Capítulo 31

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Desde que tengo memoria y lo que ella me a permite recordar, claro, siempre me han dicho que los sueños se cumplen, que a veces tardan más de lo esperado, pero que siempre llegan.

Hoy puedo dar por seguro eso, quizá si nos conocíamos desde niños, pero ese no es el punto, pues justo hoy estoy en una cita con mi crush, con el chico que me flechó con tal solo escuchar su voz y sin ver su rostro, pero era real, aunque el clima no era el más adecuado para una cita y mucho menos para pasear en la calle, pero por mi, podría haber un huracán justo a mi lado, pero si estoy con Aidan, al demonio el huracán, al demonio el mal clima, al demonio el mundo, estaba con la persona más perfectamente imperfecta del mundo.

—¿Rosa o azul? —dijo el castaño sacándome de mis pensamientos

—¿Ehh?

—Creo que no estabas conmigo, hablaba del algodón, lo quieres rosa o azul

—Ahhh… yo…

¡Anda Lana, di algo ya!

—¿Tú?

Estaba más nerviosa que de costumbre, pues pese a haber salido en ocasiones con Maikell el amigo de Adrien y luego con Matt, la verdad era que nunca había tenido una cita, o por lo menos nunca le había puesto esa etiqueta a una salida

¿qué se hace en una cita?

—¿Lana? —sonrió mientras meneaba su mano enfrente de mis ojos

—… rosa, lo quiero rosa

—Por un momento creí que me ignorarías

Sonreí como tonta mientras lo veía ir a por los algodones, no me creía que esto fuera real, era tanto mi asombro que di palmaditas en mis mejillas y pellizque mis dedos para saber que no estaba durmiendo y no lo estaba, no estaba durmiendo, estaba tan despierte que una sonrisa mucho más grande se dibujo en mi rostro. Cuando enfoque la vista de nuevo en el castaño el ya se dirigía hacía mi, con dos algodones uno más grande que el otro y me miraba con un gran brillo en sus ojos mientras ladeaba un poco la cabeza y me sonreía tanto que se remarcaba su hoyuelo, se veía tan hermosamente tierno, que quise correr hacía el y guardarlo bajo llave para que jamás se lastimase.

—¿Vas a repartir algodón a todos los que transitan por aquí? —pregunte divertida

—No, eso lo decidiras tú, es tuyo

—¿Qué? ¿esa gigantes es para mi?

—Así es, es para ti

—¿Por qué tan… gigante?

—Cuando éramos niño, siempre dejabas caer la mitad, y eras tan llorona que para evitarlo yo te daba el mío —oír eso me saco una enorme sonrisa y sin contar que mis mejillas empezaron a arder —así que decidí comprarte uno grande

—Ya no soy una niña —le reproche mientras avanzábamos y daba el primer mordisco

—Eso lo noto —me apunto y empezó a reír —pero algunas cosas jamás cambian pequeño rayo  

Genial, me di una leve auto escaneada y si, tenia pequeñas sobras de algodón en mi ropa y menos de la mitad ya estaba en el suelo, estaba tan avergonzada que quise meterme en un gran agujero para que nadie me viera, sentí la calor recorrer por mi espalda y terminar su recorrido en mi rostro, en definitiva esta cita esta siendo un desastre total. No obstante, su apodo se quedo zumbando en mis oídos, así que no me pude contener, lo iba a interrogar.

—Pequeño rayo —susurré de manera que atraje su atención —el dije ¡tú me lo diste! ¿no es así?

—Cumpleaños número catorce, en la sala de tú casa, hace cuatro años

—Quiero saber más, por favor

—¿estas segura?

—Por favor

El asintió y otra vez me tomo de la mano y caminamos hacías el césped, nos tumbamos ahí una vez que ya habíamos terminado nuestros algodones, tenía nervios de verlo a la cara, así que mejor observar el cielo grisáceo que amenazaba con mojarnos.

—Sigues siendo igual de curiosa ¿lo sabias?

—No lo sé ¿cuanto sabes de mi?

—Lo necesario para conocerte mejor que tú familia, claro eso antes de separarnos … Lana no quiero decirte todo, hay cosas en especificas que quiero que las recuerdes tu misma

—¿Por qué? ¿Por qué no me lo puedes decir tú?

—Mi pequeño rayo, hay cosas que te dije y otras que hice que ponen en evidencia mis sentimientos hacia ti

—¿Sentimientos? ¿sientes algo por mi?

—¿Quién no lo haría? Pero quiero que los descubras tú, porque yo se que están ahí —el me miro y suavemente con su dedo índice, señaló mi cabeza —en algún lugar escondidos, con mi recuerdo… con nuestros recuerdos, pero solo tú tienes acceso a ellos, por eso te pido que no me olvides

—¿Hace cuanto me conoces?

—Conscientemente desde los cinco años, sin conciencia desde que naciste… crecimos juntos

—Tú eres el de la fotografía —susurré con el corazón a mil —eres tú "A y L", es por nosotros

—¿Qué foto?

Rebusque entre mis cosas, aquella fotografía que por alguna razón desde que cayo de aquel libro siempre la eh traído conmigo, no quiero despegarme de aquella fotografía porque era un recuerdo olvidado muy valioso para mi, al encontrarla se la ofrecí y el la tomo y la comisura de sus labios se elevaron en una sonrisa y supe que si era el.

—Wow, teníamos trece años, bueno yo tenía catorce… ese noche dormiste en mi casa, la foto la hicimos luego de ver una película, tú la sacaste mientras yo dormía y tú… tú estabas tan hermosa como siempre, son estas cosas… este tipo de cosas quiero que recuerdes

Logre despegar mi vista del cielo y lo mire por unos instante mientras el me regresaba la foto y nuestros dedos se rozaban, estaba nerviosa, tan nerviosa que mis manos temblaron ante su contacto, no fui capas de emitir algún sonido, nos había envuelto un gran silencio, uno en donde por unos minutos ninguno dijo nada, hasta que Aidan hablo.

—¿Sabias que dicen que solo se necesitan cuatro minutos y que las miradas no se evadan para enamorarse de una persona?

Negué lentamente mientras mi pecho subía y bajaba constantemente y mi mirada escaneaba cualquier cosa, menos el castaño.

—¿Qué tengo que hacer para que tus ojos busquen los míos?

—¿P-para qué?

—Solo dame cuatro minutos y lo entenderás

Con dificultad busque el verde de sus ojos y me perdí en ellos, note sus pupilas dilatarse y eso hizo que mi pobre corazoncito latiera aún más fuerte, tanto que lo escuchaba en mis oídos, pero aún con ese sonido no despegue mi mirada de sus ojos que tampoco dejaban los míos y como si fuéramos dos fuerzas que se atraen por un gran magnetismo, nuestras cabezas se juntaban poco a poco y yo ya respiraba con gran dificultad, hasta que pasados los cuatro minutos, nuestros labios acabaron con esa distancia tan tortuosa y se juntaron en un vaivén por saber quien tenía el control de aquel beso. Durante el mismo empezó a llover, primero suave y luego como si una gran tormenta quisiera darle más humedad a nuestros besos, llovió con furia y aún con tal torrente de agua sobre nosotros, nuestros labios no se separaron, ni porque nos hubiese faltado el aliento, no parábamos, ni porque el frío nos consumiera lo hicimos, pues nuestros cuerpos eran más que suficientes para darnos calor y aún beso bajo la lluvia.

No los dejes, no nos separes de aquellos labios que hemos ansiado tanto… no lo hagas

Y por primera vez, le haría caso a mi conciencia, porque aún sin ella no estaba dispuesta a dejar aquel manjar de los dioses, quería grabar en mis labios el sabor de los suyo, la calidez de los suyos, la suavidad de los suyos. Aún con mil huracanes cerca, no queria separarme de su boca. Podría morir en ella y juro que seria la muerte más deliciosa y satisfactoria de todo este maldito mundo. Por que si, moriría por sus besos… moriría por el mismo.

—Extrañaba tus labios, pequeño rayo —susurro sobre mis labios y de nuevo, volvió a atacar como si ese fuese nuestro último beso.

Un beso bajo la luna© [✔]Where stories live. Discover now