Capitulos veinte.

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"Más traiciones se cometen por debilidad que por un propósito firme de hacer traición."

Siberia era un lugar frío por naturaleza, pero estar en el sótano de esa casa de seguridad; era estar en el noveno círculo del infierno.

— ¡Con fuerza! — presionó una de las frívolas enfermeras.— o te sacaremos el producto a golpes.

— Hay sufrimiento fetal. — explicó la espía que visualiza los monitores. — La presión está cediendo.

— hay que hacerle una cesárea. — opinó uno de los científicos, acercando el bisturí al vientre.

— No hay tiempo, morirá en el camino, tiene que hacerlo ahora. — la enfermera nodriza se opuso, un producto tan frágil no tendría esperanza sin la madre.

Las voces llegaban distorsionadas a los oídos de Natalia Romanova, comenzaba a ver borroso y el cansancio la hacía cerrar sus ojos más de lo debido. Ya había pasado del dolor, ahora estaba al borde la inconsciencia.

— Romanova levantase, o le sacaré el producto de su cadáver. — La voz de Dreykov logró que abriese sus ojos. — Si tengo que abrir tu vientre en dos para sacarlo lo haré, pero tienes que traerla. Ríndete y vete al infierno sabiendo que tu hijo quedó condenado a repetir la historia de sus padres.

Eso la trajo de vuelta a la realidad; dado como estaba resultado todo, no podía permitirse la muerte. Ella misma estuvo condenada a una vida sin padres, sino podía darle los dos a su hijo, al menos se aseguraría de estar a su lado. No iba a rendirse, aunque nada más le quedase un aliento, se aferraría a él. Movida por la euforia de sus sentimientos se levantó, pujando con una fuerza que no sabía que guardaba, y  su grito se mezcló con el de la vida que salía al mundo.

— ¿Qué es? — preguntó  Dreykov enseguida, acercándose al campo estéril sin importarle nada más.

— Una niña, como en todas las ecografías. — el general volteó sus ojos con ira, y Natalia sintió su corazón contraerse.

No estaba segura de haber preferido un niño, pero el panorama sólo podía augurar que siendo una niña, estaría viviendo lo mismo que ella. Pese a que el general le ocultó todo en cuento a su embarazo como un medio tortura, agradeció no tener que preocuparse por su sexo sino hasta ese momento.

— ¿Puedo verla? — Rogó casi con la voz rota.

— Vas a mantenerla con vida, Romanova. — la valía de ese producto era importante, no se arriesgaría a perderla o hacerla débil por una tortura a romanova; necesitaba una madre que la cuidase con todos los beneficios de la misma. — Su nombre es 939.

— Todo niño merece un nombre de verdad, Dreykov. — Alegó Melina.

—  para que no olvide lo que es, un simple experimento que resultó bien. — salió del lugar.

— Su nombre es Alinka. — La niña se calmó en sus brazos al escuchar la voz firme de su madre, que la tomaba con protección. — Alinka Rogers, y no voy a permitir que lo olvide.

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El llanto ensordecedor lo levantó de golpe, poniéndolo alerta, por lo que se apresuró a caminar por el pasillo; llegando a la habitación iluminada por la tenue lámpara infantil. Se acercó con rapidez para tomar al bebé, demasiado frágil entre sus grandes brazos.

— Ya está, ya estoy aquí. — lo puso contra su pecho, logrando calmar el llanto enloquecedor. — No hay nada que temer.

— No hay que eliminar los miedos por el tamaño del que los siente, Steve Rogers. — La voz de Wanda llegó, con un tono de cansancio que percibió pese a la lejanía. — Estoy segura que no deja de temer que su fuente de alimento desaparezca.

— es uno válido si me lo preguntas.- bromeó sin dejar de mecerse; luciendo cómico dada la brutalidad de su presencia.

Se acercó a la mecedora donde la chica tomaba asiento; y le tendió al bebe que se quejaba con pequeños llantos. Desvió su mirada, dándole la privacidad que Wanda necesitaba para desnudar su seno y conectar al niño.

— Tranquilo, pequeño, no voy a ir a ningún lado. — Steve sirio al verlo mamar con tanta desesperación, y el siseo de Wanda lo alertó. —. Tranquilo, Soldado, son los pequeños daños colaterales.

— Te ves agotada, Wanda. — le apartó el cabello que le estorbaba en un gesto casi ausente.

— Bueno lastimosamente, Desmond es tan demandante como su padre. — Bromeó esforzándose porque su voz no se quebrará. — Tu ayuda es más de lo que podría haber pedido; James estaría muy agradecido contigo.

— No es nada, El Niño es como...— se interrumpió sin atreverse a continuar.

— Sé que dadas las circunstancias es difícil que no lo veas como a tu propio hijo; no tienes que avergonzarte, James no habría confiado en nadie más que tú para ese rol. —. Movió la magia escarlata sobre sus manos. — es así como Desmond te ve, no sabe lo que es, pero es lo que le haces sentir. No tiene tanta calma ni siquiera en mi pecho como en tus brazos.

Los ojos de la castaña comenzaban a cerrarse y Steve sintió pena por ella. Si bien trataba de asumir la responsabilidad que su mejor amigo no había podido tomar, Wanda era quien llevaba la carga principal. Y desmond estaba atravesando por un agobiante brote de crecimiento.

— Puedo cuidarlo, ve a dormir, Wanda.

— Tu tampoco has dormido demasiado. — dijo, cediendo sin embargo a su hijo a los brazos del rubio. — Rara vez te veo hacerlo.

— Es difícil relajarme sin ella a mi lado.  — No tuvo vergüenza en admitirlo.

— Mejora con el tiempo, lo prometo.

Wanda dejó la habitación con pasos lentos, demostrando su cansancio, y Steve casi sonrió al verla. Por mucho que lo negaran, seguían siendo demasiado jóvenes. El pequeño en sus brazos se removió, y el lo despegó de su pecho para mecerlo con cuidado, observando los rasgos despiertos del niño; veía James en cada parte de el, a excepción del grueso cabello de Wanda.

RENEGADES (ASTERIXBADBITCH)Where stories live. Discover now