Capítulo 12. MAMÁ Y PAPÁ.

32 10 23
                                    

27 - Agosto -2016
3:47 pm

Querida mía:

Me ha costado volver a escribir después de los recuerdos que plasmé en mi última carta, me ha costado por el hecho de revivir todo aquello que consideré pasado creyendo ingenuamente que ya no dolería nunca más, que estaba superado y que esas memorias ya no afectarían mi presente, sin embargo, pude descubrir con la ayuda de Carlos, que durante toda mi vida he confundido el "suprimir" con el "superar". Verás, tras una intensa charla con tu tío me ha hecho entender la diferencia entre ambas: "superar" es cuando lo que te lastimó en el pasado ya no te duele más, cuando las heridas cicatrizan, es sanar de verdad y perdonar a las personas y a las situaciones que te fallaron, y no necesariamente tienes que perdonar para que regresen a tu vida sino que es un perdón propio, exclusivo de uno mismo, que nos ayuda a seguir nuestros caminos estando conscientes de que aceptamos lo que nos dolió y lo hemos dejado ir, que nos permite avanzar sin tropezar con los mismos sentimientos negativos, siempre recordando lo que nos pasó como enseñanzas de vida y no como memorias dolorosas; por otra parte, "suprimir" es lo que siempre hago, es el simple hecho de evadir los recuerdos y los sentimientos, poniendo vendas sobre las heridas para dejar de verlas, creyendo que sanarán solas, intentando mentirnos a nosotros mismos diciéndonos que ya han sanado aunque sintamos nuestra sangre brotando a chorros de ahí, aunque la herida pique y arda con cualquier roce seguimos engañándonos, mientras esa yaga se hace cada vez más profunda y severa con cualquier incidente que nos haga recordar su origen. Entendí así que sanar es muy duro y más complicado de lo que cualquiera considera, supongo que jamás le damos un peso tan importante al duelo y a las preocupaciones, con regularidad solemos menos preciar el dolor de las personas que nos rodean, creemos que es una emoción que se desvanecerá en sólo unos días y por ello no notamos cuánto luchan esas personas por salir adelante, por seguir en pie, por sonreír todos los días y responder nuestros saludos cada mañana; considero que sólo cuando atravesamos por algo así somos capaces de entender el sacrificio y la tensión a la que se someten nuestras mentes con tal de sanar, quizás si todo el mundo fuese más empático lograríamos avanzar en sociedad sin sabotear al otro y sin causar sufrimientos, sin embargo, la empatía sólo se consigue a través de la experiencias y, lamentablemente, ni siquiera así logramos ser amables hoy en día.
Ahora que mi mente está un poco más estable continuaré con la historia de mi última carta: la vida de mis padres y mi origen.
Como te mencioné antes, María Regina Corona Sánchez es el nombre de mi madre, según me cuentan las personas que la conocieron desde antes de mi existencia, ella era una adolescente de 17 años acorde a su edad en comportamiento, gustos, estudios y pasatiempos, era feliz aunque de carácter fuerte, siempre fue fiel a aquellas personas que se entregaban a ella de una u otra forma, jamás defraudó su confianza ni su lealtad, y aún cuando llegaban a fallarle jamás demostró rencor ni cobró venganza. Proveniente de un matrimonio unido y siendo la menor de dos hijas, jamás le faltó amor, salud y una estable economía, por lo que era alegre y con un enorme sentido de unión familiar; y también fue así con mi padre. Dicen que en cuanto lo conoció, en secundaria, captó su atención por completo, y aunque se limitaron a tener sólo un interminable va y ven de miradas y nada más que eso durante esos 3 años, cuando ingresaron a la escuela preparatoria todo cambió con un simple "hola" pronunciado por mi padre tras un año de no haberse visto. Mamá lo quería desde hace tiempo, era obvio, sin embargo, también estaba plenamente consciente de que no era la única chica que lo deseaba, y es que cabe decir que a toda chica adolescente le atraen en gran medida los chicos malos, y justo eso era mi padre: Raúl Alejandro Zapata Téllez es su nombre, un chico rebelde de piel blanca y cabello negro en extremo rizado, de cuerpo atlético y ojos negros que propiciaban el enamoramiento de cualquiera que tuviese contacto con ese profundo mirar. Mamá cayó presa de esos ojos desde las miradas que se dedicaban en la secundaria, sin embargo y aunque era muy guapa, se sentía tan poca cosa al lado del chico más guapo y popular del colegio que siguió teniendo noviesitos ocasionales creyendo que jamás tendría oportunidad alguna con el rebelde de rizos azabaches. Ella era una chica de estatura promedio, de complexión delgada y piel amarillenta, con cabello rubio y lacio por completo, unos grandes ojos color miel, nariz respingada, boca grande con carnosos labios y con una sonrisa que iluminaba al mismísimo cielo.
Cuando mis padres al fin comenzaron a hablarse, todo resultó diferente a lo esperado, todo marchó a la perfección y prontamente comenzaron a salir; según me contaron, mamá salía con una persona en ese momento y aunque le quería fue capaz de romper su corazón con tal de salir con mi padre. Por su parte, mi padre tenía una amplía fama de mujeriego que inclusive llegaba a oídos de las colonias vecinas, era ese típico chico que siempre anda en las calles y nunca hace tareas del colegio, ese guapo pasa calles que las madres odian y que las hijas aman, y pese a todo eso, mi madre que era fuerte y de mente centrada, se doblegó ante él sucumbiendo ante sus encantos y ante la idea de que él podía cambiar. Debo decirte, Natilyta, que esa idea es un error muy común cuando somos jóvenes y cuando estamos enamoradas, sin embargo, la realidad es que ese cambio nunca llega o sólo dura unos pocos meses para desaparecer tras engaños y heridas.
Cuando mis padres comenzaron a hablar aún iban en diferentes semestres, para ser exactos, mi padre iba adelantado por un año mientras que mamá era de nuevo ingreso, y esos era algo completamente normal ya que mamá se había retrasado en sus estudios por culpa de una enfermedad en mi abuela, sin embargo, y gracias a la inexistente vocación de estudio que mi padre tenía, pronto comenzó a reprobar materias hasta que, por azares del destino, terminó en el mismo grupo de mamá. Aproximadamente comenzaron a salir después de un semestre de estar conociéndose, así que cuando Raúl quedó en su grupo ellos ya llevaban algunos meses de relación con lo que este incidente sólo aceleró su cercanía y, pese a las amenazas de mi abuela con respecto a lo que ese chico figuraba en la sociedad, mamá se enamoró perdida y locamente tan pronto que comenzó a acceder a todas las demandas de su novio; fue así como un día ocurrió lo inevitable, doblegados por sus instintos se entregaron uno al otro, mamá confiando en su amor y mi padre quizás pensando en que era una más o qué sé yo. Llegaron tarde a casa esa noche, mi madre siendo impura y mi padre creyendo que lo tenía todo, ambos avergonzados y cayendo en cuenta de su error, pero siguiendo juntos de la mano hasta semanas después en las que descubrieron mi existencia. Algunas personas que conocieron a Raúl desde antes de que comenzara su relación con mi madre, aseguran que él cambió mucho mientras salían y otros dicen que a partir del embarazo, sea como sea, todos coinciden en que ambos se amaban intensamente y que Raúl dejó atrás su fama de mujeriego para quedarse sólo con mamá, sin embargo, y como ya mencioné antes, eso cambios nunca son eternos y más temprano que tarde terminan por desvanecerse.
Cuando se enteraron de mí no hubo más remedio que hacerse cargo de todo, hablaron con ambas familias, las abuelas se decepcionaron de ambos chicos, sin embargo, les dieron su apoyo absoluto sin quitarles responsabilidad a los jóvenes. Ambos se mudaron a una habitación de las que la madre de Raúl ponía a la renta, aunque claramente no les cobró a ellos ni un centavo, ambos tuvieron que dejar sus estudios, mi padre consiguió un trabajo informal y mal pagado mientras mamá se quedaba sóla en casa con las náuseas y los mareos que yo le generaba, mi abuela paterna la procuraba y constantemente recibían de visita a mis otros abuelos, les ayudaban con alimentos y obsequios para mí, y todo parecía que estaba bien, pese a todo mis padres se veían felices estando juntos, y poco a poco todos comenzaron a creer en el cambio de mi padre, vieron como ese chico inmaduro se hizo responsable en todo aspecto, y como mi madre ablandaba su carácter ante la presencia de su pareja, ellos se amaban, no había duda de ello, sin embargo, todo tiene un comienzo y un final, por lo que cuando ellos creían todo iba rumbo a un perfecto final la realidad los golpeó directo en la cara, pero creo que eso te lo contaré en la próxima carta, escucho una voz femenina hablando con Carlos en la sala, así que iré a averiguar qué ocurre o si me estoy volviendo loca otra vez.

Con cariño, mami.❄

Cartas de nadie para alguien. Where stories live. Discover now