CAPÍTULO 8

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Edward se acercaba a mi, pasándose la mano por la frente para quitarse el sudor. Se para a mi frente, y tras un suspiro me mira y sonríe.

— Em, los dejo. La esperamos en el consejo para la reunión presidenta —. Olivia rápidamente se va.

Maldigo dentro de mi pero me resigno a enfrentar lo que me había "ganado" por ser tan intelectual.

— Que trabajito ¿no? No debe ser fácil ser la presidenta del consejo —. Hace una mueca.

Claro que te parece difícil, conlleva una responsabilidad de la que no tienes la mejor idea.

— Voy al punto. ¿Por qué te has quejado con la directora? —. Traté de permanecer calmada.

— ¿Quejarme? Simplemente dije una verdad —. Acerca su rostro al mío.

— ¿Una verdad? ¿Y por qué no le dijiste que cuando yo intento ayudarte... ¡te pones a joder! —. Eso último no supe como decirlo con claridad.

— ¿Ponerme a joder? —. Y de repente estalla en carcajadas.

Abrí los ojos de par en par, divisé a mi alrededor avergonzada por todas las miradas que había encima de nosotros.

— ¡Por dios! ¿Podrías calmarte? Estamos llamando la atención —. Le susurro moviéndole del hombro.

— Ay, es que eres algo graciosa, jaja —. Y de repente su expresión cambió tornándose seria.

— Lo hice para que no creas que puedes librarte de mi y dejar esto así. Para la próxima no voy a recurrir a la directora, no quieras saber a qué —. Curva ligeramente sus labios.

— ¿Qué? ¿Perdón, pero qué te crees? Tengo el derecho de decidir lo que quiero hacer, y si no quiero seguir con esto no lo sigo y punto —. Me cruzo de brazos.

— ¿Si? ¿Y por qué no le dijiste eso a la directora? —. Sonrió maliciosamente.

Me ví obligada a desviar la mirada avergonzada. Claro, obvio que no lo hacía porque sabía que me ganaría una gratuita expulsión, por desgracia.

— Es que... simplemente no quiero quedar mal con mis ideales —. Elegí una ridícula excusa.

— Ah, claro —. Rió una vez más.

— ¡Hey! ¿Por qué estás tan empeñado en esto? Creí que te parecía ridículo, además de que se perfectamente que no te interesa nada —. Fruncí el ceño.

Dejó de reír y me miró serio una vez más. Acercó su rostro al mío, tuve miedo de los espectadores a nuestro alrededor, por lo que retrocedí. Sin embargo extendió una mano hacia mi rostro.

— Debes imaginar el porqué —. Roza su pulgar por mi labio inferior produciéndome cosquillas.

Y se aleja de mi, así como si nada, dejándome ardiendo por el gesto anterior.

Dios, cada vez mi cabeza se revolvía más con ese chico. Lo odiaba, pero mi cuerpo me traicionaba...

(...)

Salía del salón del consejo, había culminado la reunión. Por suerte había escrito mis ideas en un cuaderno, porque no me acordaba absolutamente de nada de lo que iba a plantear allí.

Me fui directo a mi casillero. Oía unas risas cerca de mi, desvío la mirada en esa dirección y me topo con un grupito de chicas que rodeaba una puerta, detallando más pude ver quién estaba entre ellas.

— Edward —. Musité apretando los puños.

Estaba sin camisa, se veía aquel torso desnudo, con aquellos abdominales y brazos ejercitados...

Sacudí la cabeza. Concéntrate Camila, sabes que nunca te puedes dejar llevar por el físico, lo que pasa por la mente es más importante.

Sin embargo no se veía que estuviera disfrutando de la atención, por alguna razón le notaba irritado. Diría que estaba tratando de librarse de ellas.

— ¡Oh! ¿Desde cuándo tienes este tatuaje? —. Saltaba una.

— ¿Entrenas mucho? porque se ve el fruto del trabajo —. Iba otra.

Diría que le estaban acosando, debería haber puesto orden por ser la presidenta, sin embargo no lo hice, me dió cierta gracia la situación.

Entonces de repente me encuentro con la mirada de Edward, enseguida me estremecí. Su expresión cambió automáticamente a una sonrisa picarona.

Tragué grueso, entonces cuando estuve a punto de girarme para largarme de allí, oí su voz.

— ¡Presidenta! —. Agitaba la mano.

Indignada me ví obligada a girarme y enfrentar las miradas de aquellas chicas. Enseguida se dispersaron e hicieron como si nada hubiese pasado. Me encantaba que me respetaran.

Edward se abre paso hacia mi, le fulmino con la mirada cuando desliza una mano por mis hombros. ¿Ahora qué iban a pensar?

— Fuiste un milagro para librarme de aquellas —. Me obligó a caminar a su paso.

— No soy un muro para esconderse —. Fruncí el ceño.

— Ja ja claro, solo te agradecía —. Ya empezaba a ignorarlo.

Pues me había dado cuenta muy tarde de su torso desnudo y sus músculos pegados a mi, ya me empezaba a poner roja.

— ¿Por qué demonios andas sin camisa? Eso está en contra del reglamento escolar —. Dije como excusa.

— Una cosa es como te pone verme así, y otra es el reglamento escolar —. Sonrió divertido.

De repente me pone contra la pared en una esquina. No puedo evitar jadear por el impacto de mis pulmones contra la dura pared.

— Si que eres pícara presidenta —. Acerca su rostro al mío.

— ¿Eh? ¡No! —. Me avergüenzo.

Por la cercanía pude notar el tatuaje al que se refería una de las chicas. En la altura de su brazo derecho llevaba como unas letras en chino que no entendía, más unos números romanos por las costillas.

— ¿Qué quieres Edward? Déjame en paz por favor—. Me suelta con un suspiro.

— Que quejona te pones a veces —. Rueda los ojos.

Traté de ignorar esa acción, inhalo y exhalo pacientemente, dejando a un lado ese espíritu de ira.

— Si...si queremos que esto funcione me hace falta que pongas un poco de más interés, lleva al menos tus libros y si tienes apuntes, y asiste puntualmente al encuentro —. Planteo sin mirarle completamente.

— Está bien —. Hace un puchero.

— Nos vemos en la biblioteca —. Un lugar perfecto para evitar sus travesuras.

— Ok, me arreglaré un poco y allí nos vemos —. Hablaba con desánimo.

Evité rodar los ojos y mandarlo a la mierda, pero como ya he pensado varias veces, no quiero una expulsión por su culpa.

Lecciones privadas (Lecciones I) [+18]Onde as histórias ganham vida. Descobre agora