CAPÍTULO 25 - CASA DE LA MONTAÑA

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CAPÍTULO 25 – CASA DE LA MONTAÑA

La calidez del interior de la lujosa cabaña la recibió, esto le provocó mucho calor, más por la imponente presencia de su compañero de cama en un lugar tan remoto y a la vez romántico. Dejó la chamarra y la chaqueta interior en una silla de madera en el recibidor de la entrada. Vió al moreno dirigirse a la cocina para sacar la comida de la nevera y meterla en el microondas mientras ella miraba todo a su alrededor con ojo crítico. No pudo evitar preguntarse a cuantas amantes habría traído él allí.

- Ponte cómoda, la comida no tardará mucho.

Ella le tomó la palabra desabrochándose botones de la blusa, deshaciendo el moño alto y sacándose los tacones para suspirar de alivio en el gran sofá frente a la chimenea, donde se recostó y cerró brevemente los ojos disfrutando del silencio y la comodidad.

- Es muy acogedor ¿has traído a alguien más aquí antes?

- No, no he traído a nadie más. No he tenido la oportunidad, ni el deseo.

- Hasta ahora... —supuso Bell con un agrio malestar que siendo esa su primera y última vez allí él empezaría a traerlas.

- La cabaña es nueva y solo he estado aquí un par de veces.

- Entiendo...

- ¿Quieres hablar de lo que pasó? —preguntó el moreno sentándose a su lado, pero manteniendo la distancia.

Bell sintió un calambre en el pecho. Simplemente le era difícil mirarlo.

- No quiero... pero supongo que no puedo evitar esta conversación —murmuró ella.

- No te quiero obligar, pero me estoy volviendo loco. No entiendo porque me alejas cuando creía que estabas cómoda con esta relación —dijo él con frustrada sinceridad.

Ella lo miró a los ojos y se sintió estremecida por su intensidad. Su débil corazón palpitaba de manera peligrosa, y las manos le sudaban por los nervios. No quería hablar.

- Me da vergüenza... —bajó la mirada, incomoda con sus propias emociones.

Maddox guardó silencio un instante antes de acercarse más a ella y tomarla de la mano.

- Mírame, pequeña —pidió él tocándola con una suavidad que susurraba por toda su piel.

Bell se negaba a verse patética frente aquel hombre.

- No, Maddox... No puedo.

- Cariño, mírame... —el moreno llevo una mano a su mejilla y la acarició con ternura, ese simple toque y ella sumisa levantó la mirada para encontrarse con él.

Supo que lo diría todo en ese mágico momento que vería derrumbado por sus futuras confesiones.

- Siento celos —confesó Belinda. —No quiero saberte cerca de tu exmujer o de ninguna otra. Pero nuestra relación no me permite prohibirte nada, más cuando aún la amas y es la madre de tu hijo...

- Belinda yo... —ella lo interrumpió.

- Soy una hipócrita. Aun quiero a Collín y hay veces en que siento la necesidad de correr a él y perdonarlo. Creo que lo único que me detiene es esto que siento por ti, lo cual me confunde mucho porque no planeo enamorarme de ti. Aun así, deseo ser tuya una y otra vez... Soy patética...

Lo había dicho todo. No quería que la viera así, le avergonzaba ser el tipo de persona egoísta e infantil que no entiende el sentido de las cosas.

Maddox la tomó y la subió en a su regazo para abrazarla y sentirla. Ella se sintió reconfortada por lo que no pudo evitar derramar lágrimas en sus mejillas, las cuales él limpió con tiernos besos.

Fascinación - Enamorada de un MillonarioWhere stories live. Discover now