CAPITULO 9 - RESOLUCION

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CAPITULO 9 - RESOLUCION

Belinda se tomó una profunda respiración para calmar sus nervios, Leah le pasó la caja de kleenex lo cual agradeció con una leve sonrisa y limpió todo el desastre en su cara antes de perderse en la vista de la ciudad. Tenía que comenzar de nuevo.

- ¿Te quedaras con nosotros, cierto? —preguntó Leah sacándola de su ensoñación.

- Sí. No quiero molestar más a tu hermano —respondió recordando lo sucedido esa mañana.

- Pero si a nosotros —bromeó Michael.

- Yo sé que quieres que te moleste —bromeó igualmente ella tratando de dejar atrás su decaimiento emocional.

- Que no te escuche mi novia. —rió Michael— Se me acaba de ocurrir algo.

- ¿Qué será esta vez? —preguntó Leah esperando malas noticias.

- Es verano —insinuó Michael a su hermana.

- Verano...—murmuro pensativa Leah para luego sonreír encantada.

- ¿Qué pasa con que sea verano? —preguntó ella sin entender. Los hermanos Rocher eran muy raros a su parecer.

- Normalmente para la gente pensaría en ir a los Hampton, pero a diferencia de los demás nosotros somos aventureros, por lo tanto, buscamos aventuras y pasarlo bien —explicó Michael de buena gana.

- ¿Y qué tipo de cosas han hecho? —pregunto curiosa.

- El año pasado escalamos el Everest —respondió Leah volteando a mirarla emocionada. —Es muy difícil entrar en la lista de los escaladores cuando las excursiones son muy limitadas, te pueden dejar esperando años.

- Casi morimos por la falta de oxígeno, cansancio y frio... pero fue genial —comentó Michael.

- Supongo que los ricos no se divierten de forma normal —murmuró ella para sí misma.

- Al menos no nosotros —susurró Leah con una mirada comprensiva.

- Perdona...

- Descuida, tienes razón. Pero si lo ves de forma objetiva, los deportes y las aventuras nos mantienen lejos de las excentricidades y las drogas. Ya sabes, mente sana, cuerpo sano.

Ambas se sonrieron. El resto del camino se dedicó a intercambiar mensajes con su mejor amiga Thais, que estaba próxima a volver de su corto viaje a Dallas—Texas. Bel se alegraba tanto de ello que empezaba a sentirse sensible por la llegada de una persona familiar en su vida cuando más la necesitaba. Pero el sentimiento que más la embargaba era la libertad que sentía y no sabía cómo manejar, aunque eso no quitara que le gustase, tal como una canción resonando en sus oídos impulsándola a hacer lo primero que se le viniera a la mente.

- Bien ¿Cuál es la grandiosa idea? —les preguntó a los hermanos al bajarse del auto.

Ya habían llegado a la residencia de los jóvenes. Michael y otro señor de servicio ayudaron a bajar las maletas mientras Leah la ponía al día con los futuros planes. Sin poderlo evitar rió nerviosa por lo que le deparaba alado de los jóvenes Rocher. Solo esperaba salir ilesa de todo ello.

Ya instalada en la habitación que Leah había elegido para ella, caminó por los alrededores enamorada del pulcro blanco de las paredes, los pisos y los muebles, además de la fabulosa vista de la ciudad. Era exuberante y a la vez lleno de personalidad con los cuadros, las guitarras, la mesa de villar, las alfombras de piel y la madera oscura.

Llegada la tarde se dio un baño y sintiéndose cómoda al tener su propia ropa eligió un look casual de camisa desteñida entre blanco y azul, short negro y sandalias. Salió a comer con Leah y luego pasearon por las tiendas. La tarde había sido divertida, pero en su cabeza no hacía más que pensar en la escena de esa mañana cuando por primera vez observó la piel desnuda del hombre que decía ser su amigo. Su mirada se había detenido sin evitarlo en su trabajado abdomen y en sus estrechas caderas, lo cual no tenía sentido —o tal vez sí. Maddox era un hombre sumamente atractivo que no le era indiferente a ninguna mujer, incluida ella, pero la forma en que reaccionó al verlo con aquella mujer no había sido coherente y eso la preocupaba.

Al regresar ya era lo suficientemente tarde para esperar la llegada de Maddox, así que cuando entró a la casa de este, lo encontró recostado en una butaca de la terraza frente a la piscina con un Retriever blanco sobre su regazo al cual acariciaba mientras este dormitaba.

- No sabía que tenías un perro —comentó Bel sentándose en la butaca contigua observando en atardecer.

- Estaba en la veterinaria por sus vacunas regulares —explicó Maddox mirando con ternura a su perro.

- Es muy lindo ¿Cómo se llama? —preguntó ella alargando la mano para poder acariciar al retriever.

- Boss.

- ¿Jefe? —ella sonrió.

- Si, fue idea mis guardaespaldas. Les divierte la ironía de llamar así al perro de su jefe.

- ¡Oh! Entiendo.

Después de un largo silencio él le sorprendió al preguntarle por su ex al haber ido a recoger sus cosas.

- Lo ví y hablamos —concreto diciendo en respuesta incomoda por la pregunta.

- ¿Enserio? ¿Trato de convencerte a quedarte con él?

- Sí, pero eso es imposible... —recordando el encuentro bajo la mirada sintiéndose desanimada y el atardecer no la ayudaba.

- ¿Lo crees enserio o solo lo dices porque lo crees correcto de esta manera? —preguntó seriamente su amigo quien la miraba fijamente buscando flaqueza en su respuesta.

- Aun lo quiero, lo admito, y el volver a verlo me hizo darme cuenta de ello, pero... no puedo perdonarlo, tanto que odié que me tocara. Es complicado explicarlo. Es como si ya no pudiera verlo como un hombre, pero aun así lo extraño.

- Te entiendo perfectamente. Lo importante es que tengas clara la manera en la que te sientes —dijo su amigo tomándola de la mano que antes acariciaba al perro para besarle el dorso de esta de forma que sentía la delicadeza con la cual la consolaba.

Una delicadeza que le hacía morderse el labio inferior en contención de las inmensas ganas de abrazarlo y refugiarse del dolor entre sus brazos. Aquello la confundía y la ponía nerviosa. Contrariada apartó la mano y la mirada posándola en la caída del sol muy consciente de la presencia de Maddox contemplándola.

Fascinación - Enamorada de un MillonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora