Capítulo 7

482 59 7
                                    

El bar se llenó rápidamente, tanto de gente del pueblo como de turistas. Rachel observó a los forasteros mientras se sentaban a las mesas y pedían sus consumiciones. Puso en marcha el cronómetro de su reloj. Era una vieja costumbre suya, que consistía en llevar la cuenta del tiempo que tardaban los turistas en descubrir que el local estaba lleno de gays y, sobre todo, de lesbianas. La cosa quedaba clara cuando la gente se ponía a bailar, pero a veces se daban cuenta antes de que empezara a sonar la música. Rachel se reía al ver las expresiones de sorpresa en sus rostros. Por una vez, los heteros estaban en clara minoría. A Rachel le gustaba aquella sensación. «A ver cómo se sienten ahora», pensó, con aires de suficiencia.

Las bolleras que estaban montando las carpas le habían prometido a Berlin que se pasarían un rato. Rachel la acusó de haberles tendido una trampa, pero ésta lo negó rotundamente con una sonrisa maliciosa.

Karina se hallaba junto a la barra, hablando con Berlin y esperando que les sirvieran las bebidas.

Rachel estaba sentada con Minjeong, que estaba muy ocupada reordenando —siguiendo un diseño distinto cada vez— los diversos objetos que había sobre la mesa.

—Te gusta Karina, ¿verdad? —preguntó Rachel.

Minjeong la miró.

—¿Cómo?

—Ya me has oído. Que te gusta, ¿verdad?

—Sí, me cae bien. Es divertida.

—No, Minjeong, ya sabes a qué me refiero.

Minjeong observó con sus ojos azules los ojos oscuros de Rachel.

—No, me parece que no.

—Te gusta como novia.

—Está casada, ¿te acuerdas?

—Pero no es feliz.

—¿No fuiste tú quien dijo que deberíamos ser amigas? — replicó Minjeong.

—No dije que te enamoraras.

—Yo ya no estoy para esas cosas.

—Pues yo no estaría tan segura.

—Rachel, ¿qué estás intentando decirme? —le preguntó Minjeong.

—Estoy intentando decirte que tengas cuidado, por ti y por ella. Ninguna de las dos es fuerte, emocionalmente hablando. Lo único que quiero es que tengan cuidado, porque no me gustaría que sufrieran. Ya está, sólo era eso.

—Lo sé. Tendremos cuidado —dijo Minjeong, sonriendo.

Rachel no estaba tan segura. Berlin tenía razón: se miraban demasiado y con demasiada pasión, y en sus miradas había demasiadas cosas que no debería haber.

Karina llegó en aquel momento y se sentó.

—Rachel, ¿quién es ese hombre de la barra, el de las fotos?

—Clive.

—¿Y qué hace con las fotos? —preguntó Karina.

—Perder el tiempo con el pasado, cuando lo que tendría que hacer es vivir el presente. Se dedica a beber y reordenar las fotos. Está convencido de que el día que dé con la combinación adecuada, las cosas serán muy distintas.

Karina frunció el entrecejo y observó al hombre, que hablaba solo y cambiaba las fotos de un sitio a otro.

—¿Qué le pasó? ¿Por qué ha terminado así? —preguntó.

—Todo le salió mal —contestó Minjeong.

—Su negocio se fue al garete, su mujer lo abandonó, se le murió el perro, sus hijos no le hablan y, además, es alcohólico — dijo Rachel.

The Flight Of The Senses // Winrina //Donde viven las historias. Descúbrelo ahora