CAPÍTULO 20 - ESCUCHANDO A ESCONDIDAS

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CAPÍTULO 20 – ESCUCHANDO A ESCONDIDAS

Belinda cargaba con un agotador día de trabajo y ya cruzaba los dedos por terminar para salir corriendo a casa. Le apetecía comer una lasaña vegetariana y acostarse a dormir. Dormir constituía la mejor parte de la noche, porque cargaba con una mala noche provocada por el apetito sexual de Maddox. No es que ella se quejara, lo habían pasado de fábula, pero llegar un día lunes a trabajar con solo una hora de sueño encima no era lo más saludable. Sus caderas y sus piernas ya no resistían.

Suspiró.

- ¿Cansada? — preguntó John, un compañero de trabajo que compartía oficina con ella.

- Muerta... —respondió ella tras un suspiro más, con la frente sobre el escritorio.

- ¿Mucha acción el fin de semana? —insinuó él con voz risueña.

- ¿Por qué lo dices? —alzó ella la cabeza para mirarlo ya que él se regodeaba de su sufrimiento.

- El bronceado, y porque llegaste unos minutos tarde esta mañana, por no decir de la marca roja en tu nuca —apuntó John.

- ¿Qué? —Saltó ella corriendo al gran espejo en la pared de la entrada de la oficina.

Y era cierto. Belinda apenas podía verlo, pero estaba segura de que sentada estaría completamente visible para las personas que pasaran a su espalda. Mataría a Maddox, pensó ella furiosa ya que cargaba con la vergüenza de haber sido la comidilla de todos en el piso. Si John no lo mencionaba, jamás se hubiera enterado, y eso era malo.

Corrió a sentarse nuevamente en su escritorio evitando mirar a John sabiendas que cargaba una sonrisa burlona de oreja a oreja.

Tecleó en su móvil más rápido que The Flash. La respuesta llegó en cuestión de segundos, pero para nada era lo que quería ver en la pantalla de su Smartphone.

Ella: [En que pensabas cuando me hiciste ese chupete? ><]

Maddox: [En lo sexy que es ese cuello cuando llegas al orgasmo. Hablamos luego.]

El hombre respondía con todo el descaro que su pervertida mente le permitía, y era genial y muy masculino, tenía que admitirlo, pero seguía estando molesta, muy molesta, ya que ahora estaba reviviendo recuerdos de la pasada noche donde él le besaba y chupaba...

- Ya vuelvo —murmuró con las mejillas encendidas caminando rápido a la puerta.

- ¿Dónde vas? —le preguntó John casualmente concentrado de nuevo en el trabajo frente al monitor de la laptop.

- Al baño —dijo apenas audible.

- No huyas del trabajo. —advirtió su compañero.

- No lo haré.

Evitando mirar las caras de sus jefes y compañeros de trabajo corrió al baño de mujeres agradecida de encontrarlo despejado.

Se miró en el espejo y luego se echó agua fría al rostro. Usando toallitas de papel secó cuidadosamente el rostro para no arruinarse más el maquillaje. La imagen era un punto importantísimo en las relaciones públicas y en el mundo de la publicidad, por eso le frustraba tanto cuando se hablaba de su vida personal. Eso arruinaba su imagen ante sus superiores porque se suponía debía ser cuidadosa y reservada.

Suspiró.

- Él no tiene la culpa... — murmuró bajo la aceptación de sus recuerdos.

Ella también se había vuelto loca la noche anterior. Lo había besado por todas partes provocándolo y había terminado gritando como una gata en celo. La cosa se había salido de control.

Ella recordaba haberse sentado en el sofá con él. Maddox le había preguntado si estaba bien porque había estado rara y distraída todo el día. Ella sintiéndose lista para hablar, le confesó de su desagradable encuentro con Collín. Al oírlo todo Maddox se volvió una furia, el hombre quería matar a Collín por haberla intimidado. Ella no supo que más hacer, así que se lanzó a abrazarlo para detener que saliera por su puerta a buscar al imbécil de su ex.

Así fue como comenzó a repartirle besos por el cuello, la barbilla, la cara y los labios. La cosa se encendió cuando bajó por su pecho y desabotonó su camisa. Maddox no aguantó más y de manera ruda la cogió en brazos y la llevó a la habitación para lanzarla a la cama, subirle el vestido haciendo a un lado sus bragas para lanzarse de lleno a la estocada.

Regresando a la realidad tuvo que acercarse a un cubículo y hacer pis. Estaba excitada y ahora sus prioridades al salir del trabajo eran distintas: Quería comida, sexo y sueño.

Saliendo del baño minutos después, con el maquillaje impecable y el pulcro vestido corto negro y blanco cuadriculado, en su debido lugar, y con el cabello suelto, regresó a su escritorio a terminar con el diseño de las letras que utilizarían en el nuevo proyecto de la empresa. Ignorando el reloj, terminó justo a tiempo de la hora de salida sin quejas, ni suspiros.

Esa noche tenía en mente movilizarse a casa de Maddox. Primero pasó por comida italiana, lo que le tomó unos cuarenta minutos antes de embarcarse a la zona residencial de la ciudad. Estacionó fuera y saludando al portero pasó adentro sin ningún anuncio de su llegada. Ya la conocían demás como para saber que era amiga íntima de la familia. Muy íntima, pensó ella con una sonrisa.

Dejando la funda de comida en la isla de la cocina buscó al señor de la casa. No veía a nadie y eso la ponía un tanto insegura. Lo que menos deseaba ella era que se la catalogara por los miembros de servicio como una fisgona y confianzuda.

Como no lo encontró en la terraza y su estudio, subió las escaleras a la siguiente planta encontrando su habitación semi-abierta. Belinda hubiera tocado si no fuera por la voz femenina que se escuchaba al otro lado de la puerta.

- ¿Es tan difícil para ti dejarme quedar aquí? —preguntó la voz de una mujer que desconocía.

- Sí. Preferiría que buscaras un hotel. Hay muchos en la ciudad. —respondió alterado Maddox.

- Creía que teníamos una buena relación... —le respondió a Maddox la voz herida de la mujer.

- Solo por nuestro hijo, Anne. No puedo, simplemente no puedo estar cerca de ti...

Belinda no quiso oír más aquella conversación. Ya sabía de quien se trataba y no quería estar en medio de una pelea de exesposos. No era de su incumbencia. Así que recogió su funda de comida y sin hacer mucho ruido con sus sandalias altas salió de aquella casa dejando atrás el drama de Maddox.

Todavía pensaba en las palabras de él dirigidas a la madre de su hijo cuando se metió a la cama. Algo le molestaba de aquello, pero no entendía que. Frustrada de mil y un maneras peleó con la almohada para hacerla más cómoda. 

Fascinación - Enamorada de un MillonarioWhere stories live. Discover now