegan acompañadas de cosas muy malas?» Oyó en la escalera el susurro de unos pasos y el corazón le dio un vuelco cuando Karina entró en la habitación.

—Llevo todo el día pensando en ti —dijo Karina—. Te he comprado un regalo —añadió, mientras sacaba un medallón de una estrella y se lo colgaba a Minjeong del cuello. Esta lo miró detenidamente—. Te mantendrá a salvo cuando yo no esté cerca para protegerte.

Minjeong la observó con una expresión extraña.

—Lo cual —prosiguió Karina— no sucederá muy a menudo, espero. Cariño, tienes cara de estar inquieta por algo. ¿Qué pasa?

—En realidad, nada. Es que no puedo decidir cuál voy a esculpir —dijo, señalando los bosquejos que colgaban en la pared.

—Ya lo decidirás. Eres un genio, ¿no? —dijo Karina.

Besó a Minjeong en el cuello, le desabrochó lentamente la camisa y luego recorrió con la lengua la cinturilla de sus pantalones cortos. Los desabrochó y tomó a Minjeong entre sus labios. Minjeong cerró los ojos, hundió los dedos en el pelo de Karina y experimentó sensaciones que ni siquiera había imaginado.

Más tarde, mientras descansaban sobre sus ropas en la cama deshecha, Karina se disculpó:

—Es que no me canso de ti. Quizá no debería ser tan lanzada. Minjeong la miró y se le llenaron los ojos de lágrimas.

The Flight Of The Senses // Winrina //Where stories live. Discover now