|| CAPÍTULO DIECIOCHO ||

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CAPÍTULO DIECIOCHO

RAIN

This is it.

Ha llegado el momento que he evitado.

La razón por la que evité que Apolo me encontrara en el principio: tener que contarle todo esto.

Todo comenzó hace unos meses en una cabaña lujosa en el lago Lure. Mamá tenía una propiedad preciosa a la orilla del lago, a donde a veces se escapaba para escribir, lejos de la ciudad, y de papá. Mi hermano pequeño, Jim y yo a veces la acompañábamos. Vance venía con nosotros en el verano, le encantaba nadar y disfrutar del buen clima. En invierno, solo mamá y yo veníamos, compartíamos una pasión por la melancolía de un lago helado, un buen chocolate caliente y una fogata.

A papá no le gustaba en lo absoluto, después de rogarle, decidió ir con nosotros. Una visita se convirtió en dos y luego visitábamos el lago cada dos semanas. Al principio, no pensé nada raro, aunque él odiara el exterior, o cualquier contacto con la naturaleza. Luego, papá comenzó a ir solo al lago, y eso sí me hizo sospechar que algo estaba pasando. No dije nada.

Y en una noche fresca del verano, la vecina de al lado nos invitó a una fiesta en su casa. Mamá había tenido esta propiedad vacacional por años, y conocíamos a todos los vecinos, menos a ella. Al parecer se había mudado hace un par de meses y estaba tratando de integrarse a la comunidad. Asistimos todos y era una señora elegante, de semblante frío y pocas sonrisas. La casa era preciosa, decorada en blanco y con detalles dorados: las barandillas de las escaleras, las lámparas, las luces. El lugar derrochaba lujo, lo cual no era muy común, las personas de este vecindario solían ir por un look más rustico al ser hogares vacacionales. Al parecer, ese no era una vibra que le interesara a esta señora.

—Ah, ¿quién hace una fiesta de traje en una casa vacacional? —Se quejó Vance, aflojando su corbata mientas llegaba a mi lado. Por mi parte, decidí un vestido veraniego verde y de tiras finas sobre mis hombros.

—Cada uno hace lo que quiere, Vance, en especial con una casa que probablemente le costó un millón de dólares o dos.

Vance bufó.

—Diría que tres y me estoy quedando corto. —Él señala un candelabro dorado—. Eso es oro, hermanita, nada fake.

—Claro, porque ahora eres experto en eso. —Tomé un sorbo de mi bebida de ¿naranja? La verdad es que no tenía ni idea de que sabor era ese cóctel.

Mamá se excusó para irse a dormir, la verdad es que las interacciones sociales no eran lo suyo. Ella prefería la soledad y este tipo de eventos la agotaba. Jim se fue con ella. Vance y yo nos quedamos con papá, algunos vecinos aún bebían y comentaban con la señora de la casa.

A la hora de irnos, no encontrábamos a papá así que Vance y yo salimos por la puerta del frente para caminar a la casa, asumiendo que él se había ido primero sin avisarnos. No teníamos el padre más dedicado del mundo. Sin embargo, al llegar a casa, papá no estaba y nunca olvidaré la expresión en la cara de Vance al pensar, analizar o que sabía yo. Mi hermano siempre había sido muy observador, notando cosas que se nos pasaban a los demás miembros de la familia.

Vance salió disparado de regreso a la fiesta y lo seguí, pero me quedé en la carretera viéndolo alejarse y meterse de nuevo en la casa de la señora. Silencio.

No escuché absolutamente nada en un par de minutos y luego caos, gritos y Vance regresando endemoniado, con papá pisándole los talones. Sentí un frío en el estómago mientras se acercaban. Papá intentó agarrarlo y Vance se soltó de golpe.

—¡No me toques! —gritó y la furia era clara en el rostro de mi hermano.

—Vance... —Llamé, recibiéndolo—. ¿Qué pasó?

A través de la Lluvia [Hidalgo #3] [En librerías] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora