CAPÍTULO 2

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Y ahí iba yo, tras un trabajo que nunca pedí, ni hubiese aceptado sino fuese por mi conciencia.

Tener que convivir con Edward sería una tortura, no le interesaba absolutamente nada.

Rodaba los ojos mientras intentaba localizarlo. Supuse que estaría jugando fútbol, creo que era lo que más le interesaba, así que me dirigí a la cancha.

— ¡La presidenta! —. Muchos allí me sonreían y saludaban, me sentía superior e importante, eso me gustaba.

Les devolvía los saludos, pero mis ojos no dejaban de rodar por toda la cancha en busca de mi objetivo.

Iba a desistir cuando de repente sentí un pelotazo con toda la fuerza en mi trasero. Estuve a punto de caerme pero logré equilibrar mis pies.

Me quejaba llevando las manos a mis nalgas adoloridas. Estaba furiosa y dispuesta a acabar con quién haya sido, porque estaba segura de que no fue un casual accidente.

¿Quién osaba hacer semejante falta de respeto con la presidenta?

— ¡En el blanco! —. Reconocí aquella voz al instante.

Me giré en esa dirección fulminando con la mirada a mi atacante, Edward.

— ¡Oye! ¿Qué te pasa? —. Le grito caminando hacia él.

— ¿Qué, presidenta? Si no le gusta el fútbol ¿para qué viene a la cancha? —. Sonreía maliciosamente, me irritaba.

Traté de mantener la calma, suspiré relajándome, no quería una expulsión por su culpa.

— No vine para jugar, vine por usted —. Forcé una sonrisa, sentía algunas miradas sobre nosotros.

— ¿Por mi? —. Frunció el ceño evaluándome de arriba a abajo con los ojos, me sentí incómoda.

— ¡Ohhh! Ya recordé, la directora te dijo lo de la tutoría ¿Cierto? —. Me señaló con un dedo.

— Cierto —. Suspiré aliviada de no tener que explicar nada.

— Me parece una tontería, no quiero —. Me quedé estática.

Por primera vez, en algo estaba de acuerdo con él.

— Lo se, sinceramente a mi también, pero la directora lo ha pedido —. Me pongo seria.

Entrecierra los ojos mientras me sigue de punta a punta examinando con la mirada, ya me estaba hartando.

Me alarmé cuando divisé una escurridiza sonrisa picarona en sus labios.

— Está bien, si es lo que la directora desea —. Se relamía los labios.

¿Por qué la directora lo deseé? ¿Y eso a él que le importaría? Ahora sí tenía miedo, había un motivo más tras él y sus pensamientos.

— Eh, bueno si estás de acuerdo entonces, podríamos acordar —. No termino de hablar, resoplo dándome cuenta de que estaba siendo ignorada.

— ¡Entraré yo! ¡Estáis echando a perder el juego! —. Gritaba, ignorándome completamente.

Bufé, cerré los ojos buscando paciencia de donde no tenía. Esto iba a ser trabajo difícil.

Me aclaré la garganta acercándome a él.

— ¡Edward! —. Le grito, da un brinco en el lugar.

— Ay ¿Qué? —. Me frunce el ceño.

— Esto no funcionará si no pones de tu parte —. Hablo indignada.

Rodó descaradamente los ojos ente mi cara. Tras un suspiro me miró.

— Nena, nos vemos después de las clases. Ahora no tengo tiempo para ti —. Me sonríe.

Me lanza un beso y camina hacia la cancha. Ese chico creía que el mundo giraba a su alrededor, que todos debían estar a sus pies, y yo le iba a demostrar que no.

(...)

— Tengo trabajo que hacer —. Brenda ponía los ojos en blanco.

— No me digas ¿Estudiar? ¡Los exámenes son para la semana que viene —. Repudiaba.

— Mientras más preparada esté mejor será —. La miro.

— Que obstinada, ¡Diviértete más te dije! —. Ponía las manos sobre mis hombros.

— Perfectamente puedes hacer un espacio para hoy en la noche y venir a la fiesta ¡El insti entero irá! —. Me sacudía.

De seguro que Edward también, por lo que ni me molestaré en dejarle tareas ni nada...

— Por ello sales tan mal en los exámenes, por despreocupada —. Me separo de ella.

— Uff ya, no tienes remedio —. Se hecha hacia atrás en su silla.

— ¿Cómo va el lío con Edward? —. Pregunta con propensión.

— Nos reuniremos en la tarde —. Hablo despectiva.

— Interesante ¿Que haréis? —. Me codea en el brazo.

— Estudiar, imagino —. Brenda vuelve a poner los ojos en blanco.

— Ya, claro, que poder hacer contigo —. Se aleja de mi.

Suspiro, no tenía ni la menor idea de cómo yo y Brenda nos habíamos hecho mejores amigas.

(...)

— Dios, por qué me obligas a esto —. Me cubro el rostro con las manos.

Supuestamente Edward y yo habíamos quedado en el CaffeLatte, más bien yo había puesto el lugar de encuentro, a él le daba igual.

Eran las cuatro, habían pasado más horas de la acordada, y ya me estaba imaginado que me había plantado.

— ¿Qué esperaba? —. Suspiro.

La cafetería no estaba tan concurrida, por ello era buena hora para encontrarse allí. Me mantenía sentada en una mesa lo bastante apartada de todo.

— Él no va a venir, y yo me voy a ir —. Me levanto.

Recogí mi mochila mirando por última vez la mesa con molestia.

— ¿Se va señorita? No ordenó nada —. Se me acerca una camarera, yo me avergüenzo.

— Mi compañero no vino —. La camarera pone cara de angustia.

Ignorándola me dirijo a la puerta. Jalé el pomo de la puerta sin éxito, elevé la vista divisando a través del cristal a la persona que intentaba abrir desde el otro lado.

Lecciones privadas (Lecciones I) [+18]Onde as histórias ganham vida. Descobre agora