Capitulo doce.

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"El infierno es vivir día a día sin saber la razón de tu existencia."

Steve Rogers no podía creer que estuviese de vuelta en Nueva York; la ciudad había crecido demasiado, incluso si solo estuvo fuera unos doce años. Nunca pensó estar de vuelta en esas calles concurridas. Estaba seguro que los olores no eran los mejores comparados con el ambiente fresco de Moscú; pero podría quedarse ahí toda la vida.

"New York, New York..."

Manhattan nunca había sido su lugar favorito; lo consideraba demasiado, inalcanzable.  Quizás esa fue la razón por la que pudo disimular su emoción al estar solo por primera vez en la ciudad que lo vio nacer. Aunque Natalia fuera parte de sí mismo, estar con ella era un recordatorio constante de que, no era libre. Observó entonces a la mujer caminar con gracia por el lado este de la gran manzana; su rostro no demostraba la seguridad que quería. El entrenamiento de años le revelaba cosas que nadie más vería; como el temblor en sus hombros; y las ojeras cuidadosamente maquilladas para esconder sus sentimientos. Steve comenzó a caminar hacia la mujer; con su semblante cuidadosamente estoico.

—Directora Carter; es buena verla—La mujer le enarcó una ceja; ignorando la sonrisa helada del chico rubio.

Ciertamente; Margaret Carter no espero encontrarse con alguien de tan buen aspecto; ese no era la forma en que lucia un asesino para ella. Sin embargo, su ropa discreta no la engaño por un segundo; sus manos encallecidas revelaban años de entrenamientos pesados.

—Lamentablemente, no puedo decir lo mismo—Margaret comenzó a caminar, sabiendo que estaba siendo escoltada por alguien que podría destrozarla en segundos—¿Cuál es su nombre?

—No existe uno que sea relevante para esta misión—Steve no la miraba; evitando el contacto con la joven castaña.

—Natasha Rogers. Es así cómo mencionó la chica de la llamada que se llamaba—Steve le gustaba la tendencia de Natalia a usar su apellido—Su acento era ruso; es obvio que ese no era su nombre real. Sin embargo; usted luce como alguien que podría portarlo.

—Es usted una mujer audaz. Pero, eso es todo lo que sabrá—Steve le concedió con una sonrisa audaz—No intente pasarse de lista; la paciencia no es una virtud de la que yo pueda alardear. No me gustaría romper su cuello en la mitad de Nueva York.

—Soy una agente entrenada; no podría aunque lo intentase—el acento comenzaba a irritarlo; y fingir un rostro amigable, mientras amenazaba a sus objetivos era algo que Natalia manejaba mejor que el.

—Recuerdo escuchar esas palabras antes; de hecho, de su esposo—Peggy se detuvo al escucharlo y su máscara de fortaleza tambaleó. Steve dejó salir una sonrisa ladeada— pero, ¿henos aquí?

—¿Qué es lo quieren?—La voz de Margaret se rompió en medio de su pregunta.

—Todo lo que podamos arrancarles—Steve fue sincero; sabía que iba por el suero, pero llevarle información extra a Dreykov solo le traería beneficios. No estaba dispuesto a dejar esa oportunidad—Continúe caminando; está jugando contra el tiempo. Cada minuto perdido; es una gota de sangre menos en el cuerpo de su esposo. Y cada pregunta aumenta mis ganas de que una bala encuentre su frente. ¿Sus hijos saben qué podrían ser huérfanos, pronto? ¿O ha aprendido a mantenerlos ocultos de este mundo? Porque nosotros los conocemos muy bien.

La mujer continuó caminando; y Steve supo que la misión estaba prácticamente resuelta. Definitivamente, las oficinas escondían secretos grandes; porque nadie pareció levantar su mirada mientras ellos ingresaban. Era como si todos estuvieran programados a ver; sin estar realmente observando lo que sucedía. Era tan frívolo como la KGB; y asumió que en realidad, muchos de ellos no podrían estar ahí bajo su propia voluntad.

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