CAPÍTULO 4

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Muerta de vergüenza me pasé las manos por el rostro sudado, aún jadeaba, podía seguir sintiendo la mano de Edward aún en mi entrepierna, ¿cuando demonios la pensaba quitar? ¿y si alguien se daba cuenta?

— ¿Le sucede algo señorita? —. Me mira con algo de preocupación.

— ¡Nada! —. Suelto con desespero.

Miro de reojo a Edward, le fulmino con la mirada, pero el simplemente me sonríe maliciosamente.

Me inclino sobre la mesa en intento de tapar disimuladamente la dirección de la mano de Edward.

— ¿Van a ordenar algo? —. Toma una pequeña libreta y un bolígrafo.

— Eh —. Me era difícil concentrarme con los dedos de Edward aún revoloteando en mi interior.

Sentía como con la yema de un dedo frotaba mi clítoris haciéndome retorcerme de placer.

— Quisiera unos panqueques —. Me mordí los labios volviendo a sentir otro pellizco en mi clítoris.

— ¡Y un batido de chocolate! —. Dije en un jadeo sin pensar.

Mi cuerpo había comenzado a experimentar una sensación más intensa, mi corazón estaba latiendo con celeridad y mi pulso sin cesar. Mi cuerpo completamente tenso, todo daba la señal de que en cualquier momento me correría.

— ¿Y usted? —. Se dirige a Edward.

— Solo un capuchino —. Sonríe angelicalmente.

Con esa maldita cara, ¿quién creería que por debajo justo ahora está degradando mi ser?

No quería admitir el enorme placer que me estaba recorriendo por las venas. Cuando la camarera se fue me sentí más relajada mentalmente, pero mi cuerpo estaba en su límite.

Apreté mis labios y me aferré estrujando una parte del mantel de la mesa para evitar gritar por el intenso orgasmo que traía. Un líquido fue expulsado de mi vagina empapando mis bragas, y los dedos de Edward...

Jadeaba sintiéndome como globo desinflado después de aquello. Estaba desplomada en el asiento. Oía la risa de Edward mientras retiraba sus dedos.

— Que interesante presidenta —. Ríe viéndose los dos dedos llenos de mi líquido.

Mirándome lentamente se los lleva a la boca chupándolos.

— Sabe bien —. Se relamía los labios.

Tenía bastante claro que, a partir de ese día, había perdido mi vergüenza, toda mi dignidad ante él.

— Jamás me la imaginé así presidenta, pero ha sido una deliciosa experiencia —. Aún oía su risa.

Me llevé las manos al rostro, preguntándome una y otra vez como había permitido que aquello llegara tan lejos.

Sentía mis bragas empapadas, debía llegar rápido a casa para cambiarme, y no tener que verle más la cara a Edward.

Me levanté recogiendo mis cosas a la velocidad de la luz. Edward notó mi impulso.

— Oye ¿a dónde crees que vas? Aún —. Ni siquiera lo escuchaba.

Salí como alma que lleva el diablo de aquella cafetería.

(...)

— ¡Mierda, mierda, mierda! —. Me quejaba una y mil veces.

Había tenido un verdadero orgasmo por primera vez, en una cafetería, con Edward...

Me revolcaba sobre la cama, en lo único que podía pensar era en lo acontecido.

Aún podía sentir la placentera sensación de sus dedos en mi interior, acariciando mis paredes y frotando mi clítoris haciéndome llegar al orgasmo.

Me llevé una mano a mi entrepierna imaginando, mis bragas estaban húmedas de nuevo.

— ¡Demonios! —. Sacudí mi cabeza.

No podía sacarme de la cabeza a Edward y sus dedos. Me preguntaba que otras cosas podría hacerme sentir sin que solo me tocara ahí abajo, que otras sensaciones o experiencias me podría proporcionar.

Era imposible evitarlo, la curiosidad como una inexperta, que había acabado de experimentar un nuevo mundo, me estaba matando.

Sin embargo intentaba reprimir todos esos estúpidos sentimientos, pues debía recordar ¡Se trataba de Edward Walker! Idiota, engreído, inmaduro, totalmente contrario a mi, ¡colapsaríamos al instante!

Ni siquiera tenía la menor idea de por qué hizo lo que hizo. ¿Simplemente para molestarme? ¿Acostumbra a hacerle lo mismo a todas? ¿Solo se burlaba de mí?

Eran demasiadas preguntas, para las que no tenía respuesta.

Lecciones privadas (Lecciones I) [+18]Where stories live. Discover now