Capítulo 11

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Minjeong oyó en la escalera las pisadas suaves de las zapatillas de deporte de Karina y se le aceleró el corazón. Se había pasado casi toda la noche pensando en ella y hasta se había permitido soñar con una vida a su lado, cosa que no había hecho en muchísimo tiempo. Tanto, que le pareció increíble no haber perdido la práctica de soñar. Minjeong se había quedado despierta, imaginando cómo sería acariciar a Karina, saborear su cuerpo, sentir en su piel la suavidad de la piel de ella... Estaba tan impaciente que apenas podía respirar.

Sin embargo, quería algo más que hacer el amor. Minjeong deseaba que Karina fuera su mujer, pero no una mujer complicada, egoísta y frustrada como Seohyun, sino una amante con la que compartirlo todo, una amante con la que pudiera estar siempre, hasta que las dos fueran un par de viejecitas arrugadas. Minjeong frunció el entrecejo y, en voz baja, rezó una oración muy breve. Tras tantos años de espera, había encontrado a su verdadero amor.

Cuando Karina asomó sus centelleantes ojos azules y su alborotada melena rubia, Minjeong lo consideró una especie de aparición divina.

—Hola —dijo Karina.

De repente, se mostró muy tímida, pues ella también había dedicado mucho tiempo a pensar en Minjeong.

—Buenos días. ¿Qué tal estás?

—Bien, muy bien. Pensando en ti todo el tiempo. Ven aquí — dijo Karina, atrayéndola hacia sí.

—Lo tengo todo preparado —afirmó Minjeong.

—¿Para qué?

—Para que poses. Me lo prometiste —dijo Minjeong, agarrando a Karina por la camisa.

—Oh, no, otra vez esa historia... En toda mi vida, jamás me he pasado tanto tiempo desnuda sin conseguir, por lo menos, que me seduzcan —dijo Karina, mientras se quitaba la camiseta.

—Bueno, ya llegará. —Minjeong la condujo hacia un sofá cubierto por una sábana—. Aquí, eso es... El brazo aquí, la pierna aquí... Vale, perfecto.

Minjeong empezó a hacer un bosquejo. Karina la observó durante unos minutos y después cerró los ojos para escuchar los ruidos matutinos que procedían de la calle. En su mente, revivió una vez más el sueño de hacer el amor con Minjeong. Oía el ronroneo perezoso del ventilador que colgaba del techo y el rechinar del carboncillo sobre el papel. El carboncillo dejó de rechinar y Karina abrió los ojos, para encontrar a Minjeong arrodillada a su lado y mirándola fijamente.

—Rina, te quiero.

Karina la besó. Lentamente, Minjeong la besó en el cuello, en los pechos y en el estómago, antes de separarle muy despacio las piernas. Durante medio segundo, Karina creyó que estaba soñando despierta otra vez, hasta que experimentó esas sensaciones que sólo la realidad puede proporcionar Minjeong le introdujo los dedos, fuertes y ágiles, mientras Karina cerraba los ojos y se aferraba a la almohada que tenía detrás. Esperaron juntas el estremecimiento que estaba a punto de producirse. Karina se dejó llevar, con el abandono propio de alguien que ha estado esperando durante semanas, de alguien que necesita sentirse vivo y embriagado de deseo. Minjeong apenas tuvo tiempo de desnudarse, pues Karina la obligó a colocarse sobre ella y la hizo gritar de placer, del placer de estar enamorada y ser acariciada de nuevo.

Karina descansaba, apoyada en el pecho de Minjeong.

—Me juego algo a que haces lo mismo con todas tus modelos. Minjeong la besó en la frente.

—No, sólo contigo. Lo que he dicho es verdad: te quiero. Karina se apoyó en un codo.

—Lo sé. No lo he dudado ni un segundo. ¿Quieres que te cuente un secreto? —preguntó.

The Flight Of The Senses // Winrina //Where stories live. Discover now