Capítulo 3

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—No va a venir —dijo Katherine, mientras le echaba un vistazo a su reloj y empezaba a inquietarse: eran las seis y media—. O es muy puntual, o no viene. Rachel, esta vez está muy mal. Apenas sale de su estudio y, cuando lo hace, es para martirizar al pueblo entero con sus dichosos patines. Nunca se para a hablar con nadie, pero cuando pasa zumbando por tu lado se te ponen los pelos de punta.

Berlin dejó de doblar las servilletas y levantó la vista.

—Que Karina vaya a buscarla —dijo. Todas guardaron silencio y la miraron.

—¿Y por qué Karina? —preguntó Rachel.

—Sí, ¿por qué Karina? —dijo Karina, intuyendo que Berlin estaba a punto de obligarla a realizar alguna actividad extrovertida por tercera vez en un mismo día.

—Porque es guapa —respondió Berlin. Karina se ruborizó. —Minjeong será muchas cosas, pero en el fondo es todo un caballero sureño. En incapaz de decirle que no a una mujer guapa —afirmó Berlin, en tono categórico. A Katherine se le iluminó la cara.

—Tiene razón. Rina, andando.

—Pero si ni siquiera sé dónde vive... —dijo Karina, mientras Rachel la empujaba hacia la puerta—. Y además no la conozco. No se puede enviar a una completa desconocida a buscar a alguien.

—En Heroy no hay desconocidos. Al lado del mercado, en el tercer piso, es un bloque de obra vista. Lo encontrarás enseguida —dijo Katherine—. Y dile que se dé prisa. La cena está casi lista.

Mientras caminaba por la calle, Karina hundió las manos en los bolsillos. «No puedo creer que me esté pasando esto —pensó—. Me he bañado con una mujer a la que acabo de conocer y que es lo bastante mayor como para ser mi madre. Ahora me mandan a buscar a una persona a la que no conozco y que evidentemente no quiere venir a cenar. Y se supone que estoy descansando.» Escudriñó el horizonte en busca del siniestro bloque de obra vista.

Después de subir tres horrorosos tramos de escalones, tuvo la sensación de que aquel sitio había que declararlo en estado ruinoso. Llamó a la puerta.

—¡No pienso ir! —Gritó una voz desde el otro lado—. ¡Y no me pueden obligar! No me apetece hacer vida social y soy una adulta responsable de su propia vida.

—Minjeong, soy Karina. Por favor, no me obligues a volver de vacío —suplicó Karina—. Ya resulta bastante ridículo que me hayan enviado a buscarte.

Minjeong frunció el entrecejo y abrió la puerta para ver si era verdad. Las muy zorras habían enviado a Karina...

—¿Por qué te han enviado a ti?

—Es una historia muy larga.

—Bueno, pues ni siquiera voy a pensar en tu invitación a menos que me confieses cuál es su táctica.

—¿Puedo sentarme un momento? —dijo Karina, que de repente se sentía agotada tras un día muy largo.

Minjeong la dejó pasar. Karina estaba muy pálida.

—¿Quieres tomar algo?

—Supongo que no tendrás whisky escocés, ¿verdad?

—No, pero te lo puedo conseguir.

—Déjalo, da igual —dijo Karina, con un suspiro.

—Vuelvo enseguida —repuso Minjeong.

Abandonó la habitación antes de que Karina tuviera tiempo de impedírselo y se dirigió como una flecha al bar de la esquina.

—Jack, quiero un whisky escocés —le dijo Minjeong al tipo de pelo cano que estaba detrás de la barra.

—Pensaba que lo habías dejado, Minjeong —respondió él.

The Flight Of The Senses // Winrina //Where stories live. Discover now