CAPÍTULO 3

8.8K 331 4
                                    

— ¿Edward? —. Abrí la boca de golpe.

— Oye ¿A dónde ibas? —. Empuja con fuerza la puerta haciéndome retroceder.

Le miro detalladamente, pulover, shorts y tenis, todo de marca. Más la sonrisa arrogante en su rostro me hervía totalmente la sangre.

— Ya pensé que no venías —. Suspiré.

— Tuve asuntos que resolver antes —. Hace un ademán con la cabeza.

No quisiera imaginar ni saber que tipos de asuntos.

— ¿Te ibas? —. Se acerca a mi frente exponiendo nuestra gran diferencia de tamaño, odiaba tener que ver hacia arriba.

— Claramente ¿Ves la hora que es? Supuse que no vendrías —. Me crucé de brazos.

— Meh, tampoco es como si tuviera mucho que hacer —. Se encogió de hombros.

Evité poner los ojos en blanco, y le acabo invitando a la mesa en la que antes estaba.

— ¿Y qué se supone que haremos aquí? —. Pregunta despectivo.

— Estudiar, ver las materias que más se te dificulten, y de paso acordar horarios para vernos —. Digo volviendo a sacar libros y papeles de mi mochila.

— ¿Horarios para vernos? —. Sonríe con picardía.

Inevitablemente mis mejillas se calentaron, aparté la mirada queriendo ocultar el carmesí de mis mejillas.

— Claro, para estudiar —. Él suspiró.

— Bien, ¿Con que comenzamos? Oh sí, aquí con Español, tienes una ortografía pésima según he visto —. Saco mis apuntes.

— No quiero —. Me mira serio.

— ¿Qué? —. Le miro con indignación.

— No quiero estudiar eso, además ni siquiera traje libros —. Ladea la cabeza.

— Uff, entonces matemática —. Traté de mantener la calma.

— Tampoco quiero —. Niega rotundamente con la cabeza.

— ¿Qué carajos quieres entonces? —. Irritada, planto bruscamente las manos sobre la mesa levantándome de la silla.

Miré a mi alrededor avergonzada de ser el blanco de múltiples miradas. Bajé la cabeza tratando de recuperar la cordura.

— Oye, no sabía que la presidenta se podía alterar así —. Sonreía maliciosamente, yo rechino los dientes.

Le miro una vez más, no había traído libros, nada. Por lo que su falta de interés me airaba.

Me froto las sienes diciéndome una y otra vez que no valía la pena perder la calma con él.

— Ay, está bien, préstame tus apuntes porque no traje los míos —. Se endereza en la silla inclinándose sobre la mesa.

— Ya —. Suspiré.

Me sorprendí cuando de repente cambió de asiento.

— ¿Qué haces? —. Pregunto perpleja.

— Me acerco para que me expliques mejor, frente no puedo entender ni ver lo que señalas —. Seguía sonriendo.

Me mareaba que estuviera tan cerca de mi, el aroma de su costoso perfume inundaba mi nariz.

Se inclinaba tanto al punto de que nuestras mejillas estaban a milímetros de rozarse.

— Eh, bueno —. Así no me podía concentrar.

— Vamos, comience, tutora —. Sentía su aliento en mi cachete.

Totalmente nerviosa, cojo mi libro de matemáticas y mis apuntes. ¿Por qué demonios me ponía así?

— Entonces, ¿dices que esta es una duda? —. Señalo para comenzar a explicar.

Repentinamente doy un brinco sobre el asiento recorriéndome un escalofrío por toda la pierna al sentir el tacto de una de sus manos sobre mi muslo por debajo de la mesa.

Le miro disimuladamente de reojo, miraba el ejercicio que estaba explicando ¡como si estuviera ageno a que su mano está sobre mi muslo!

— Emm, Edward —. Musito.

— ¿Si? —. Me aprieta el muslo.

— Quita tu mano —. Voy directa.

— ¿Mi mano? ¿De dónde? —. Sonríe, sentí como la fue deslizando más cerca de mi entrepierna.

— Edward —. Mascullo nerviosa.

— ¿Qué pasa? Te estás poniendo roja —. Me avergüenzo cuando dice eso.

Odiaba que fuera testigo de mis facetas, odiaba que él me hiciera sentir así.

Sentí como su mano siguió deslizándose hacia arriba deteniéndose en mi pelvis. Los escalofríos seguían invadiendo todo mi cuerpo, el roce de sus manos aún por encima de la tela me ponía nerviosa.

— Edward detente, y estamos en público por dios —. Le susurré mirando a todos lados con miedo de que notaran el estado de mi cara.

— ¿Eh? Pero si eso es lo que lo hace más excitante —. Esboza una amplia sonrisa mientras me mira.

Su mano vuelve a deslizarse por mis muslos hasta agarrar el borde de mi vestido y comenzar a levantarlo.

— ¡Edward! —. Me mordí los labios por mi grito.

Con una de mis manos agarré la suya deteniéndole.

— ¡Ya basta! —. Le susurro.

— ¿Me vas a negar que te gusta? —. Seguía sonriendo, y mi mano no lo detuvo.

Sin importarle mis quejas subió mi vestido dejando mis bragas al descubierto. Uno de sus dedos se desliza entre mis piernas ejerciendo presión sobre mi vagina.

— Si quieres que me detenga ¿Por qué estás húmeda? —. Decía divertido.

Estaba totalmente avergonzada, odiaba que mi cuerpo me traicionara de tal manera, de que reaccionara así ante él. Pero oye ¡soy humana!

Sus ágiles y atrevidos dedos se metieron dentro de mis bragas, ahora sí sentía completamente el contacto directo, jadeo.

— Edward...no hagas eso aquí —. Mi respiración se agita, pero parecía que ninguna de mis oposiciones le importaba.

Disfrutando de mi reacción, adentra un dedo suavemente en mi vagina, presionado mi clítoris y haciéndome gemir.

— ¡Ah! —. Me tapé la boca instantáneamente.

Estaba entre perpleja, nerviosa, amedrentada y excitada. Jamás había sentido semejantes sensaciones, jamás nadie me había tocado.

Gemí bajo mi mano sintiendo como se adentraba  otro dedo, ambos se mueven acariciando mi interior, y pellizca mi clítoris suavemente.

Me estaba retorciendo en el asiento, con mi cuerpo enteramente caliente y sudoroso, abría mis piernas ligeramente por instinto dándole vía libre.

Aquello de cierta forma era incorrecto, pero joder, debía admitir que no me desagradaba.

— Dime presidenta, ¿quiere que pare o no? —. Sentía su cálido aliento en mi oído.

Jadeaba incontrolablemente, me había olvidado de mi alrededor, había perdido la cordura. Aquellas nuevas sensaciones me estaban matando, matando de un repentino placer inexplicable.

Nunca tuve la idea de que mi primera experiencia de este tipo de cosas fuera en una plena cafetería pública, pero demonios, me sentía tan excitada.

— ¿Van a pedir algo? —. Nos paralizamos al oír aquella voz.

¡La camarera de ahorita volvía a andar de metiche!

Lecciones privadas (Lecciones I) [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora