CAPÍTULO 6

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Hubo total silencio entre los dos, solo se oían las charlas de los chicos que aún permanecían en el baño.

No me atrevía a elevar mi vista ni hacer contacto visual. Los recuerdos del día de ayer seguían revoloteando en mi mente como polillas.

Permanecía aún con su mano sobre mi boca, y atrevidamente la otra rodeaba mi cintura. Las mías estaban a los lados de mi cuerpo, estaba estática, como momia con miedo de que nos oyeran.

Cuando sentí que Edward se pegó más hacia mí me alarmé.

— ¡Mmm! —. Luchaba por hablar.

— Shhh —. Susurraba retirando la mano lentamente.

— ¿Qué haces? —. Musitaba.

— Ayudarla presidenta, porque es una verdadera loca —. Susurró en tono jocoso, me sonreía.

Momentáneamente bajé la cabeza con vergüenza, ¿cómo me podía mirar así sin una pizca de remordimiento o vergüenza? ¿cómo puede ser tan sumamente descarado? ¡lo odio!

— Dios, apártate, estás muy cerca, no es necesario estar tan pegados —. Reproché aún sin mirarle.

— Esto está muy chiquito, imposible —. Hacía un puchero.

— ¡No te hubieras metido! —. Musito irritada, trato de mantener la calma.

Suerte que estábamos en el último inodoro.

— Malagradecida, ¿Quieres que salga y te delate? ¿Qué pensarán después? —. Me sonríe con malicia, rechino los dientes con irritación.

— Al menos tratemos de acomodarnos, ¡estoy incómoda! —. Protesto.

— ¡Oh, ya! —. Esboza una amplia sonrisa.

Pasa por mi lado con cierta dificultad, se sienta sobre el inodoro, me toma de la mano y me jala haciendo que caiga sentada sobre él.

¡Ahora sí que estoy verdaderamente incómoda!

Mis mejillas se calientan automáticamente, estaba roja y tensa. Las manos de Edward rodeaban mi estómago, apretándome, impidiendo que me levantara.

— Edward ¿Qué mierda haces? —. A penas podía hablar, el oxígeno había abandonado mis pulmones.

— ¿Qué pasa presidenta? La siento tensa —. Sentía su aliento caliente en mi cuello, eso me producía escalofríos.

Una de sus manos sube lentamente hasta abajo de mis pechos. Comencé a temblar, ¿se estaba volviendo a burlar de mi?

Inesperadamente sube esa mano y me agarra un pecho.

— ¡Edward! —. Emití un quejido.

— Shhh ¿Quieres que nos descubran? —. Puso un dedo sobre mis labios.

Volvió a bajar la mano hacia mis pechos, le agarro la muñeca con una de las mías.

— Ya basta, no te volverás a aprovechar de mi —. Hice intento de levantarme, sin embargo la mano que rodeaba mi estómago me apretó más fuerte impidiéndomelo.

— Te haces mucho la dura, pero no lo eres —. Me susurró al oído haciéndome estremecer.

Estaba volviendo a sudar, del nerviosismo y el calor del ambiente, más encerrados en aquellas pequeñas cuatro paredes. ¡Podía explotar en cualquier momento!

Aflojé de descuida el agarre, de igual manera el seguiría haciendo de las suyas.

Dirigió su mano bajo mi chaleco y la blusa del uniforme. Me producía ligeros escalofríos sentir su cálida mano rozando toda mi piel directamente, contraigo mi abdomen.

— Edward —. Musito, mi cuerpo ya no se resistía a sus toques.

Siento su mano tocar mi sostén, agarrar una de las copas y bajarla, el corazón me dió un salto en ese momento. ¿En serio tenía que ser él el que me proporcionara aquellas nuevas experiencias y sensaciones? tan...placenteras...

Mi cuerpo se rindió y calló bajamente, mis barreras se habían roto, había logrado tenerme a su merced.

Su mano envolvió mi pequeño pecho, amasándolo. Me mordía los labios para evitar gemiquear ante sus toques que se estaban intensificando. Dos de sus dedos apretaban y tiraban de mi pezón erguido, cerraba mis ojos aguantando el dolor que me daba.

Repentinamente sentí sus cálidos labios sobre mi cuello, me producían un cosquilleo por toda la piel mientras se deslizaban hacia mi nuca en dirección al otro lado de mi cuello.

Incliné la cabeza dejando que me besara y mordiera la piel. Repartía chupetones por todo mi cuello dejándome sin aliento.

— Usted es deliciosa presidenta, podría comérmela —. En ese instante me da una mordida con la que no pude aguantar el gemido, me imaginé que mi piel habría quedado marcada.

Su mano dejó mi pecho y se dirigió al otro, haciéndome las mismas caricias que me dolían y excitaban a la vez. La otra deja de rodear mi estómago y se desliza por dentro de mis muslos, haciendo a un lado mis bragas y volviendo a hacer contacto con mi intimidad.

Enseguida volví a estar húmeda cuando sus dedos volvieron a aventurarse dentro de mi. Ya mis sentidos sabían el placer que me daba.

Mis manos las usé para tapar mi boca y ocultar mis incontrolables gemiqueos. Entre sus ágiles dedos, sus salvajes besos e intensas caricias, me estaba volviendo loca.

En un momento comencé a sentir algo contra mi trasero, un bulto inquietante que me estaba poniendo más nerviosa de lo que estaba.

— ¿Siente como me pone presidenta? —. Susurraba a mi oído con su cálido aliento, luego de eso me muerde el lóbulo.

Entonces comprendí de lo que se trataba. Pensé que el corazón se me saldría del pecho en cualquier momento. Su presentada erección se presionaba contra mi trasero, sentía cierto miedo y...¿curiosidad?

Sin embargo era más mi miedo que otra cosa, por lo que me alarmé y me desesperé.

— Edward, ya, me quiero levantar —. Me inclino para levantarme.

— ¿Pero por qué? Se veía que estabas disfrutando hace un momento —. Me vuelve a rodear con sus manos por el estómago.

Quedé aún sentada sobre él, sintiendo su erección más grande que antes. Jadeaba, sudaba, era un desastre mi uniforme, no me reconocía, ¿en qué me había convertido? más bien ¿en qué Edward me había convertido?

— No tengas miedo presidenta, el de allá abajo no se come a nadie —. Se rió en mi oído.

Quedo avergonzada ante sus palabras. De repente comenzó a olfatear mi pelo y acariciar mi nuca con la nariz. Puse mis oídos atentos al ambiente, había silencio, supuse que ya se habrían ido los chicos.

— Edward, creo que ya podemos salir —. Esta vez estuvo con la guardia baja y me logré safar de él.

Primero me asomé por la puerta disimuladamente, al ver que no había nadie solté un suspiro de alivio. Sabe dios desde cuendo estábamos solos y no lo habíamos notado...

— Perfecto, ya podemos irnos de aquí —. Solté aliviada.

Caminé en dirección a la puerta del baño, sin embargo una mano me agarró fuertemente del brazo.

— Tú no te irás tan fácil —. Divisé a Edward mirándome con una expresión seria en su rostro.

Lecciones privadas (Lecciones I) [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora